El tercer acto de Las vísperas sicilianas está dividido en dos cuadros. El primero de ello se desarrolla en el despacho de Monforte. El duque sabe que Arrigo es su propio hijo. La mujer siciliana que abandonó a Monforte por culpa del maltrato al que la sometía, mantuvo alejado al hijo de su padre y lo educó en el odio al padre, así se lo ha confesado ahora en una carta, dieciocho años después, poco antes de morir. Es el momento del aria de Monforte, "In braccio alle dovizie", en la que vemos el lado humano del personaje, que ve su vida vacía y pone su esperanza en la reconciliación con el hijo. Una pieza delicada, como de orfebrería. La escuchamos por Giuseppe Taddei:
Monforte da a conocer al joven su verdadera identidad, ahora entendemos el por qué de su inexplicable liberación, el ofrecimiento que le hizo de servir con las tropas francesas y su inactividad antes las ofensas del muchacho, pero Arrigo no asimila bien la noticia, Monforte intenta abrazarlo pero aquél se muestra distante.
El segundo cuadro tiene lugar en el salón de baile del palacio de Monforte. El duque da una fiesta por todo lo alto. Es el momento del ballet, que dura media hora e interrumpe la acción, se suele suprimir, no sólo por la interrupción dramática en un momento crucial de la ópera, sino también porque la ópera ya es de por sí bastante larga como para añadir más tiempo, Gustave Kobbé pensaba que era una buena solución ofrecer solo una de las 4 secciones en que consiste el ballet (incorporándolo separadamente en su integridad), así no se vacía de contenido la escena, no se interrumpe la acción dramática y se ofrece toda la música compuesta por Verdi.
En el baile de máscaras Arrigo se encuentra con Elena y Procida dispuestos a asesinar a Monforte. Los sicilianos se han introducido en el baile y se distinguen entre las máscaras porque portan una cinta de seda. Arrigo está poseído por sentimientos contradictorios, o acepta que su padre sea asesinado o debe traicionar a sus compatriotas y amigos. Avisa a su padre de que corre peligro,, pero su padre no le hace caso, decide quedarse en el baile. Poco a poco es rodeado por Elena, Procida y demás sicilianos, Arrigo se interpone y salva a su padre, éste llama a la guardia y los sicilianos son reducidos. Arrigo ha quedado a los ojos de los sicilianos, que desconocen la existencia de voces contradictorias en su interior, como un traidor. Escuchamos el espectacular concertante con el que acaba el acto: