Toda clase tiene un grupo de alumnos rebeldes que hacen ruido, los díscolos, los que van a la contra. En la Unión Europea se trata de dos países euroescépticos y con derivas autoritarias: Hungría y Polonia. Son los únicos sobre los que se ha propuesto activar el artículo 7 de los Tratados, que deja sin voto en el Consejo. Además, tienen bloqueados los fondos de recuperación frente a la pandemia. Junto con la República Checa y Eslovaquia forman el Grupo de Visegrado (V4), conocido por sus críticas a Bruselas. Sin embargo, sus cambios de Gobierno, conflictos diplomáticos y, sobre todo, las discrepancias por la invasión rusa de Ucrania amenazan con romper el cuarteto.
Los dos socios pequeños se desmarcan
República Checa y Eslovaquia han cambiado de Gobierno en el último año. El primer ministro checo, Andrej Babis, perdió las elecciones en octubre de 2021 tras salir en los Pandora Papers. Amigo de las políticas iliberales del húngaro Viktor Orbán, Babis ha dado paso a un nuevo Ejecutivo liderado por Petr Fiala, también conservador pero más europeísta. Desde Praga aseguran que “con Babis fuera, el paisaje ha cambiado”. Fiala ha llegado a comentar que Hungría y Polonia están “en grave disputa con el resto de la UE”, y aunque el nuevo Ejecutivo aún no ha adoptado una posición respecto a la aplicación del artículo 7, ya ha dejado claro que está por la “defensa de los valores europeos”.
El Grupo de Visegrado: siete siglos de historia, tres décadas de unión
Eslovaquia, por su parte, también renovó su Gobierno en abril de 2021 tras una gestión errática de la pandemia. El nuevo primer ministro, el conservador Eduard Heger, ha tratado de calmar la polémica que generó la compra de vacunas rusas Sputnik V por parte de sus antecesores. Eslovaquia fue, junto a Hungría, el único país de la UE que compró estos viales, a pesar de que la Agencia Europea del Medicamento no los ha aprobado. Las tensiones con Budapest llegan también al plano nacional, alimentadas por la intención de Orbán de comprar “tierras cultivables” en una zona de Eslovaquia donde reside una minoría húngara.
Rusia, el gran motivo de división
Sin embargo, el verdadero motivo de división ha sido Putin. Mientras Orbán mantiene con él una relación muy cercana, Polonia, Eslovaquia y República Checa se han mostrado muy críticas con la invasión de Ucrania y, antes de eso, con la crisis en la frontera entre Bielorrusia y Polonia en 2021. Hungría no solo ha quedado aislada, sino que ha tenido que hacer algún gesto de conciliación. En la última reunión de líderes de la ultraderecha europea, los polacos forzaron al resto, incluido Orbán, a firmar un manifiesto que censuraba la agresión rusa. Pero ni así se han calmado las aguas.
El Grupo de Visegrado, que más que un V4 era ya un V2+2 por la distancia de Varsovia y Budapest con el resto, parece ahora un V3+1, con Hungría excluida. Orbán se ha opuesto a que el envío de armas de la UE a Ucrania atravesase territorio húngaro y no se sumó al viaje de los primeros ministros polaco y checo a Kiev para apoyar a Ucrania. Frente a las reticencias húngaras, República Checa y Eslovaquia han visto reforzada la presencia de la OTAN en sus fronteras. Tal es la brecha que el Gobierno húngaro ha suspendido un encuentro entre los ministros de Defensa de los cuatro países. Y Polonia, la mejor amiga de Orbán en la UE, ha congelado las relaciones con Hungría por su posición ante esta crisis.
Orbán se juega su reelección y el futuro del Visegrado
La supervivencia del Grupo de Visegrado pasa por las elecciones de Hungría del 3 de abril. Orbán, en el poder desde 2010, enfrenta esta vez una oposición unida que le ve desgastado y ahogado por la presión de Bruselas. El primer ministro tampoco encuentra calor en el V4, pues la presidenta del Parlamento checo ha pedido a los húngaros que voten para “echar” a Fidesz, el partido de Orbán. El líder húngaro ha respondido insistiendo en la importancia del V4, asegurando que, pese a sus diferencias, bajo ese paraguas los cuatro países son “más soberanos frente a Bruselas”.
Orbán, ¿el caballo de Troya de Rusia en la UE?
Orbán, además, es consciente de que proyectar debilidad dentro de Visegrado también es hacerlo en Europa, y en la ultraderecha europea ya surgen nuevas figuras que pueden asumir el liderazgo. Es el caso del polemista francés Eric Zemmour, candidato a las presidenciales de abril; la líder de la extrema derecha italiana, Giorgia Meloni, en buena posición para las próximas elecciones; o el presidente de Vox, Santiago Abascal, cuyo partido gana peso en España.
Aunque más lejos, Polonia también celebrará elecciones en 2023. Para cuando se abran las urnas la oposición puede haberse unido, como en Hungría, y encumbrar a un candidato de peso como Donald Tusk, expresidente del Consejo Europeo. El Gobierno polaco tiene más tiempo que Orbán, pero su posición en Europa tampoco es fuerte: además de los fondos congelados y la amenaza del artículo 7, pesan dos multas de Bruselas por falta de independencia judicial y por no cerrar la mina de Turow, un paso vital en la transición ecológica. Todos esos elementos dejan a Varsovia más a merced de la UE de lo que podría parecer.
¿Una buena noticia para la UE?
Aún quedan elementos que unen al Visegrado, especialmente la inmigración y la energía, pero incluso en estos temas el grupo se está alineando con Bruselas. Con Orbán a la cabeza, los cuatro países rechazaron a los refugiados sirios en 2015. No obstante, la crisis en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, a finales de 2021, llevó a Varsovia a pedir financiación europea para controlar el flujo. El giro final ha llegado con la guerra de Ucrania. Liderados por Polonia, convertida en el principal receptor europeo, los cuatro han acogido refugiados. Por otro lado, sobre todo Polonia y la República Checa aún dependen mucho de combustibles fósiles, pero la guerra les ha empujado a apoyar las medidas de Bruselas para reducir la dependencia energética de Rusia.
¿Cambiará la crisis de refugiados de Ucrania la política migratoria de la UE?
Mientras tanto, las divisiones en el V4 se están agudizando, y las elecciones en Hungría y el desarrollo de la guerra las pueden acentuar. Invadiendo Ucrania, Rusia ya ha conseguido lo que no consiguió la Unión Europea: que se vean las costuras del bloque más euroescéptico de los Veintisiete. El Grupo de Visegrado puede convertirse en un V2+2 o incluso desaparecer, para desdicha de Orbán pero quizá no de Bruselas.
Hungría se queda sola: así ha roto la invasión de Ucrania el Grupo de Visegrado fue publicado en El Orden Mundial - EOM.