Un sacerdote, un ministro y un rabino quieren saber quién de ellos es mejor en su trabajo acarreando parroquianos a sus filas. Para eso se internan en el bosque, donde encuentran a un grupo de osos e intentan convertirlos a sus respectivas religiones. En la noche, luego de pasarse todo el día entre los osos se reúnen los tres para comparar y decidir quien es el ganador.
-Cuando me acerque al oso más grande que encontré (dice el sacerdote) le leí el catecismo, le relate la parábola del vellocino de oro y lo rocié con agua bendita. Este fin de semana hará su Primera Comunión.
-Yo me dirigí a un viejo oso que se encontraba comiendo unas bayas (cuenta el pastor), le prediqué la palabra de Dios y le leí los evangelios de punta a punta. El oso quedó tan sorprendido que me dejó bautizarlo en ese mismo momento.
Ambos voltean a ver al rabino, quien yacía tirado en una camilla, con todo el cuerpo enyesado y rasguñado a más no poder.
-Pensándolo bien (exclama entre sollozos el adolorido rabino), quizá no fue una buena idea haber comenzado con la circuncisión.