I'll be there. Siempre contigo, de Holly Goldberg Sloan. Ediciones SM. Rústica, 448 pp., 16,95 €. Por Carmen Mayoral.
En numerosas ocasiones, al lector le resulta mucho más fácil escribir su opinión acerca de una obra cuando no le ha gustado, que cuando lo ha hecho. Hay libros que nos encantan y parece que los adjetivos se nos quedan cortos o no expresan de forma fidedigna la emoción que nos ha causado la lectura de ese cuento, esa novela o ese poema. I’ll be there es uno de esos libros. Si resumiéramos I’ll be there en pocas palabras, estas serían “Emily, una chica formal encuentra a Sam, un chico misterioso, y se enamoran”. Pero esto sería simplificar una novela que tiene muchos matices y tonos. En I’ll be there no hay una historia de amor, hay varias: la de los jóvenes que se enamoran a pesar de todo lo que les separa; la de una madre por sus hijos, incluso los inesperados; la de unos intérpretes por la música, una pasión que les que ayuda a que la vida adquiera sentido. La autora, Holly Goldberg Sloan, describe con precisión los sentimientos de cada personaje, de forma que es imposible no identificarse con cada uno de ellos. Nos gusta Emily porque es decidida y valiente, nos gusta Sam porque es un superviviente y siempre piensa primero en su hermano pequeño Riddle. Nos fascina Riddle por su manera de ver el mundo, porque lo que le limita le hace más grande. Mención especial para la madre de Emily, Debbie, que tiene una importancia especial al final de la novela y que protagoniza los momentos más emotivos de la historia. Esta obra es un ejemplo de que la literatura juvenil puede abarcar una extensa gama de temas y salir de los esquemas convencionales. Es fácil que leyendo este libro se nos escape una lágrima, porque ahonda en temas duros, pero el mensaje final es de esperanza. Publicado en www.topcultural.com
