Antonio Suárez 8
28.802 Alcalá de Henares (Madrid)
Habitación: 213Fecha de entrada: 18/1/2017
Tarifa: 64€ (A+D)
Ubicado a las afueras de la ciudad, en un parque comercial a pie de la carretera que une la A2 con Alcalá. Situado junto a una gasolinera, entre un supermercado y un moderno edificio de oficinas en una estrecha calle que no conduce a ningún sitio. Un edificio de tres plantas en granito color rosado y arena con ventanas cuadradas de aluminio rojo. Instalado en una parcela rectangular, vallada que reserva un espacio para parking en su parte trasera.
Frente a la puerta hay una zona con un pequeño jardín y una curva entre las dos puertas de la valla que protege la parcela en la que se puede aprovechar para descargar el vehículo. Junto a la puerta, y desordenadas, una mesa metálica de aluminio con dos sillas de plástico naranja dan la sensación de tasca de carretera.
Dos pares de puertas correderas de cristal nos llevan a la recepción. En el espacio entre ambas hay un paragüero, una maceta y un tótem con información del hotel, de la cadena y de la zona. a al parking ubicado detrás. Tras la segunda puerta llegamos a la recepción. Es un único espacio que ocupa toda la planta. A la izquierda queda la cafetería, algo oscura, con un puñado de mesas y un enorme televisor encendido. Un poco más allá está la zona donde se sirve el desayuno. A la derecha de la puerta hay varios ventanales enormes que llenan de luz natural la zona de recpeción. Cuando las cristaleras terminan se suceden hasta el fondo varios sofás de color rojo en los que charlar o esperar a alguien alojado.
El mostrador es de madera clara brillante rematado con un mostrador color verde. Largo y algo curvo. Con dos puestos de trabajo. Sobre él varios folletos del hotel, y un timbre para avisar por si no está el recepcionista. Detrás varios carteles del hotel y algunos armarios con carpetas, papeles... algo desordenado. Tras el mostrador nos atiende una joven extranjera que nos pide todos los datos del DNI (¿para eso soy Gold de la cadena?). El trato es distante, frío y procedimental. Pero muy rápido. Eso si. Nos indica los horarios del desayuno y le preguntamos por el wfi que es gratuito y veloz en todo el hotel.
A continuación del mostrador de recepción en dirección a los ascensores encontramos a la izquierda un pequeño business corner protegido por unas mamparas de madera y cristal. Un ordenador y varios folletos turísticos. Frente a los ascensores hay una fuente de agua, un microondas y una máquina de vending con productos de higiene, bebidas y snacks.
Hay dos ascensores. Modernos, limpios, brillantes y muy luminosos. Paredes de formica brillante, un espejo en la pared del fondo y varios carteles sobre el hotel, sus servicios y la cadena. Las puertas, correderas y de acero se abren muy muy despacio. Y nos sitúan en un pequeño recibidor sobre el que corre un largo pasillo en el que se encuentran las habitaciones.
Luz fría, moqueta verde y rosa de motivos vegetales, paredes de gotelé en color crudo y puertas marrón claro algo brillante. En un pomo de acero mate introducimos la tarjeta y abrimos la puerta. Tras ella, a la izquierda la ranura en la que colocar la llave para activar la luz y dos interruptores, uno para la luz del corto pasillo y otro para el baño, cuya puerta queda unos pasos más adelante. Siguen las paredes de gotelé claro y el suelo cambia de moqueta a parquet, de color marrón claro algo brillante. Muy limpio y cuidado, aunque hay alguna zona con marcas del uso. La sensación es de estandarización absoluta. Nada de emoción. Nada que se salga de lo normal.
Tras el corto pasillo en el que se encuentra la entrada al baño llegamos al dormitorio. El espacio allí no es muy grande. Pero tampoco pequeño. Todo está como muy medido. Pocos espacios libres. La mayor parte del mismo lo ocupa una enorme cama blanca con dos almohadas pequeñas y quizá excesivamente gruesas (para gustos, los colores). Cubierta con un ligero nórdico vestido con sábanas algo ásperas. Rematada con un cabecero de madera clara con algunos detalles metálicos y sendas mesillas a cada lado. Sobre ellas interruptores para apagar la luz y dos lámparas de noche feas y poco prácticas para la lectura. No hay enchufes, aunque no queda lejos el del escritorio.
A los pies de la cama cuelgan de la pared un cuadro y un gran espejo casi de cuerpo entero. La pared del fondo de la habitación además de la ventana, que se puede abrir sólo un poco y cuyas vistas dan al edificio de oficinas que hay junto al hotel, acoge el armario y el escritorio. La cortina es de color marrón y naranja, y no cubre del todo la ventana por lo que se cuela la luz de la mañana por los laterales. Junto a todo ello, en una pequeña repisa triangular se presenta un pequeño televisor de plasma bajo el que hay un folleto con los canales disponibles.
El armario no es más que un juego de tablas que acoge un par de baldas y un colgador con perchas normales y de antirrobo. En la zona hay una luz en el techo que se activa cuando nos acercamos y se apaga al alejarnos. Dentro, un maletero plegable de aluminio y tiras de tela negra, otro almohadón y una manta extra.
Bajo la ventana, el escritorio. Con una silla de madera y patas metálicas algo incómoda. Sobre el escritorio un teléfono y la carta del room service. En la pared hay un par de enchufes disponibles para poder cargar los aparatos electrónicos. Si el cable es largo podemos dejar el aparato incluso sobre la mesilla.
A la entrada al dormitorio encontramos en la pared el display del aire acondicionado. Muy simple: dos ruedas, una para la potencia y otra para más o menos temperatura. Funciona con eficacia, pero también con ruido. Imposible dormir con él encendido. Quizá la habitación pierda demasiado calor durante la noche, porque al despertar hace frío. Los alrededores del hotel son tranquilos -quizá demasiados- así que la insonorización exterior es buena. La interior es muy mejorable. Se escucha demasiado el pasillo, los ronquidos, los movimientos de las habitaciones colindantes. Las puertas crujen demasiado al cerrarse y abrirse. Tanto que cuando nuestro vecino de habitación sale de la suya nos despertamos sobresaltados pensando que están abriendo la nuestra.
El baño no es pequeño. Pero es muy sencillo. Paredes de mármol color marrón claro, al igual que el suelo. Una única luz, con dos puntos sobre lavabo, situado en una encimera curva quizá demasiado baja. Un grifo monomando que ofrece agua bastante mezclada con aire. Poca potencia. Al abrir el grifo, el desagüe ofrece un repugnante olor como a pozo. Frente al lavabo un gran espejo. A la derecha un secador de escasa potencia y un bote anclado a la pared con el jabón de manos. Bajo la encimera una banqueta y una chirriante papelera de plástico verde.
Un bidet, el inodoro, y una gran cabina de cristal con la ducha completan el aseo. El grifo de la ducha está algo destartalado. La temperatura es correcta pero tanto el caudal como la presión resultan lamentables. Otro bote alargado anclado a la pared ofrece el champú/gel. Dos toallas de tamaño mediano, limpias aunque algo ásperas, constituyen todo el equipo de lencería que se ofrece.
Por la mañana, detrás del mostrador de recepción, se autosirve el desayuno. Todo muy normalito, muy aburrido. Un cortito buffet en el que tenemos que servirnos en una bandeja lo que queramos: zumo, bollería, pan, algo de fiambre y queso, tortilla de patata, mantequilla y mermelada, algunos yogures y lácteos y una máquina de café bastante decente. Entre las mesas encontramos algunos armarios en los que dejar la bandeja del desayuno al terminar el mismo.
En la recepción de salida el trato vuelve a ser otra vez frío y distante. De nuevo piden los datos para la factura, que hay que volver a teclear. Al menos, son rápidos.
Calidad/precio: 7
Servicio: 6.5Ambiente: 6
Habitación: 7
Baño: 4.5
Estado de conservación: 7.5
Desayuno: 5
Valoración General: 6