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Matías Muchnick, el fundador de NotCo, explica la fórmula para ir a la velocidad de la luz. Cómo piensa el emprendedor que hace alimentos plant based y que está a punto de convertirse en el primer unicornio chileno.
El protagonista de esta historia se llama Giuseppe, nació en Chile y tiene la capacidad de sacar a los animales de la ecuación en la industria alimenticia. Giuseppe es un algoritmo desarrollado por NotCo, la firma que piensa y produce alimentos a base de plantas como mayonesa, hamburguesas o helados, sin huevos o carne, pero con el mismo sabor.
El camino comienza entendiendo el nivel molecular de los alimentos. Giuseppe utiliza machine learning y cuenta con la información de más de 4000 tipos de plantas para trabajar en combinaciones posibles para crear las recetas que permiten imitar la experiencia que se tiene al morder una hamburguesa tradicional. Las recetas se prueban en el laboratorio y con el feedback que Giuseppe recibe, va aprendiendo y se vuelve cada vez más inteligente para entender tanto la composición molecular de la comida como la percepción de los humano.
Su creador es Matías Muchnick, el joven emprendedor de 33 años que lidera la empresa que podría convertirse pronto en el primer unicornio chileno y que llamó la atención hasta del propio Jeff Bezos.
Administrador de empresas con una maestría en Finanzas, comenzó su vida siguiendo los pasos de su padre, un financiero cuya carrera lo llevó a trabajar en la Argentina, donde Muchnick vivió unos años cuando todavía estaba en el colegio. Ya con título en mano, uno de sus primeros trabajos fue para el JP Morgan, en Hong Kong, donde comenzó a tratar con emprendedores y a contagiarse de su espíritu. El mundo financiero, admite desde su oficina en Nueva York, no le tocaba el corazón.
“Yo esa historia ya la había visto. Quería algo distinto. El propósito siempre fue fundamental para mí, entonces busqué el elemento que me apasionaba: la alimentación”, explica. Pero, curioso al extremo, llevó su pasión a fondo. Se animó a hacerse preguntas incómodas: ¿por qué un día la leche es buena y al siguiente es mala? “Siempre cuando la industria genera esa cantidad de confusión es porque esa industria está quebrada, hay conflictos de interés”, se responde quien antes de lanzar NotCo emprendió con dos compañías: Chooz (una app para fomentar hábitos saludables que terminó siendo su primer fracaso) y Eggless (su primer paso dentro del mundo del plant based que vendió con éxito).
Admite que “nunca le faltó nada”, tuvo buena educación y posibilidades económicas y eso le dejó “ser muy libre”. Esa libertad fue la que le permitió perseguir su propósito y la que también lo situó en el lugar ideal: la universidad de Berkeley, primero, para interiorizarse en el mundo de la ciencia. Y a Harvard, luego, donde conoció a Karim Pichara, doctor en Ciencias de la Computación experto en análisis de datos complejos y hoy co-fundador, que en un fin de semana programó lo que fue el primer chocolate a base de plantas desarrollado por la incipiente compañía.
La startup se completó con la incorporación de Pablo Zamora, bioquímico experto en el análisis genómico de las plantas y único chileno trabajando en la NASA en ese momento. Juntos volvieron a Chile y montaron el laboratorio donde Giuseppe se puso a trabajar en las recetas. Hoy tienen laboratorios, además, en Argentina, Brasil y Estados Unidos (San Francisco).
Argentina hoy es la segunda operación más importante de la compañía y Muchnick ve con especial interés lo que pasa en estas latitudes, no solo por su cariño personal hacia el país, sino por el mercado y su talento: “Allí estamos haciendo algo brillante. Y nadie lo entiende, porque mientras se están yendo las compañías, a nosotros nos va increíble. Somos el ‘Not’ real. El anti todo“.
¿Qué significa ser un emprendedor sudamericano?
Como latinos tenemos una idiosincrasia muy distinta al emprendedor americano. Podemos nacer en cunas de oro, pero tenemos la realidad. Siempre nos enfrentamos a la realidad. Vivimos en países con mucha desigualdad, sabemos lo difícil que es surgir. Nadie nos regala nada. Si bien existe una visión gloriosa o un discurso romántico, también existe un lado del emprendedor que es ultra ejecutivo. Nosotros vamos a ir a vender lo que estamos ejecutando, no un sueño. El americano es muy de sueño, y nosotros somos de “aquí las cosas tienen que pasar”. Vivimos en economías súper inestables, el tipo de cambio de un día para el otro nos puede volver pobres y todas esas cosas las tenemos mucho más inculcadas que cualquier otro lado. Por eso mismo cuando llegamos a Estados Unidos comprobamos que con muy poca plata los latinos logran lo que allá se hace con millones de dólares. Eso ha sido una virtud fundamental en el éxito de la compañía.
¿Hubiese sido más difícil competir en Estados Unidos si arrancaban allí?
No, pero lo que nos permitió haber nacido en América latina fue habernos mandado una cantidad de aprendizajes brutal para llegar extremadamente bien preparados a Estados Unidos a competir. Teníamos que educar: la gente no tenía idea de lo que era el concepto de plant based, lo tuvimos que generar nosotros y fue muy difícil. Nos tomamos un tiempo importante en entender al consumidor, cómo llegar al consumo masivo, cómo no hacer una marca vegana sino una marca para todos, y en lo operativo, tercerizar muchas cosas porque no teníamos nada. Tuvimos que educar en cómo crear un negocio, porque no íbamos a construir 7 plantas de producción en 7 países distintos porque no tenemos plata ni tiempo. Producimos un concentrado y lo mandamos a las fábricas que lo reconstituyen con ingredientes simples. Eso nos permitió, por ejemplo, lanzar en Estados Unidos en seis meses, y produciendo desde Indiana vía Zoom.
Tuviste que convencer a mucha gente y si bien el propósito es noble, ¿te encontraste con detractores?
Detractores ha habido millones: la industria que nos demanda porque no le gusta que digamos la verdad, por ejemplo. Nosotros decimos lo que hacemos y generamos, y la decisión al final va a ser del consumidor. Ahora, hay economías que por lo general están muy acostumbradas a competir a la antigua, demandando, trayendo para abajo. Nos ha pasado en Chile, en Brasil… Y nos va a seguir pasando. Cuando uno les toca el bolsillo a industrias grandes pasa a veces que se adaptan y lanzan sus productos basados en plantas, y están los que dicen que no. Lo hemos visto millones de veces.
Antes la relación entre startups y empresas era más conflictiva, y ahora se están acercando. ¿Ustedes son aliados o amenazas?
Somos amenazas para muchísimos y aliados para otras muchas. Sobre todo, somos aliados para los más flexibles de mente. Hicimos partnerships con Burger King, con Papa John’s (N.d.R.: una de las cadenas de pizza más grandes de Estados Unidos) y estamos yendo hacia más. Algunas lo vieron y nos llamaron y fuimos el catalizador de cambio de muchas compañías que realmente pueden mover la aguja y eso está buenísimo. Eso generó un awareness de NotCo tremendo y nos permitió lograr el 5 por ciento del market share de hamburguesas en Chile en 10 meses.
EJECUTAR, EJECUTAR, EJECUTAR…
Fue en 2019, cuando el fondo del fundador de Amazon se sumó a la ronda de US$ 30 millones que levantó NotCo, y la historia detrás de ese hito todavía parece un sueño para Muchnick.
El emprendedor se encontraba en Stanford participando de un curso de Liderazgo por invitación de Kaszek Ventures, el fondo de inversión fundado por los argentinos Hernán Kazah y Nicolás Szekazy, uno de los primeros VCs en apoyarlos y mentores clave de la startup. Charlando después de clase con uno de los profesores surgió la pregunta: “Matías, si existiera alguien en el mundo al que te gustaría tener de socio, ¿quién sería?”. Muchnick sin dudarlo respondió “Bezos” y minutos después el profesor le confirmó: “Es tu día de suerte, la persona que lidera el fondo de Jeff Bezos fue conmigo a Princeton, la vamos a contactar”.
¿Cuánto dinero llevan levantado?
Levantamos US$ 135 millones en 3 rondas. Cada ronda tiene su afán. Creo que el denominador común de las rondas es siempre tener un excelente balance entre un team muy bueno, muy seguro de lo que estamos haciendo, una ambición grande, y ejecución.
En América latina estamos acostumbrados a ver las rondas más importantes siempre en software. ¿Qué está pasando en biotecnología, donde los tiempos son distintos?
Es cierto que a un emprendimiento de pura biotecnología en general le toma 70 meses generar su primera facturación. Por lo tanto, tiene que ser invertida sin el compromiso de venta. Y tiene que ser gente que entienda que esta tecnología es única, el potencial que tiene y el potencial del producto. Efectivamente emprender en biotecnología en ecosistemas que no están acostumbrados es extremadamente difícil. NotCo, si bien tiene una parte muy de bio, tiene una parte de puro tech. Los Kaszek nos entendieron como una compañía de tecnología, que por lo que creíamos estábamos haciendo comida. Pero siempre va a ser difícil este balance de cómo capitalizo la biotecnología que estoy generando. Nosotros fuimos por el camino más “startupero”: lanzar un producto, ver cómo reacciona el mercado, mejorarlo, aprender y volver a lanzar. Así construimos una compañía de base tecnológica que ocupa biotecnología para generar producto. Eso es más fácil de digerir para un inversionista que es más tech, y hoy el cap table de NotCo está conformado por fondos que solo invierten en tech y otros fondos que solo invierten en consumo masivo.
¿Eso les permitió crecer tan rápido?
Esa es nuestra bandera: en muy poco tiempo ejecutamos extremadamente bien. Hemos crecido entre tres y cuatro veces todos los años desde que nacimos. Y vamos a seguir haciéndolo porque estamos yendo a mercados que son más grandes: el de Estados Unidos va a terminar siendo la mitad de la compañía en un año más. Entonces creo que no hay otra respuesta que la obsesión por ejecutar. El tiempo se nos acaba, tenemos muy poco tiempo para cambiar las cosas y si no lo hacemos a la velocidad de la luz, no estamos en la compañía correcta. Por eso la obsesión por hacer las cosas bien y rápido. Todos pueden generar un discurso romántico de cambiar el mundo, pero al final si le estás dando tu producto a gente que ya es vegana o al 1 por ciento de la población, no estás moviendo la aguja. NotCo está 100 por ciento todo el tiempo recordando que tenemos que mover la aguja, acceder al consumo masivo, y tenemos que hacerlo rápido.
¿Qué hace falta para que esta alimentación consciente tome más escala y pase a ser algo masivo?
Tiempo. La pandemia nos acercó mucho a los alimentos que comemos, nunca habíamos estado cocinando como lo hacemos hoy. Y eso hizo que se acelerara un montón la adopción de productos basados en plantas porque la gente estaba mirando lo que eran estos productos y al final generó mucha adopción. Hubo hijos que convencieron a sus padres. Las barreras del escepticismo tienen que bajar y lo van a hacer con el tiempo.
CERCA DE LA REVOLUCIÓN
La Argentina es la segunda operación en importancia de NotCo, ¿qué oportunidades ves en el país?
El talento que hay en Argentina no se encuentra en ningún otro país latinoamericano. La Argentina fue muy bien educada con compañías muy innovadoras y que dieron una generación de profesionales de primera como MercadoLibre o Globant. Se educaron ya teniendo unicornios desde el 2000. Chile no lo tiene. Hoy en el team de liderazgo somos chilenos, argentinos y brasileños. La Argentina tiene un mercado y un consumidor espectacular, muy formado y que hace mucho ruido. Creo que el país tiene un potencial tremendo. Y creo que las compañías grandes salen porque no supieron leer al consumidor argentino nuevo, pero NotCo sí.
¿Qué se viene a futuro?
Nuevos productos, nuevos mercados, nuevas alianzas. En la Argentina estamos por lanzar varias, que creo que el mercado no se las está esperando. Hoy estamos en Chile, Argentina, Brasil, Estados Unidos y lanzamos Colombia hace un par de semanas. Estamos lanzando Canadá y mirando Asia y Europa. En cuanto a productos, estamos obsesionados con reemplazos cárnicos como pollo y todo lo que es el mar.
¿Cuáles son tus ambiciones hoy?
Mis metas siempre están un escalón más arriba de lo que está pasando en la compañía. Hoy nos está yendo muy bien en Estados Unidos. El próximo paso acá será una nueva ronda de inversión y convertirnos finalmente en ese unicornio que Chile no tiene.
¿Te importa mucho convertirte en unicornio?
No me importa. El unicornio al final es el resultado de una valorización de mercado del impacto que uno está generando. Si valemos 1 billion (US$ 1000 millones) es porque efectivamente generamos una revolución. Y sé que si llegamos a ser unicornios es porque estamos haciendo bien las cosas.
Fuente: Cronista
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