En algunas partes de Asia, cuando muere una persona, sus familiares le ponen una marca sobre el cuerpo -frecuentemente usando hollín- con la esperanza de que su alma se reencarne en la misma familia. Se dice que la marca se convierte en este caso en una mancha de nacimiento en un bebé que nacerá después…
La transmigración de las almas
La creencia en la transmigración de las almas o metempsicosis, usando el término griego, es parte de la historia del pensamiento humano, desde el hinduismo y la mayoría de las religiones orientales hasta incluso el primer cristianismo (Justiniano tuvo que abolir la creencia en la reencarnación en el año 549). Grandes mentes de la humanidad han sostenido la existencia de la reencarnación: Pitágoras reconoció a un amigo al ver a un perro; Platón en “La República” habla de que las almas antes de nacer escogen su vida futura; el filósofo alemán Schopenhauer fue influenciado por los Vedas y formuló una visión dual entre la Voluntad (el mundo real) y la Representación (la ilusión) en la que la reencarnación era; el psicólogo Carl Jung habla en su libro “Memorias, Sueños, Reflexiones” de que de niño recordaba haber sido un hombre muy viejo del siglo XVIII.
Sin embargo la ciencia establecida y la mayor parte de la sociedad parece evitar el tema, exista o no evidencia, parece preferir no indagar demasiado. El escritor inglés Alan Watts habla de que en una sociedad como en la que vivimos una de las grandes formas de control que tiene el estado es el miedo a la muerte de los ciudadanos, si no existe miedo a la muerte, a lo desconocido, no hay de donde sujetarnos. “El arte del gobierno es llenar el vacío más allá de la muerte con amenazas no especificadas para poder controlar a la gente diciendo ‘si no haces lo que digo te mato, o te mataras a ti mismo’, y mientras tengamos miedo de eso y pensemos en la muerte de esa forma podremos ser controlados”. ¿Pero que sucede cuándo ya no le tenemos miedo a la muerte, cuando conocemos lo desconocido?
Ian Pretyman Stevenson fue un médico canadiense, bioquímico y profesor de psiquiatría. Hasta su jubilación en 2.002 fue jefe de la división de Estudios de la Percepción en la Universidad de Virginia, donde se investigan fenómenos paranormales. Stevenson pensaba que los genes y el entorno no bastaban para explicar el comportamiento y desarrollo humano y que la reencarnación tenía un papel importante.
Las credenciales del Dr. Stevenson son impecables. Fue doctor en medicina con muchos artículos académicos en su haber antes de que comenzara la investigación paranormal. Como decíamos, fue jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, y Director de la División de Estudios de la Personalidad en la Universidad de Virginia.
Y probablemente la más conocida, si no la más respetada, recogida de datos científicos que parecen proporcionar pruebas científicas de que la reencarnación es real, es el trabajo de toda una vida del doctor. En lugar de depender de la hipnosis para comprobar que un individuo hubiera tenido una vida anterior, optó por reunir miles de casos de niños que de forma espontánea recordaban una vida pasada. El Dr. Ian Stevenson utilizaba este enfoque, porque los espontáneos recuerdos de vidas pasadas en un niño pueden ser investigados mediante estrictos protocolos científicos.
La hipnosis, aunque es útil en la investigación de vidas pasadas, es menos fiable desde una perspectiva puramente científica. Con el fin de recabar datos, el Dr. Stevenson metódicamente documenta las declaraciones de una vida anterior del niño. Luego se identifica a la persona fallecida que el niño recuerda haber sido, y verifica los hechos de la vida de la persona fallecida que coinciden con la memoria del niño. Incluso coincide con las marcas de nacimiento y defectos de nacimiento de las heridas y cicatrices en el fallecido, certificado por los registros médicos. Sus métodos estrictos de manera sistemática descarta todas las posibles explicaciones ‘normales’ de los recuerdos del niño.
Stevenson heredó de su madre, seguidora de la Teosofía, su interés por lo paranormal. Sus frecuentes postraciones en cama por enfermedad, hicieron de él un lector voraz. Estudió medicina en Escocia y Montreal, donde se licenció y doctoró como primero de su clase. Ya trabajando en el Hospital de Nueva york como miembro de un equipo de investigación en medicina psicosomática, decidió capacitarse como psiquiatra, y pasó a enseñarla en la Universidad de Luisiana. En los 50, inspirado por Aldous Huxley, estuvo involucrado en los primeros estudios sobre el LSD y la mescalina. En una conferencia contó una experiencia mística con LSD (una sensación de plena comunión con la humanidad y el mundo) y otra con mescalina (que afirma que le abrió las puertas a un mundo nuevo de percepciones).
Comenzó su carrera profesional con polémica, al oponerse a las teorías de Sigmund Freud. Para Stevenson, tanto el determinismo como el psicoanálisis no son suficientes para explicar la personalidad. De hecho lo consideraba errado, limitado y no científico. Buscando respuestas a las grandes preguntas, descubrió la parapsicología. A finales de los 50 comenzó a investigar casos de niños que recordaban vidas pasadas sin hipnosis. En 1.961 fue invitado por Eillen j. Garrett, fundadora de la Fundación de Parapsicología, a viajar a la India y Sri Lanka donde comprobó que los casos eran abundantes e impresionantes: en su primer viaje a la India, en 4 semanas descubrió 25 casos.
El Dr. Stevenson dedicó cuarenta años a la documentación científica de los recuerdos de vidas pasadas de niños en todo el mundo. Cuenta con más de 3.000 casos en sus archivos. Muchas personas, incluso los escépticos y los académicos, están de acuerdo en que estos casos ofrecen la mejor evidencia que hasta ahora se había obtenido sobre la reencarnación. La idea de que algunos niños de edades entre tres o cinco años no sólo recuerden una existencia anterior, sino que además puedan identificar a sus seres queridos en ella, golpea a la mayoría de los occidentales y al ser tan extraño obliga a la incredulidad. Tal vez por eso el investigador más destacado del mundo en este fenómeno haya tenido tan poca atención.
Desde finales de los años sesenta el Dr. Ian Stevenson, documentó casos en la India, África, el Cercano y el Lejano Oriente, Gran Bretaña, Estados Unidos y otras partes, en los que niños pequeños han asombrado a sus padres con detalles precisos sobre las personas que afirman haber sido. Algunos de estos niños han reconocido sus antiguos hogares y barrios, así como amigos y familiares que aún vivían. Recordando los acontecimientos de sus supuestas vidas anteriores, entre ellos la muerte a menudo violentas. A veces, sus marcas de nacimiento se asemejan a las cicatrices que corresponden a las heridas que provocaron, según ellos, la muerte. Stevenson cuenta en uno de sus libros que le llevó más de diez años el empezar a darle el valor que tenían las marcas de nacimiento y los comportamientos de los niños. Al principio solo los tomaba como coincidencias y ponía toda su atención en las declaraciones verbales de los niños.
Sus estudios son escrupulosamente objetivos y metodológicamente impecables. El fallecido Herbert S. Ripley, ex-presidente del departamento de psiquiatría de la Universidad de Washington en Seattle, señaló: “Tenemos la suerte de tener a alguien de su habilidad y alta integridad investigando esta controversial área”. El Dr. Harold Lief escribió en el Journal of Nervous and Mental Diseases: “O él está cometiendo un error colosal, o será conocido como el Galileo del siglo XX”.
En 1957, Stevenson fue nombrado Jefe de Psiquiatría en el Hospital de la Universidad de Virginia, y dirigió la División de Estudios de la Personalidad. Autor de numerosos artículos en revistas psiquiátricas profesionales. En 1964 abandonó la psiquiatría para dedicarse por completo a la investigación de los fenómenos psíquicos y la reencarnación. Por suerte, el primer ensayo de Stevenson de las vidas pasadas, “La evidencia de supervivencia a partir de los recuerdos reclamados de encarnaciones anteriores”, publicado en 1960, llamó la atención de Chester Carlson, el inventor de la máquina Xerox. En 1961, previo al viaje de Stevenson a India, Carlson le ofreció fondos para costear su investigación, los cuales Stevenson no aceptaría en un primer momento.
Entre 1966 y 1971, por ejemplo, Stevenson registró un promedio de 55.000 kilómetros al año, a menudo haciendo visitas y entrevistas hasta 25 testigos de un solo caso. En la actualidad se cuenta con 2.500 casos de todo el mundo en el archivo, la mayoría aún sin examinar por falta de dinero e investigadores.
Cuando Carlson murió en 1968, Stevenson lo sintió como una gran pérdida personal. Su amistad con él y con su esposa Dorris habían enriquecido su vida en forma emocional. Para Stevenson, sin embargo, su muerte también significaba el fin de sus subsidios anuales para colaborar en su investigación. Pero ante el asombro de la mayoría, y del mismo Stevenson, se enteraron que Chester Carlson había legado en su testamento la suma de un millón de dólares a la Universidad de Virginia para ser destinado a las investigaciones de Stevenson.
Sus colaboradores
Stevenson entonces decidió dedicarse por completo a la investigación de los fenómenos paranormales, particularmente aquellos que sugirieran la existencia de vida después de la muerte. Renunció a su cargo de Presidente del Departamento de Psiquiatría, luego de negociar el establecimiento de la nueva División dentro del Departamento: “División de Estudios de la Personalidad”.
Stevenson continuó su trabajo solo, pero luego se fueron agregando paulatinamente a su equipo de trabajo hombres como Gaither Pratt, Rex Stanford y John Palmer. Las publicaciones de estos tres investigadores han provisto de un capítulo importante a la historia de la parapsicología. Luego de algunos años también trabajaron junto a Stevenson los que luego se transformaron a su vez en investigadores independientes: Bruce Greyson, Satwant Pasricha, Emily Kelly y Antonia Mills.
Más tarde también se reuniría en su equipo Jim Tucker se unió a su equipo y se mostró a sí mismo como un prolífico y altamente competente investigador y autor. También se debe mencionar aquí a Erlendur Haraldsson, de la Universidad de Islandia, y a Jurgen Keil, de la Universidad de Tasmania, que mantuvieron sus posiciones académicas, pero recibieron fondos de la División para colaborar en estas investigaciones.
Stevenson enumeró las dificultades que a veces encontró para que sus investigaciones llegaran a ser publicadas. Destaca la gran colaboración que tuvo por parte de Walker Cowen, quien fuera fundador y Director de la University of Virginia Press, quien publicó sus investigaciones desde 1970 hasta 1987, año de la muerte de Cowen.
En 1980 un colega de la Universidad le presentó a Peter Sturrock, quien le explicó su idea para convertirse en la Society for Scientific Exploration. Esta sociedad mantenía una publicación (Journal of Scientific Exploration) que fue de gran utilidad para dar a conocer a otros científicos las investigaciones realizadas por el equipo de Stevenson.
En 1997 Stevenson se embarcó en un proyecto que parecía un tanto audaz, pero que a la vez tenía la posibilidad de hacer conocer sus investigaciones a un público general. Ian Stevenson murió a los 88 años a causa de una neumonía, el 8 de Febrero de 2007 en Charlottesville.
Conclusión
Aunque toda la evidencia que recopiló a lo largo de su vida hizo que Ian Stevenson creyera firmemente en la realidad de la reencarnación o transmigración, jamás pudo formular una teoría convincente de cómo es que ocurre la transferencia de una personalidad a otro cuerpo. Al menos no científicamente. Su colega Peter Ramster de la Universidad de Virginia argumenta que ya que el acto de observación se colapsa la función de onda, podría ser que la conciencia no sea solamente un subproducto del cerebro físico sino una entidad separada en el universo que puede imbuirse a un cuerpo y de esta forma existir después de la muerte del cerebro. Usa la analogía de como una televisión es requerida para decodificar una señal pero no produce la señal, de la misma forma el cerebro podría ser solamente el sintonizador de la conciencia.
Antes de su muerte asumió que su objetivo de que la ciencia considerara la reencarnación como una posibilidad, no iba a ser posible durante su vida. Su mayor frustración no fue que la gente desestimara sus teorías, sino que la mayoría lo hizo sin ni siquiera leer sus trabajos. Hace varias décadas, en la División de Estudios de la Percepción, compró una cerradura de combinación y la puso en un archivador. Basó la combinación en un recurso mnemotécnico que sólo él conocía, probablemente una palabra o una frase. Dijo que, si se sentía capaz, trataría de comunicarla (hay que recordar que allí se estudiaban los fenómenos paranormales), pero que se sepa el archivador sigue cerrado.