Revista Política

ICV, ¿la contrarevolución permanente?

Publicado el 06 octubre 2014 por Trinitro @trinitro

contrarevolucionarios
Antes de nada quiero aclarar algunos aspectos. Algunas de las personas con las que mejor he trabajado en política son de ICV, he estado en dos equipos de gobierno municipal en el distrito de Horta-Guinardó con una regidora de ICV y un equipo directivo próximo a ese partido, y el segundo mandato me sentía más cómodo con mis compañeros de gobierno de ICV que con mis compañeros del PSC en más de una ocasión.

He conocido a gente de ICV que trabaja con mucha honestidad e ICV ocupa un espacio político esencial en Catalunya. También hay personas dentro de ICV, como Joan Coscubiela, que admiro profundamente. También tengo amigos y conocidos en ICV a los que respeto, a ellos, y a su opción política.

Por otro lado respeto a ICV y cualquier otro partido que toma una opción u otra en el “procés” catalán, aunque no la comparta. La complejidad de la sociedad catalana es tan grande que incluso hay sitio para posiciones ambiguas o no necesariamente definidas. Estoy un poco cansado de que parte del independentismo no solo obligue a todo el mundo a definirse, sino a definirse por el Sí-Sí. El independentismo si queremos ganar y ser mayoritarios hemos de respetar incluso a quien no quiera definirse o jugar a dos aguas.

Una vez aclarada mi posición, me atrevo a hacer una enmienda a la totalidad de ICV en el procés. Intento no definir no sólo las decisiones de la dirección sino la actitud de numerosos militantes del partido.

La disfuncionalidad del Sí-No y la eterna queja de que nadie lo defiende

ICV en el procés forzó a que la pregunta de la consulta sea tan rara. Doble pregunta, con un “sí no” que no sabes muy bien que quiere decir. Yo hubiera preferido una pregunta con dos posibles hojas de ruta “¿Quiere que el gobierno de Catalunya negocie una hoja de ruta para la secesión de Catalunya? – Sí o No” o algo aún más sencillo “¿Prefiere que Catalunya sea independiente?, Sí o No”. Incluso una opción estilo “¿Qué modelo de estado prefiere?” con 3 opciones sería mejor que esta doble pregunta.

Pero esa opción ya está, forma parte del posibilismo político y de integrar a ICV en el proceso y ofrecer al PSC la oportunidad de sumarse en un último momento. Los de UDC la aprovechan para expresar parte de su electorado que el tema de la independencia le da vértigo y confederalistas que conozco defienden esa opción. Una vez está en las opciones, pues se juega con ella.

El problema es que hay mucha gente de ICV diciendo “no se defiende igual Sí-No que la Sí-Sí”. Y se lo dicen a la gente favorable al procés que quiere votar y defiende el Sí-Sí. En parte coinciden con los partidarios del “No” que quieren votar y votar no.

En una consulta sin tanto obstáculo legal y bloqueo institucional habría partidarios de cada opción defendiendo una u otra. El problema es que si tu opción, porqué coincide en parte con los que bloquean el proceso (teóricamente el PSC sería partidario de algo parecido a un Sí-No), en parte porqué no puedes presentar argumentos porqué no los has trabajado, no tiene mucha presencia, es culpa exclusivamente de los partidarios de esa opción.

La consulta es disfuncional, basicamente por el bloqueo institucional, pero dentro de esa disfuncionalidad podrías haber defendido con más ganas el Sí-No en vez de estar quejándote que casi nadie defiende abiertamente ni da argumentos a favor de esa opción. Los del “Sí-Sí” no paramos quietos, tiramos adelante. Y no sólo arrastramos nuestra opción sino que somos los que más caballos ponemos al motor de la consulta. Creo que el margen de esfuerzo que metemos los del Sí-Sí solo para defender el proceso genera margen a los del Sí-No, por muy pocos que sean a defender sus propuestas.

El momento y la causa perfecta para los cambios institucionales

Una de las discusiones más absurdas que he tenido durante estos meses ha sido con militantes y simpatizantes de ICV que no paraban de repetirme que tenía razón en que los cambios institucionales eran necesarios, que la consulta y el proceso catalán eran los únicos que tenían la fuerza y acorralaban al poder establecido para producirlos pero que no se sumaban porqué no era la causa que ellos habían soñado.

Imaginemos a la gente del PSUC que en los años 70 no se hubieran sumado al consenso democrático ni aportado su fuerza para ayudar al cambio porqué el proceso no incluía la emancipación de la clase obrera, la lucha por la distribución de los medios de producción y un mundo sin clases sociales y donde el capitalismo se sometía a los soviets. El PSUC era un partido comunista que era posibilista, sabía que en los años 70 sentarse con el sector menos rancio del franquismo y con demócratas de derechas era lo mejor. Construir una democracia era lo mejor, y que aunque el resultado no era un óptimo, ni de lejos, era una situación mejor que la anterior.

Hoy en día militantes y simpatizantes de ICV te reconocen que la correlación de fuerzas políticas y sociales son más favorables que en 1978, que la sociedad es más madura, que hay movimientos sociales mejores y más organizados que en 1978, que el proceso catalán es plural y no hay una fuerza hegemónica que lo domine, que estamos en una sociedad que ha aprendido que fallos hay que corregir y que hay un cierto consenso en hacer mejores instituciones. Pero terminan no creyendo en el procès por dos motivos: “hay gente de derechas dentro, como los de CiU”, y “esto nace del nacionalismo y yo soy internacionalista”.

Vayamos a las dos objecciones. La primera para una persona con cierto pensamiento liberal como yo, me retuercen. Las sociedades son plurales, habrá gente muy de derechas y muy de izquierdas. Cualquier nueva constitución que se escriba en Catalunya, España, Dinamarca o Arcadia participarán gente de izquierdas y de derechas. Y el resultado dependerá de la correlación de fuerzas. Hoy esta gente de ICV reconoce que la correlación de fuerzas es más favorable para la izquierda que frente al postfranquismo y una derecha reaccionaria como en el 78, que las organizaciones de izquierdas son más grandes, más sólidas, maduras y capaces de reaccionar que en el 78, pero no quieren que demos el paso porqué aún existe gente de derechas. Absurdo, no. Lo siguiente.

La segunda es la falacia del puritano. Como el proceso tiene en el fondo una motivación que no coincide con la mía, a pesar de que el proceso favorezca a mi agenda política, no quiero secundarlo. A mí me es igual que haya gente en el proceso catalán motivadas porqué crean que los catalanes cagamos oro y meamos colonia. El problema es de ellos. A mí me interesa es que el proceso catalán si adquiere fuerza va a terminar generando un cambio de instituciones y si todos colaboramos estas instituciones van a mejor. En 1978 los del PSUC sabían que la motivación de muchos franquistas era no perder su silla pero permitir margen a la democracia, que la motivación de muchos de derechas demócratas era adquirir el poder, luego lo de mejorar la sociedad venía después. Pero sabían que las instituciones de una democracia algo disfuncional eran mejores que las franquistas y que daba más margen a cambiarlas.

Algunos simpatizantes de ICV parece que esperen el momento perfecto obviando que los grandes cambios se producen cuando existe la oportunidad política y que o participas u otros te los diseñan. O tal vez los de ICV tienen otros 35 años para esperar un momento que el statu-quo esté tan acorralado y tenga en frente un movimiento transversal y con tanta fuerza, el resto de los mortales no los tenemos.

Revolucionarios de teoría, no de praxis

Hay algo que me sorprende del “procés”. Gente muy “de orden” como un servidor, socialdemócrata de toda la vida, defensor del propio sistema político, o la gente conservadora de CiU asumimos que seguramente el “procés” va a tener elementos de desobediencia civil en mayor o menor medida (como toda desobediencia civil, todo está en los matices y en como se ejerza), y que eso significa asumir las consecuencias, dar la cara y cambiar el rol (dejas de ser “legislador” y asumir ese papel, para asumir el de activista que lucha contra un bloqueo institucional para forzarlo a negociar), en cambio los que desde siempre nos han dado lecciones de antisistema y postcapitalismo, de superar la limitada democracia burguesa, son los que se están quedando en el aire.

Dejando la CUP a un lado, los postcapitalistas que tanto nos han gritado “reformistas de pacotilla” o nos criticaban nuestra connivencia con el poder y el capitalismo, hoy en Catalunya andan bastante despistados. Puedo aceptar y entender que decidan que el tema del “procés” no va con ellos, que en términos marxistas es una revolución “burguesa” y en el fondo hay que luchar por la emancipación de las clases trabajadoras. Pero es que ni eso. La CUP, por ejemplo, que tiene el discurso más troskista en este aspecto ha entrado en el “procés” sin tantos complejos.

Lo que no puedo entender es que decidiendo participar del procés, y participar del consenso de la mayoría parlamentaria de hacer una línea de resistencia pasiva y desobediencia política de baja intensidad, no lo asumas con todas las consecuencias y cometas cagadas como la de proponer a una persona que no está dispuesta a asumir las consecuencias de defender un proceso que es un acto de desobediencia civil, para el comité de garantías del 9N. Es evidente que un acto que supone de una manera u otra una orden del Tribunal Constitucional no cuenta con las garantías jurídicas que un acto permitido por el Tribunal Constitucional. Técnicamente estás haciendo un ilícito, y si lo asumes como desobediencia civil, has de asumir las condiciones en las que lo haces y las consecuencias que puede tener. Es absurdo que ICV haya metido en el fregado a una persona que no estuviera dispuesta a ellos, cuando ellos técnicamente sí.

Es el típico error del puritano. Sé que voy a hacer algo que moralmente puede ser cuestionable (toda desobediencia civil tiene esos elementos, no nos engañemos, y si no recordad el debate moralista alrededor de la insumisión), asumir que me estoy moviendo en una zona de grises y que por ello he de ir con mucho tiento y voy a ser objeto de críticas y de sanciones. A ICV la zona de grises se le atraganta y aunque deciden entrar, proponen a un purista (que tiene todo el derecho a serlo, y no pretendo criticar su postura) que no quiere asumir los costes. El problema no es de la persona, sino de los de ICV. Que no han consultado con esa persona si está dispuesta a asumir los costes antes de proponerla y que por sus propios complejos han dinamitado su propia postura.

Sigo bastante perplejo, porqué la actitud de ICV y de sus simpatizantes ha sido la de sacarnos los colores a los socialdemócratas durante décadas. Seguramente en alguna ocasión con mucha razón. Parte de su programa es muy revolucionario (por ejemplo, lo de la deuda ilegítima es más disruptivo que cualquier proceso de independencia), pero a la hora de la verdad, cuando hay algo que según su postura declarada coincide con su programa electoral y hay la oportunidad política para ejecutarlo, se tiran atrás.

Al final creo que la actitud de los simpatizantes de ICV en el fondo es muy contrarevolucionaria. Los cambios en el sistema están muy bien cuando son teóricos, cuando puedes asumir una postura pura y sin matices desde la cuál criticar a los que vivimos eternamente en la real politik. Pero los cambios no molan cuando se pueden conseguir. Se asustan. Buscan la excusa ideológico-purista para no arriesgar y quedarse en esa posición de blancos absolutos. No quiero hacer una enmienda general a las posturas postcapitalistas pero comienzo a desconfiar de las posturas más extremas que me hablan de ensoñaciones postcapitalistas, porqué comienzo a temer que en el fondo se escondan en mucha retórica pero que sean contrarevolucionarios que buscan su espacio político y de poder.


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