Miquel Iceta quería ser Califa en el lugar del Califa cuando Montilla decidió dejar la dirección del partido en el período de vacío de poder político más largo que ha tenido el PSC.
No pudo… las artes de guante de seda y conspiraciones florentinas no pudieron contra las más contundentes lógicas de los que al estilo matón imponen sus votos como un club cerrado, o los que con una “brillante” estrategia como Carles Martí creen que gobernar un partido era colocar gente en la ejecutiva.
Iceta era menos controlable por parte de los sargentos (llamar a algunos capitanes es elevarles a un nivel que no han tenido en la vida), demasiado listo. Vieron como Iceta había decapitado a Maragall y como había conspirado para poner a Montilla y luego defenestrarlo. Si algo sabe un buen suboficial es que tal vez puede controlar a un oficial inepto, pero no a un coronel brillante. Egoista, pero brillante.
Durante todo este tiempo, los sargentos controlaron el partido. Sin oposición. A menos que consideremos que una banda terrorista que aglutinaba a militantes desesperados pueda llamarse oposición. Porqué lo que la prensa creía que era oposición no eran más que un grupo de viejas glorias, prácticamente todas amortizadas, creyendo que jugaban su juego pero no.. .jugando el juego del maestro de títeres, Iceta.
Durante todo este tiempo Iceta se ha sabido reponer. Ha dejado que la dirección nacional se pegue castaña tras castaña, incentivando y reorientando cuando parecían que estaban entrando en razón. No sé si jugó un papel destacado en el enorme error de entrar a jugar la carta de Chacón en el congreso del PSOE. Pero sí es evidente que lo ha tenido a la hora de embarcar al PSC en un intento de fusionar el discurso del PSC con el del PSOE en algo tan irreconciliable como la consulta soberanista e intentar hacernos tragar que eso era federalismo. Iceta puede engañarnos en el PSC, pero fuera no tanto. Sobretodo porqué los que no viven en palacio las artes florentinas no les afectan.
Los sargentos han intentado sostener a Navarro, el sargento mayor al que habían elevado a categoría de príncipe, hasta el final. Algunos intentaron hacer una operación “pon tú la cara y te controlamos desde atrás” con una Núria Parlón que ha demostrado más inteligencia que todos juntos al no aceptar.
Así que Iceta vio su momento, el maestro de espías, el artista, el visir ya puede ser Califa, y esta vez con los sargentos desactivados. Faltaba una pieza. Los “críticos”. La supuesta oposición. Pero ahí lo tenía más fácil. En una semana los ha desmontado. Al pío de Lleida le ha ofrecido un caramelo, que después le retirará, de ser cabeza de lista en las autonómicas, y a Nàtius lo ha estado toreando y dirigiendo como ha querido, esta semana lo ha llevado a una posición que no podía aceptar para que marchara del partido. Si algo ha demostrado Iceta es un arte a la hora de plantarle trampas a los “críticos” del PSC, si algo han demostrado los críticos es caer en ellas.
Magistral. No sabemos siquiera si Albert Aixalà se presenta por desesperación (es lo que creo) o es incluso una marioneta que ha sido empujada por Iceta para presentarse y legitimar su victoria. No dudo de Albert, él es honesto y tiene una visión estratégica que comparto, pero los hilos de Iceta son tan largos y sus artes florentinas son tan buenas que incluso este post que escribo podría estar inspirado por alguna de sus maniobras.
Independientemente de todo esto. Iceta va a ganar, por fin, una batalla en la que ya no está poniendo un tipo al que manipular por otro, sino que se pone él. Se ve con suficiente fuerza y control para hacerlo. A pesar de que los sargentos lo odian, no se fían, estos ya no tienen capacidad ni fuerza de presentarle batalla. Ganará por incomparecencia, de la manera que le gusta, sin sudar la camiseta. Con inteligencia y astucia.
El problema de Iceta es que no ve la foto completa. La ve desde el palacio. Desde el palacio, la victoria de Iceta es incontestable. Desde la sociedad no.
Iceta quería liderar un partido político, con opciones de gobierno, central en la izquierda. Pero ahora Iceta gobernará los restos de una asociación política, cuyo escenario es que el organismo con más poder que puede dirigir es el Consell Comarcal del Baix Llobregat, porqué hasta el ayuntamiento de l’Hospitalet va a ser duro que lo ganen.
Iceta, Maquiavelo, ha ganado la batalla. Esa larga batalla que comenzó a dibujarse después del congreso de Sitges y en la que él ha ido sobreviviendo a todos los actores (aún le queda uno de los matones, el incombustible Sala, otro superviviente donde los haya). El problema es que esa larga batalla ha terminado por destruir el PSC.
Iceta, Maquiavelo, o como ganar todas las batallas para terminar perdiendo la guerra.