El último acto se desarrolla en los jardines del palacio de Monforte, allí se van a celebrar las bodas de Arrigo y Elena. Es el momento en el que Elena, tras un coro de doncellas y caballeros, vestida de novia, canta el fragmento más conocido de toda la ópera, el bolero "Mercé, dilette amiche" y lo vamos a escuchar cantado por Joan Sutherland, que como todos sabemos, parece que tiene una patata en la boca pero canta estupendamente, y el texto que canta tampoco es nada del otro mundo, se trata de que la novia dé las gracias por los presentes recibidos, ya hablaremos de la soprano que estrenó el papel de Elena, es sorprendente que se coloque en este momento una pieza tan ligera para una voz que hasta este momento se ha mostrado tan ancha, ya veremos que Elena y Violetta son primas hermanas:
Se van las doncellas y caballeros y dejan sola a Elena, entonces llega Arrigo. El chico, de 18 añitos, se nos ha vuelto ñoño de repente, no me resisto a poner la traducción de lo que canta al llegar: "La brisa aletea alrededor acariciando mi rostro y con delicados perfumes baña mi corazón. Suavemente las olas, con dulce murmullo, se unen a mi canto en la sonrisa del amor. ¡Ah, sí! ¡Ah, sí! Naranjos perfumados, arroyos y verdes prados han adivinado que soy amado, ¿que soy amado?", Elena se une a su canto. Musicalmente no deja de ser un momento de bonito melodismo y cierto encanto naif. Viene bien para que el espectador se relaje por lo que ha de venir.
Como Arrigo molesta en escena, Scribe hace que se meta en el palacio y quede otra vez sola Elena en el jardín. Entonces llega Procida que revela Elena sus planes. Como, presagiando que la paz está cercana, los franceses han desprotegido sus guarniciones en Palermo, en el momento de la entrega de los anillos en la ceremonia nupcial, habrá una sublevación y una gran matanza de franceses. Evidentemente a Elena no le hace mucha gracia que le fastidien la boda de esa manera. Vuelve Arrigo (cada uno que piense lo que quiera sobre cuál era el motivo de su ausencia :-), yo tengo mi teoría pero mejor no la digo aquí).
Menudo dilema se le ha presentado a Elena, o traicionar a sus compatriotas o, lo que le exige Procida, permitir que asesinen a su esposo en plena ceremonia nupcial. Como mujer inteligente que es ve que la solución está en renunciar a la boda, sin boda no habrá matanza y salvará a su prometido, evidentemente Arrigo la maldice porque desconoce los hechos y Procida, quien definitivamente se nos ha atragantado, siente que sus planes se desmoronan y también maldice a Elena como culpable de ello.
Entonces hace acto de aparición Monforte con toda su corte, el pobre hombre no entiende nada, cómo es posible que la pareja, con lo que se quiere, se haya roto. Nada de eso, tenéis que casaros, dice, les junta las manos, repican las campanas, los sicilianos que las escuchan y se produce el alzamiento popular, se abalanzan sobre los franceses, la carnicería está en marcha y la ópera acabada.