+ humanos

oct
25
2015 actualidad // cultura // Humanidades // Innovación // Miguel Benavent de B. // Opinión // sociedad // Tecnología

+ HUMANOS

Escrito por Miguel Benavent de B.   Sin comentarios

El otro día fui a visitar la muy interesante exposición “+ Humanos. El futuro de nuestra especie“, en el CCCB de Barcelona. Lo reconozco, en un inicio me turbaron en cierta manera esos avances tecnológicos que presumiblemente persiguen nuestro progreso como seres humanos. Artilugios tecnológicos de todo tipo: para inducir la empatía, para tener sexo a distancia, para suplir órganos dañados, para comprobar la compatibilidad de dos personas en una relación a partir de su ADN, para interactuar o interpretar la Naturaleza, para fabricar tejidos humanos, para poner música o color a nuestros sentidos y un largo etcétera. Uno se siente en cierta manera amenazado, como ser humano, ante la paulatina y pretendida sustitución de funciones y actividades hasta ahora solo humanas, en favor de las modernas máquinas.

Pero en una segunda lectura, te das cuenta de que es el propio ser humano -de la mano de su curiosidad, ambición y codicia- el que crea tales artilugios. Y, como siempre pasa en nuestra vida, es el sentido que les dé a su uso lo que explicarán si en realidad son un progreso para él mismo o bien su paulatina sustitución en este mundo. Y es que el sentido de lo que pensamos, sentimos y hacemos los seres humanos es lo importante, lo que nos distingue de otros seres vivos y, a la vez, de las máquinas que creamos.

El ser humano se caracteriza por su conciencia de sí mismo (¿Alma?), lo que le otorga el don de la libertad y de amar, que no es más que fruto de la primera. Y es la libertad precisamente lo que nos permite dudar y equivocarnos para aprender o acertar y seguir adelante, evolucionando. Esa libertad nos hace vulnerables y, a la vez, imperfectos como seres humanos y limitados. Pero tras esa aparente debilidad humana, está toda nuestra grandeza. Y la libertad es el premio y, a la vez, el castigo, pues requiere responsabilidad ante nuestros pensamientos, sentimientos y actos, que no siempre es cómodo ni fácil, en nuestro mundo también imperfecto. Y esa libertad es, a su vez, lo que nos permite amar, que es la mayor virtud humana, lo que nos hace realmente humanos.

Las máquinas pueden gestionar y emular los símbolos, los gestos y los hábitos humanos, pero nunca podrán ser conscientes de sí mismas ni del beneficio o inconveniencia de sus efectos sobre nuestra vida o nuestro mundo. En todo caso, dispondrán de la libertad y voluntad de quien la ha creado, heredando a su vez parte de sus fortalezas y debilidades, simplemente humanas. En poco tiempo, las máquinas podrán pensar, sentir y actuar como seres humanos, sin duda. O solo reaccionarán, aparentemente como nosotros. Y nos sustituirán en actividades con escaso valor, rutinarias y/o con riesgo, afortunadamente. Pero eso precisamente nos permitirá centrarnos a los seres humanos en todo aquello que aporte valor a nuestra propia existencia, a los demás y al entorno natural, mediante la creatividad y en todo aquello que da sentido pleno a nuestra corta vivencia, como lo es sin duda el amor.

Y te das cuenta de que es precisamente la libertad y el amor -utilizando nuestra poderosa inteligencia- lo que nos permite evolucionar como especie y como Civilización, a la vez que protegemos y mejoramos nuestra vivencia y protegemos el entorno que nos acoje. Al final, te das cuenta de que todo eso que inventa y crea el ser humano no es más que una emulación y un plagio de lo que ya somos y de todo lo que nos rodea! Cambiaremos las formas, pero nunca la esencia de lo que ya somos y siempre seremos, como seres humanos, conscientes de lo que somos, capaces de soñar y, por ello, libres para amar, mejorando nuestra existencia, la de los demás y la de nuestro entorno natural! Al fin y al cabo, el ser humano es un fin en sí mismo, mientras que lo que él crea no dejan de ser meros medios -o herramientas-, con un propósito, esperemos que también humano, por el bien de nuestra especie!