Como calentamiento para la agitación que sufrirá España si el PP gana el 20N, los profesores de centros públicos de secundaria madrileños harán huelgas generales al iniciarse este curso, a partir del día 14, contra la orden de la Comunidad de impartir veinte horas de clases semanales en lugar de las 18 actuales.
Choques como este se dan o darán en toda España, donde estos profesores van a perder beneficios sociales más importantes que dedicar dos horas semanales más a la enseñanza.
Teniendo estipuladas 37,5 horas de trabajo de lunes a viernes, con la nueva orden las labores auxiliares, corrección de exámenes, tutorías o atención a padres bajarán de 19,5 a 17,5 horas.
Aumentar las horas de enseñanza, mejor para los alumnos, es el mal menor para los profesores públicos, cuyas condiciones laborales terminarán acercándose a las de los centros privados y concertados, donde cobran menos y dedican 25 horas semanales a dar clases.
Porque esta es una sociedad crecientemente competitiva, y esta diferencia es un arma contra la enseñanza pública.
Los centros que no se demuestren mucho mejores que los de la privada terminarán desapareciendo. La competencia pasa por aportar mejor servicio, y más barato, algo que no siempre ocurre en la enseñanza pública.
Es la globalización, que ha roto las cautelas proteccionistas. Todo compite: países, empresas, personas, público, privado.
Lo mejor que puede ocurrirle a los funcionarios es que mantengan sus mejores ventajas laborales: trabajo permanente, sin despidos, salario aceptable y poder darse de baja por stress cuando es necesario, lo que a veces obliga a duplicar las plantillas. Sea por la mayor disciplina o por otra causa, ese stress es menos visible y oneroso en la enseñanza privada.
Equivocándose al rechazar un horario de enseñanza nada excesivo, terminará imponiéndose el “cheque escolar”: los padres elegirán el centro que deseen, público o privado, que cobrará directamente la subvención del Estado para sus hijos.
A los profesores de la enseñanza pública les espera un difícil e irrevocable futuro.
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SALAS coincide hoy en El Correo Gallego con el cronista al elegir el tema.
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