La
pasada semana se celebró la XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de
Gobierno que reunió en Veracruz a la ‘familia’ de ambos lados del Atlántico de
habla hispano-portuguesa. En esta ocasión, se cerraba el ciclo iniciado en
Cádiz 2012 en la que se reconfiguró la ‘latinoamericanización’ de las
estructuras iberoamericanas que hasta ahora estaban sustentadas principalmente
tanto en capital humano como monetario por la aportación de los países europeos.
Básicamente
el término engloba que ahora que la ‘Madre Patria’ española está en plena
zozobra económica, los países más desarrollados de América Latina (Colombia,
México…), adquieran más protagonismo en las reuniones bianuales que se
celebrarán a partir de ahora. Curiosamente, y para no repetir la abstención de
Jefes de Estado que se han producido en anteriores ocasiones debido a la
dificultad de atraer a este tipo de cumbres a personalidades políticas cuyas
diferencias ideológicas son, como mínimo, dispares… tanto México como Colombia
serán las próximas sedes de las conferencias iberoamericanas. Es decir, España
busca a atraer a los países motores –económicamente- para fortalecer la
relación iberoamericana y, de esta manera, las cumbres sean sinónimo de éxito
tras los últimos fracasos de Panamá o Paraguay, entre otras.
Es
preciso recalcar a aquellos lectores que no estén familiarizados con los temas
Iberoamericanos que las cumbres se iniciaron en Guadalajara (México) allá por
1991.Los países latinoamericanos que participaron en las primeras cumbres nada
tienen que ver con la situación actual, de ahí la necesitad de ‘renovar’ el
espacio iberoamericano, “con una apuesta clara por la educación, la cultura y
la innovación”, como ha escrito Rebeca Grynspan secretaría de la SEGIB.
Buceando
en el pasado
Lo
cierto es que las relaciones entre ambos hemisferios han sido inexistentes en algunas casos y, poco frecuentes en otros, especialmente tras
los procesos de independencia dos siglos atrás de las repúblicas
latinoamericanas. Un ejemplo. Mientras los norteamericanos e ingleses al día
siguiente de firmarse la Paz de París (1783) ya estaban comerciando entre ellos,
los españoles y sus antiguas colonias prosiguieron con las malas relaciones a
pesar de que ya, América fuese irrecuperable para desdén del tan ‘deseado’
Fernando VII. Acusaciones mutuas, planes subversivos, pago de deudas
contraídas, recelos recíprocos… y así a lo largo de décadas.
Tras
la independencia de las Trece Colonias, uno de los hombres ilustrados del
gobierno de Carlos III predijo las consecuencias de la emancipación
del gigante americano. Con una previsión a largo plazo poco frecuente entre los
hombres de aquella época, advirtió al monarca de la necesidad de replantear la
relación entre Metrópoli y colonias. En base a lo cual, redactó un informe, hoy
ya famoso, en la que instaba a Carlos III a crear 3 principados en el
continente americano –México, Perú y Tierra Firme-, regidos por infantes en
unión confenderal con España.
“Esta
es la idea por mayor que he formado de este delicado negocio; si mereciese la
Soberana aprobación de V.M. la extenderé explicando el modo de verificarla con
el secreto y precauciones debidas para que no lo trasluzca la Inglaterra (…)” escribía
en el informe el propio conde de Aranda de quien Voltaire dijo que con doce
hombres como él, España quedaría regenerada. El informe obviamente no fue del
gusto de su Catolicísima Majestad, y las palabras de Aranda quedaron
postergadas como tantas otras en la Historia de España a los archivos ministeriales.
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