Hoy os recomiendo una exposición a la que he asistido este fin de semana el Tate Modern, Londres, del artista Ibrahim El-Salahi.
La exposición, en cartel desde el 3 de julio hasta el 22 de septiembre, es una explosión sensorial a través de la cual emerge Sudán, una atribulada nación que geográficamente está situada en el continente africano pero políticamente forma parte de Oriente Medio. Pese a que el-Salahi, se formó como pintor en Europa y vive desde 1988 como exiliado en el Reino Unido, su obra es indudablemente sudanesa y está repleta de referencias culturales, artísticas y humanas hincadas en la rica cultura del país.
El-Salahi fue, en la década de los cincuenta, de los primeros artistas en usar elementos caligráficos islámicos en pintura, que también incorpora alusiones a las dos grandes culturas religiosas de Sudán: copta y nuba. Los cuadros de esta época, basados en los trazos de líneas, dieron paso a un estilo más meditativo, basado en las formas orgánicas y la reflexión sobre la identidad nacional sudanesa y la peregrinación vital del artista.
De la experiencia y el posterior exilio emergió una obra más depurada y basada casi por completo en el blanco y negro (“son los colores del aire y la tierra de Sudán”), la expresividad esquemática y la desproproción de los motivos. El gran fresco The Inevitable (Lo inevitable, 1984-1985) es el cuadro más famosos de la carrera de El-Sahali que muestra de manera monumental y caótica las consecuencias de la sangrienta guerra civil sudanesa.