Para la publicación de este poema, quiero agradecer la colaboración de Román de la Cruz, quien ha tenido la gentileza de elaborar la ilustración que encabeza esta entrada.
Siento mi tristeza con ternura
siento mis manos
y en ellas veo las huellas de mi paso
Me siento
Al borde del árbol
del amigo prehistórico
que me habla con su sombra
su viento
su aliento
que sabe a clorofila
Llega el invierno de la tarde
y veo al astro padre despedirse
de mis ramas con un rayito
Amanece, entonces, el todos de mi uno
y me siento menos solo
como quien descubre las lombrices de su panza
y las siente moverse
respirar y palpitar
Nace, entonces, mi amor narcisista
no al lago, sino al cuerpo
y el ojo introspectivo
refleja lo que soy:
sol, hojas, humano
viento, vuelo, pajarito