Cualquier estudiante de Publicidad o Marketing recuerda con una sonrisa el título de una de las obras más conocidas del irreverente Jacques Séguéla, No le digas a mi madre que trabajo en publicidad, ella piensa que soy pianista en un burdel.
Cuando he visto el discurso de Jerry Seinfeld en los premios Clio, se me ha venido a la cabeza ese libro de Séguéla. Y es que muchos (incluso profesionales del gremio) asumen, que una práctica indiscutible de la profesión consiste en mentir. Sí, mentir categóricamente e indiscutiblemente. Mentir, para vender productos inútiles, que se quedaran obsoletos, que el consumidor no necesita, que no tienen suficiente calidad o que ni siquiera el consumidor conoce a la perfección y no sabe si se ajusta a sus necesidades.
Sin embargo, yo como Jerry Seinfeld, opino que la última palabra, la tiene el consumidor. Cuanto mayor es la fuerza de esa comunicación basada en la falta de veracidad, mayor es la capacidad del consumidor para ignorar ese mensaje. El látigo de su indiferencia es lo que está dando paso a un nuevo modelo (más inteligente y sin duda propiciado por el propio consumidor) en el que quiere que lo seduzcamos y no que simplemente le regalemos los oídos con palabras vacuas. A pesar de que mucho se ha escrito al respecto, aún caemos una y otra vez en el mismo error: infravalorar al consumidor.
Quien ríe el último, ríe mejor. Os recomiendo que dediquéis algo menos de cinco minutos a escuchar el discurso de Jerry Seinfeld y reflexionar sobre las raíces de la mentira publicitaria. Un modelo de comunicación que poco a poco se está quedando obsoleto. Larga vida al consumidor (inteligente)!!