Revista Cine
Director: Robert Aldrich
Después del éxito de "What ever happened to Baby Jane?", Robert Aldrich quiso hacer una película de temática similar y repetir con Bette Davis y Joan Crawford a la cabeza, aunque diversos problemas hicieron que la segunda se saliera de la producción y fuera reemplazada por Olivia de Havilland. Del guión nuevamente se encarga Lukas Heller, otra vez basado en una historia de Henry Farrell, en la ocasión también acreditado como guionista. Repite Michael Luciano como editor y DeVol hace lo propio con la banda sonora. El único que no se repitió el plato fue Ernest Haller, el director de fotografía, cargo que ahora ocupa Joseph Biroc. "Hush... Hush, Sweet Charlotte" también fue todo un éxito y recibió siete nominaciones a los Oscar. Causó sensación. Hasta el día de hoy es aclamada.
Aunque la gran mayoría del equipo fuera el mismo y en cierta forma las intenciones también, no había que ser ingenuo y pensar que "Hush... Hush.." iba a ser una repetición de "What ever...?"; yo al menos sabía que la propuesta, más allá del llamativo cartel de dos actrices "en el ocaso de sus carreras" al frente de una historia esencialmente de cine B, iba a ir por otros derroteros a pesar de que claramente ejecutaría las mismas jugadas. A pesar de ello, no me ha convencido esta "secuela espiritual" ni me ha entusiasmado, y no por las inevitables comparaciones que puedan surgir entre ambas películas (las cuales ilustran de manera bastante elocuente por qué el presente film no alcanza la calidad de la otra), más bien porque "Hush... Hush..." carece de la contundencia que necesitaba su, por lo demás, incierta premisa. Como en "What ever...?", empezamos en tiempo pasado, cuando Charlotte no era más que una joven enamorada de un hombre casado que luego es asesinado, crimen sospechosamente ambiguo y dejado al aire del que culpan a una protagonista que queda mal del coco por el resto de su vida. Damos un salto al "presente", con una Charlotte ya entrada en años, interpretada por Bette Davis, que batalla para evitar la demolición de su casa mientras soporta el estigma social que carga desde el asesinato de su amante, en medio de lo cual la visita su prima, Olivia de Havilland, que a pesar de sus esfuerzos poco puede hacer para ayudarla. Continuando con la senda de las comparaciones, de nuevo nos enteran de un giro argumental poco sorprendente que se hace aún menos sorprendente considerando de dónde viene, aunque el de ahora ni siquiera es un buen giro argumental porque, moral y dramáticamente hablando, no retuerce ni relativiza ni trastoca ningún elemento narratológico importante: es más, constata la simplicidad de la trama.
Hay varias cosas más que no me gustaron y que más que potenciar la premisa, acaban por menoscabarla, y no sé por dónde empezar. Primero, el antagonismo entre Davis y de Havilland es débil y circunstancial, somero e impostado, partiendo del hecho de que ambos personajes presentan una construcción y un tratamiento psicológico y moral poco complejos y profundos, poco perturbadores y poco retorcidos e imprevisibles: la primera es una chiquilla-vieja trastornada y la otra es... bueno, ya lo verán, pero tampoco ofrece matices ni capas ni claroscuros. La relación entre Baby Jane y Blanche Hudson era potente y tremebunda por ese amor-odio subyacente construido a lo largo de un período desconocido para nosotros; la base es el éxito de una y luego el de otra, con los respectivos sentimientos de envidia y resentimiento, pero la dinámica de la relación que vemos en el cuerpo principal del relato responde a multitud de vejaciones, maltratos y manipulaciones que sólo podemos imaginar. Sin embargo, la relación antagónica de Davis y de Havilland, distanciadas durante más de treinta años (qué historia podría haber entre las dos, pregunto), no es más que un ir y venir de corteses y timoratas desavenencias incómodas (a excepción de la discusión en la cena, de lo poco bueno del film) hasta que todo se va al diablo y recién al final nos enteramos de las verdaderas intenciones y emociones de cada cual y el porqué, lo que no aporta ni potencia nada porque, a diferencia de "What ever...?", ésta no es una película de terror psicológico sino que un "enrevesado" thriller narrativamente ilusionista, es decir, la relación es un mero instrumento y no un objeto de estudio moral y psicológico. No es de extrañar, entonces, que el relato sea tan artificial y que la supuesta locura de Davis parezca más un truco y un juego que algo verdadero, por no mencionar la inconsistente relación con su prima. Lo que menos entiendo es por qué demonios al inicio Aldrich intentaba ejecutar esta historia como terror psicológico, poniendo énfasis en el exagerado desequilibrio mental y emocional de la protagonista, y luego lo tira todo por la borda al concentrarse en la insustancial trama de engaños cada cual más orquestado que el anterior que no hace más que borrar de un plumazo la supuesta ambivalencia moral y psicológica de Charlotte. Y el final, dios... seamos francos, ¿a ustedes les parece coherente que dos inteligentes planificadores se pongan a celebrar ruidosamente bajo las narices de su víctima, incomprensiblemente lúcida y despierta? No lo sé, "Hush... Hush, Sweet Charlotte" me parece un remake chapucero de "Las diabólicas", muchísimo mejor porque ésta acierta a lo grande en hacernos creer, hasta el mismito final, que la historia entera es delirio y locura, haciendo una transición perfecta entre la ambigüedad psicológica y la realidad pura y dura... de hecho, ustedes sabrán que ese momento parece la definitiva caída al abismo mental hasta que... nos enteramos de lo que en realidad ocurre. Acá, sin embargo, nos conocemos todos los detalles y no tardamos en hartarnos de tanta comedia.
Tristemente, Aldrich pierde sutileza en esta dividida y desconectada película. Me ha gustado Bette Davis con la escopeta y todo; también me ha gustado Olivia de Havilland aunque no esté muy exigida; el personaje del inglés metiche no lo entiendo; Joseph Cotten está genial, pero eso no es de extrañar; y qué quieren que les diga, he quedado bastante decepcionado, aunque no les mentiré: resulta la mar de entretenido ver las molestias que se toman los malos para conseguir lo que quieren, pero... ¿es suficiente? No señor.