El lehendakari Juan José Ibarretxe regresa, por unos días, a primera plana de la actualidad política en Euskadi, en un contexto marcado por el pacto de legislatura PSOE-PNV, el cese de la actividad armada por parte de ETA, las expectativas sobre el regreso de la izquierda abertzale a las instituciones y el recorte de derechos y prestaciones sociales, que condena a miles de ciudadanas y ciudadanos a un futuro incierto, marcado por el desempleo, la precariedad y los bajos salarios. La presencia de Ibarretxe en el ruedo político responde a la presentación en sociedad de un libro sobre sus diez años de gobierno, escrito por el periodista vasco Koldo Ordozgoiti, bajo el título ”El futuro nos pertenece. Memorias políticas del lehendakari Ibarretxe“.
Ibarretxe ha sido y es un buen político, inteligente, comprometido, coherente e íntegro, pero es aún una mejor persona. Sus críticos no le dieron tregua. Ni a él, ni a sus gobiernos. Sus propuestas fueron negadas antes de ser escuchadas y la artillería política, mediática y judicial se unió para vetar el debate democrático sobre el derecho a decidir. No consiguieron doblegarle entonces y hoy, legitimado por el hecho de haber sido el candidato más votado en las elecciones autonómicas de 2009, se sube de nuevo a una tribuna para defender sus mismas ideas y sus mismos ideales, que están recogidos en el epílogo del libro de Koldo Ordozgoiti.
Las reflexiones de Ibarretxe se presentan con el título “El derecho a decidir, la llave de la solución” y son mucho más que un testamento político. Se podrá compartir o no su proyecto, pero responde a una convicción personal profunda y merece, como todos, ser tomado en consideración, máxime en un momento en el que la ciudadanía vasca está necesitada de respuestas y consensos transversales. Tengo la convicción de que el tiempo dará la razón a sus razones y el camino que Euskadi emprenda en pro de la paz y la normalización política discurrirá, en parte, por la senda que sus gobiernos trazaron. Es cierto que Ibarretxe anunció en el Parlamento vasco que abandonaba la política y es igualmente cierto que es un hombre de palabra, pero aún así resulta obvio constatar que tiene un proyecto político y quiere compartirlo. Para ello no hay que es estar en primera línea, aunque si es necesario estar presente.