Humanidad: palabra descrita por la real academia española como “naturaleza humana, sensibilidad, compasión, por las desgracias de sus seres semejantes”. Nueve letras que marcan la diferencia entre el humano y las demás especies vivas. Pero ¿Qué tanta humanidad hay en nuestro continente? ¿Hay justicia en América latina? ¿Es humana la injusticia?
“América latina es la región más injusta [e inhumana] del mundo. En ningún otro lugar se distribuye de tan mal manera los panes y los peces; en ningún otro lugar es tan inmensa la distancia que separa a los pocos que tienen el derecho a mandar, de los muchos que tienen el deber de obedecer” (Galeano, 1998, p. 30). Los latinoamericanos sufrimos la enfermedad incurable de la inhumanidad, una enfermedad contagiosa y que acompaña al enfermo hasta el día de su muerte. Un mal que nos acecha pues las injusticias suceden cada instante a nuestro alrededor y una vez cometida la primera es segura la repetición.
La inhumanidad en Latinoamérica se encuentra bien representada en la película “diarios de motocicleta” del director Walter Salles. En ésta película (basada en hechos reales) muestran como las grandes multinacionales vienen ofrecen un trabajo de horario extenso y un pago que si bien alcanza para comer no alcanza para el arriendo o viceversa. Estas grandes empresas toman el tiempo y la salud de sus trabajadores y cuando ya no pueden trabajar por su cuerpo desgastado les abandonan y les “importa un comino” lo que les venga después (2004). Lo irónico del caso, es que quienes tienen puestos importantes en estas multinacionales resultan ser latinoamericanos que por cumplir con un mejor salario pierden la sensibilidad ante sus paisanos y no les interesa si estos últimos se mueren de hambre.
Las personas que manejan ese tipo de empresas privadas no solo dañan a los humanos contemporáneos sino dañan a los del futuro, no tienen en cuenta el cuidado del medio ambiente pues para ellos es más importante la producción, la venta y el dinero que necesitan para satisfacer sus delirios. “Sin pata de palo ni parche en el ojo, andan los biopiratas por la selva amazónica y otras tierras. Se lanzan al abordaje, arrancan las semillas, y después las patentan y las convierten en productos de éxito comercial” (Galeano, 1998, p 224). En el 2010 (Colombia) las compañías Drummond, Prodeco y Colombian Natural Resources dejaron los pueblos de Plan Bonito Hatillo y Boquerón rodeados por minas en pésimas condiciones de contaminación y pobreza, el daño causado es imposible de reparar en su totalidad ya que, aunque reubicaron a los habitantes de la zona, el pueblo sigue igual de desgastado, los daños son irreparables y quienes trabajan allí, laboran en circunstancias precarias. ¿Hay humanidad en este acto tan desalmado?
Del porqué de tanta inhumanidad hay muchas respuestas validas: primero el hecho de percibir al humano como un ser ambicioso capaz de hacer cualquier cosa por llegar a un fin ya que “el hombre es un animal insatisfecho, incapaz de satisfacer sus necesidades sin ver como otras apuntan en el horizonte de su vida” (Savater, 1999, p. 100). Cegados por el deseo de suplir dichas “necesidades” las personas pierden su sensibilidad y empiezan a actuar sin pensar en sus seres semejantes, tales necesidades solo son fantasías de una felicidad inexistente que su avaricia jamas alcanzara, porque ninguna felicidad esta vestida de sangre, ni des humanización. Al final cada que logren suplir una necesidad, aparecerá una nueva y así viven del vacío que la falta de humanidad les deja.
Segundo, cuando América fue descubierta, los colonizadores obligaron a los nativos a des aprender lo que ya sabían, a olvidar sus tradiciones y por medio de tratos no gentiles, desagradables, avariciosos e insensibles les hicieron perder su humanidad y les mostraron que hay que “golpear antes de que te golpeen”. “tres años después del descubrimiento, Cristóbal Colón dirigió en persona la campaña militar contra los indígenas de la dominicana. Un puñado de caballeros, doscientos infantes y unos cuantos perros especialmente adiestrados para el ataque diezmaron a los indios. Más de quinientos, enviados a España, fueron vendidos como esclavos en Sevilla y murieron miserablemente” (Galeano, 1978, p 16).
Tercero, los colonizadores implementaron su educación, pero no dieron facilidades para obtenerla “porque esta forma de acceso a la Verdad mayúscula es algo así como un privilegio de unos cuantos” (Savater, 1999, p. 62). Lastimosamente, el difícil acceso a la educación no solo fue para esa época. Hoy en día, según los datos oficiales del Instituto de Estadísticas de la UNESCO, en promedio el 9% de la población de 15 años y más se encuentra en condición de analfabetismo absoluto en los países De América Latina y el Caribe, unos 38 millones de personas. Población que sufre maltratos e inhumanidad de parte de otros ciudadanos quienes conociendo los derechos del otro, abusan de su falta de conocimiento y violan cuantos derechos del pobre puedan beneficiarle.
Y finalmente la globalización que nos ofrece la “civilización del espectáculo”, el fenómeno de buscar el entretenimiento antes que los hechos realmente preocupantes y que merecen nuestra atención la “banalización de la cultura, generalización de la frivolidad, proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo” (Vargas, 2009, p. 14). Es la tecnología que esta globalización trajo la que nos esclaviza a los países latinoamericanos generando consumismo y poco amor por lo propio, ambición y, valga la redundancia, inhumanidad.
Mi conclusión es tan pesimista como la de Vargas Llosa “esta es una realidad enraizada en nuestro tiempo, la partida de nacimiento de las nuevas generaciones, una manera de ser, de vivir y acaso de morir del mundo que nos ha tocado, a nosotros, los afortunados ciudadanos de estos países a los que la democracia, la libertad, las ideas, los valores, los libros, el arte y la literatura de Occidente nos han deparado el privilegio de convertir al entretenimiento pasajero en la aspiración suprema de la vida humana y el derecho de contemplar con cinismo y desdén todo lo que aburre, preocupa y nos recuerda que la vida no solo es diversión, también drama, misterio y frustración” (Vargas, 2009, p. 22). Y así, mientras la inhumanidad se siga transmitiendo Latinoamérica seguirá sufriendo esta enfermedad sin cura, frente a la cual hay gente limpia que pronto será infectada. Siempre existiremos un grupo de personas con sensibilidad ante los males de los demás, pero también existirán multitudes de seres sin alma y como nuestro estilo político es la democracia, la mayoría gana y para la administración de los países Latinoamericanos se eligen los candidatos más inhumanos.