Como saben, aparte de juntar letras en los pergaminos de este blog, me gano el pan como profesor de filosofía. Me gano el pan, como les digo, explicando a Platón y Descartes, entre otros. Más allá de que mis alumnos aprendan quiénes fueron los principales representantes de cada corriente filosófica, intento que el día de mañana desarrollen la mirada. Que desarrollen la capacidad de abstracción y lejanía propia de las humanidades. Y que aprendan cómo funciona, con sus determinismos pretéritos, la complejidad del ahora. Así las cosas, cuando explico a un autor hago todo lo posible para que lo entiendan en modo de diálogo y perspectiva. Es muy importante que la filosofía renazca de sus cenizas. Es necesario que la Ley Celaá devuelva a la "madre de las ciencias" al lugar que ocupó durante el periplo socialista. Una democracia sin filosofía desemboca, tarde o temprano, en la pseudodemocracia.
La Ley Wert, aprobada unilateralmente por el Pepé, dinamitó - y disculpen por el verbo - a la filosofía. El gobierno de Rajoy dejó huérfano de reflexión al sistema educativo. Al parecer, para algunos nostálgicos del ayer, el espíritu crítico fue un invento de progres y rojos resentidos. Es por ello que durante los últimos años, "las mentes pensantes del mañana" han obtenido sus títulos de bachillerato sin saber, a ciencia cierta, quiénes eran Kant o Nietzsche, por ejemplo. Hoy, tales jóvenes, herederos de Wert y su darwinismo educativo, cursan grados universitarios. Y los cursan, sin conocer la génesis de sus disciplinas. Sin saber que hasta el siglo XVII, todos los saberes eran filosofía. Y sin saber que tanto la psicología como la sociología, por ejemplo, no se entenderían sin las teorías de Freud y Marx respectivamente. Aparte de esta laguna, los jóvenes de Wert crecerán sin los cimientos del espíritu crítico. Y crecerán sin la transversalidad que proporciona una disciplina tan digna, y a la vez tan maltratada, como es el amor a la sabiduría.
Estamos ante una sociedad atragantada. Una sociedad atascada por cientos de canales de comunicación. Estamos ante una cultura abanderada por la cibercultura, la inmediatez y el entretenimiento. Una cultura con una crisis enorme de autoridad. Los profesores y los medios de comunicación han perdido legitimidad por el overbooking de información. Una información que, en ocasiones falsa y maloliente, se convierte en un lodo contaminante para la sociedad del conocimiento. Ante esta contaminación informativa, la filosofía se convierte en necesaria. Si antes era la religión, en palabras de Nietzsche, quien impedía el progreso y la voluntad de poder. Ahora es la postverdad y las fake news quienes han devuelto a su origen el péndulo de Foucault. Estamos, otra vez, ante el camello de Nietzsche. Ante el mismo animal que carga en sus jorobas a una sociedad de cabizbajos, de hombres solitarios y esclavos de pantallas. Hombres enfermos de comunicación, alienados del Big Data y huérfanos del reflexión.
Por Abel Ros, el 7 febrero 2020
https://elrincondelacritica.com/2020/02/07/huerfanos-de-reflexion/