Acapulco, Guerrero ha sido víctima de la devastación causada por el huracán «Otis», que se formó en el Océano Pacífico y, pese a debilitarse antes de llegar a la costa mexicana, dejó a su paso destrucción y dolor. Hasta el momento, se reportan 27 personas fallecidas y cuatro desaparecidas según datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
El presidente AMLO no tardó en llegar a la zona afectada, reuniéndose con autoridades locales para evaluar la magnitud de los daños y coordinar las acciones de respuesta. Imágenes desoladoras muestran casas arrasadas, edificios en ruinas, carreteras inundadas y miles de personas desplazadas, reflejo de uno de los peores desastres naturales que ha sacudido al país en años recientes.
En respuesta a la emergencia, el gobierno federal ha declarado estado de emergencia en Acapulco, abriendo la vía para acceder a recursos esenciales. La Secretaría de Marina se ha sumado al esfuerzo con envío de barcos y helicópteros para auxiliar en las labores de rescate y asistencia.
Más allá de la respuesta inmediata, es imposible ignorar la creciente frecuencia e intensidad de estos eventos climáticos extremos. Expertos subrayan que fenómenos como «Otis» son consecuencia directa del cambio climático. Frente a esta realidad, resalta la imperante necesidad de medidas robustas para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y tomar acciones para mitigar los efectos del calentamiento global.
A medida que Acapulco comienza el largo camino hacia la recuperación, el país entero enfrenta el reto de reevaluar y fortalecer sus estrategias frente al cambio climático, no solo como medida preventiva, sino como una cuestión de supervivencia.