El paisaje invernal de la Bastida de Sant Louis (0 ciudad baja) se mostraba sobrio y desgastado, con calles desoladas y cierto aire de abandono. A principios de diciembre solo unos pocos decorados anunciaban que se acercaba la Navidad, como la noria engalanada y solitaria que presidía la Plaza Gambetta.
Tras la primera toma de contacto con el hotel donde nos alojaríamos, nos dirigimos hacia la ciudadela. Dejamos el coche en un aparcamiento cerca de la Cité Administrative, punto intermedio entre el río Aude y el Pont Vieux a un lado y las imponentes murallas de la Cité al otro.
Subimos andando por la histórica Rue Trivalle hasta los pies de la Cité. De una banda, un parking de pago con caravanas y autocares que hacían la ruta del país cátaro. Como telón de fondo, bandadas de aves componían dibujos durante su migración. Ante nosotros se alzaba la ciudadela como símbolo religioso, arquitectónico e histórico.
La Porta de Narbona es la entrada principal que da acceso a la Cité. Antes de entrar puede verse el busto de Dame Carcas en un pilar y la inscripción latina "SUM CARCAS" (Yo soy Carcassona). Esta es una de las leyendas más conocidas de la ciudad y se asocia al origen del nombre de Carcassonne.
Cuentan que en los tiempos en que la ciudadela estuvo ocupada por los sarracenos, alrededor del año 750, un ejército francés al mando de Pipino el Breve, la sometió a un largo asedio que duró años. El objetivo de los franceses era conquistarla sin luchar, pues contaban con que el hambre y la escasez de productos necesarios hicieran mella en la población y se vieran obligados a ceder la fortaleza.
Al morir el rey sarraceno, la Dame Carcas se vio precisada a tomar el mando. Ingeniosamente, colocó muñecos de paja en las murallas, vestidos con las ropas de los soldados muertos para hacer ver que sus fuerzas aún no habían diezmado tanto como el enemigo pensaba.
Y como colofón de su estrategia, ordenó cebar a un cerdo con las últimas provisiones de trigo que les quedaban y luego lanzarlo desde lo alto de las murallas. Ante la vista de los franceses, el espectáculo surtió el efecto deseado: los habitantes tenían provisiones suficientes si aún se podían permitir alimentar así a los cerdos.
Se dice que cuando el ejército francés inició la retirada, la Dame Carcas hizo sonar las campanas de la ciudad y uno de los caballeros franceses comunicó a su general: Sire, Carcas sonne (Señor, Carcas te llama). Según algunas versiones, firmaron un tratado de paz y ante la valentía de la Dame Carcas, el rey francés bautizó a la ciudad con el nombre de su defensora y permitió que uno de sus caballeros la desposara.
El busto de Carcas es una copia del original que se conserva en el Museo Lapidario de la ciudadela. A la entrada de la Cité y bajo la copia del busto de Carcas, se encuentra una placa indicando que la ciudadela forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Una imitación de puente levadizo dirige hacia el interior de las murallas, detalle que no es original de la fortificación, sino que fue añadido por el arquitecto Violet-le-Duc durante las restauraciones que llevó a cabo en la Cité en el siglo XIX.
La Porte Narbonnaise responde al modelo de las puertas fortificadas medievales, tiene dos torres iguales a ambos lados de la edificación central que descansa sobre los arcos de la puerta, formando una entrada muy estrecha. En la parte superior se encuentra un nicho con la réplica de una estatua de la virgen del siglo XIV, el niño Jesús que tenía en sus brazos desapareció.
A la derecha de la entrada queda la Oficina de Turismo de la Cité, nos sorprendió gratamente encontrar algunos folletos en catalán. En definitiva, Catalunya no solo tiene fronteras con las tierras francesas, sino que también a través de la historia los Condados de Barcelona y Carcasona estuvieron relacionados.
En esta zona, pasando la Torre del Tesoro, también pueden verse restos de las murallas galo-romanas.
Volvimos a la calle Cros Mayrevieille, eje de la Carcasona comercial. Allí está la típica tienda de la Cure Gourmande, llena de golosinas, caramelos y bombones, muy bien presentados. Y luego hay más tiendas de recuerdos que explotan el pasado histórico de la villa: catarismo, medioevo y templarios son los temas más concurridos. También hay un punto de información sobre los museos de la Cité: La maison hantée, Musée de l'école, Musée de la chevalerie y de Intruments de tortures.
Además del nombre de la calle, también hay un monumento a Jean-Pierre Cros Mayrevieille, que fue historiador y secretario de la Comisión de Artes y Ciencias de Carcassonne y a quien se atribuye la salvación de la Cité.
Continuamos hasta las puertas del Chateaux Comtal, en los alrededores se paseaba un grupo disfrazado con trajes medievales. Era un fin de semana de principios de diciembre y había poco turismo, por lo que pudimos deambular sin prisas por la ciudadela. Solo tuvimos la desdicha de encontrar el castillo cerrado porque los museos de Francia estaban en huelga. No obstante, en otra visita que hicimos pudimos saldar la deuda.
Durante el Vizcondado de los Trencavel, se construyó el Castillo Condal entre 1130 y 1150, sobre los restos del castellum galo-romano. En 1923 se descubrieron varios mosaicos con motivos geométricos que hicieron suponer que allí radicó el pretorio romano. Cuando la ciudad cayó en manos de los cruzados, se convirtió en la residencia del Conde Simon de Montfort y más tarde, al ser anexada a la corona de Francia, es instaurada una senescalía. En época más reciente, sirvió de prisión al encerrar oficiales alemanes durante la Primera Guerra Mundial. Cuando Francia estuvo ocupada en la Segunda Guerra Mundial, los nazis lo convirtieron en su Cuartel General.
Continuando por la Rue Porte d'Aude, se localiza el Hotel Donjon y la Brasserie Le Donjon. Esta última con una estrategia comercial sencilla, pero efectiva: la de colocar a la vista y ofrecer la carta del restaurante en varios idiomas, entre ellos el español. Ofrecen diferentes menús, no tan completos como en territorio español, y algo más caros. Por supuesto, no faltaban los menús cátaros, que eran los que más se hacían pagar. En general, la oferta de platos era variada y la atención muy correcta.
Siguiendo por esta calle se encuentra el Musée de la Chevalerie y la Puerta de Aude. Reanudamos la ruta entre las callejuelas hasta salir a la Place Saint-Nazaire. En un ángulo de esta plaza, frente a la Basílica Saint-Nazaire, se encuentra una de las casas más antiguas de la ciudad y quizás una de las más fotografiadas por los turistas.
También se ubica en esta plaza el célebre Hotel de la Cité, construido sobre el emplazamiento del antiguo palacio episcopal y clasificado como monumento histórico.
Y finalmente presidiendo la plaza, se halla la Basílica Saint-Nazaire, construida en 1096 por los Trencavel. La iglesia perdió su condición de Catedral de Carcasona en 1802 a favor de la Iglesia Saint-Michel de la ciudad baja. La Cité había caído en el olvido y la Bastide de Saint Louis había ganado importancia, de ahí que las autoridades religiosas decidieran el cambio. Más tarde, Saint-Nazaire adquiriría su título de Basílica.
Rodeando la Basílica, pudimos observar el Teatro Jean Deschamps, en el que se anunciaban actividades relacionadas con la Navidad que se acercaba. Este teatro es más reciente, se construyó en 1908 en el emplazamiento del antiguo claustro de Saint-Nazaire. El teatro estaba cerrado, pero al lado había un área improvisada para la exposición y venta de artistas y artesanos locales.
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