Forma de preparación.
Poner a hervir una olla con abundante agua y añadirle un buen chorro de vinagre (si es poco, los huevos no quedan bien; por ello no os de miedo echar cantidad). El agua debe tomar color. Cascar los huevos en una taza y cuando el agua esté hirviendo echarlos de uno en uno. Os aconsejo que no pongáis más de tres o cuatro a la vez, para poder saber cuál es el primero. Al poner el huevo en el agua se ira al fondo pero luego saldrá a la superficie. Calcular más o menos tres minutos y con mucho cuidado sacar y poner a escurrir en una fuente. Recien sacados se rompen fácilmente, por lo que hay que manipularlos con cuidado. Debe estar la clara blanca, y la yema cubierta pero tierna.
Por otro lado, se corta una rebanada de pan por huevo escalfado, y se fríen en aceite hasta dorarlas. Se reservan escurriendo en papel de cocina.
Por último, se trocea la cebolla, y se pone a pone a pochar en una sartén amplia. Cuando esté transparente, se le añade la harina, la leche, y se remueve todo sin parar hasta que ligue, haciendo una bechamel ni muy espesa ni muy clara. Salpimentar y añadir nuez moscada molida al gusto.
Finalmente, se coge una fuente refractaria. Se colocan las rebanadas de pan, previamente untadas con una generosa capa de paté. Encima, del paté se coloca un huevo. Se cubre todo con la bechamel. Se le echa el queso rallado por encima y se gratina en el horno. Cuando esté dorado el queso, sacar y servir inmediatamente.