Hace ya unos cuantos años entraba yo a un bar de San Cristóbal de La Laguna (en la isla de Tenerife), cuando me fijé en las fotos antiguas que adornaban las paredes. A decir verdad, la he visto en estos días, en el mismo bar, y no sabría decir si los dueños, que le han dado un lavado de cara al local, han respetado la idea original o yo estoy mezclando cosas y esa foto no estaba por aquel entonces.
Viejos equipos de fútbol, reuniones de amigos, y la portada de un antiguo periódico con una foto de un barco cargado de personas con aspecto de haber pasado un viaje infernal: " 106 inmigrantes españoles detenidos en Venezuela ", decía el titular.
Buscando más información, encontré que, entre los años 1948 y 1952, llegaron a Venezuela unos 12.000 emigrantes ilegales desde Canarias (les recomiendo que lean el artículo). Luego, al parecer, la cosa se legalizó con la firma de unos acuerdos.
Todo esto me ha venido a la cabeza porque, tras las elecciones de pasado 28 de abril, hubo quien, triste y defenestrado, preguntó en una red social que qué país de derechas le recomendaban para emigrar y marcharse de esta España "condenada" (cuando hasta el IBEX está contento y feliz, ahí haciendo historia).
La respuesta no puso ser más directa: un país de derechas no quiere inmigración, los tristes y defenestrados pedían un imposible. Aunque, claro, ese problema solo lo tienen los que no son ricos. Con dinero no se es un inmigrante. Se es otra cosa. Con lo cual deduzco que quienes querían irse de España porque no había ganado la derecha (tal vez era postureo y pataleta) no eran precisamente ricos. Cosas de las redes sociales. Al final, como dice el artículo publicado en ALnavío que enlazo más arriba, la vida también es un viaje de ida y vuelta.
Canarias huía de la miseria mirando a Venezuela. Más tarde, Venezuela volvió su cara hacia España. Luego, con la última crisis, los españoles volvían a emigrar a países de todo el mundo en busca de un futuro mejor. Mientras, huían de la guerra hacia tierras europeas miles de personas desesperadas... Un viaje constante de ida y vuelta.
Y, pese a todo, parece que no aprendemos a convivir.
P.D.: Espero que Venezuela consiga superar esta profunda crisis, que la violencia no se erija como solución, que ese viaje de ida y vuelta que es la historia no tenga un amargo final. Aunque, sinceramente, no tengo ni idea de cuál es la forma de hacer que, quienes pagan las consecuencias, no sean siempre los mismos.