No hay mayor desespero para una madre o un padre que poner el plato de comida delante de su hijo y que este no quiera comer. Mil preocupaciones asaltan la mente ¿por qué no come? ¿le pasará algo? ¿estará enfermo? Para vivir hace falta alimentarse por eso que un niño no quiera comer causa gran desasosiego, tanto que muchas veces se obliga al niño y la hora de la comida acaba siendo una tortura para ambos.
De lo que se trata precisamente es de evitar estos dramas, si convertimos la hora de la comida en un sin fin de lloros, gritos, reproches y amenazas solo conseguiremos asociar la comida a algo negativo que el niño querrá evitar cada vez más.
El secreto mejor guardado sobre la comida
En lo que se refiere a la comida solo hay un secreto, siempre que hablemos de niños sin ningún problema de salud, y este es: comen cuando tienen hambre, exactamente igual que nosotros.
Los padres a menudo exageramos, no come ¿es que no come nada en absoluto en todo el día? Seguramente no.
Si nuestro hijo se sienta a la mesa y no come, lo primero que deberemos preguntarnos es ¿tiene hambre? Puede que haya desayunado un tazón de leche con cereales, luego haya almorzado un bocadillo o una pieza de fruta y cuando se siente delante del plato puede que pinche tres o cuatro trozos y no tenga más hambre. No hay que hacer un drama, hemos de pensar que un niño ni tiene el estómago ni el tamaño de un adulto, no le podemos pedir que coma lo mismo, ni siquiera la mitad que nosotros.
Como decíamos, alimentarse en necesario para sobrevivir y esto está inscrito en nuestro código genético, el niño va a comer lo que necesite y si no quiere más seguramente es que no lo necesita. Partimos de que estamos hablando de un niño sin problemas de salud, que crece según le corresponde y no tiene ninguna carencia, solo que no come lo que nosotros quisiéramos.
Modificar cantidades en todas las comidas
Si queremos que coma más a medio día podemos disminuir la cantidad de almuerzo o adelantarle la hora, seguro que llega a la mesa con más apetito. También podemos colocar menos comida en el plato, lo que se vaya a comer, esto sirve también para motivarle, no hay peleas, se lo ha comido todo, todo. Tampoco podemos estar constantemente encima de él, hay que dejarle respirar que coma a su ritmo, no tiene porqué comérselo todo en 10 minutos como nosotros. Se le pone el plato delante y que coma lo que quiera, no se le ofrece otra cosa, ni se le tiene sentado dos horas a la mesa ‘¿has acabado? Pues a otra cosa’. Ambas partes van a agradecer este respiro.
Si no ha querido comer por capricho puede que al poco rato reclame comida, hay que explicarle que las horas de comer ya están establecidas y que deberá esperar a la merienda. Si esto le queda claro no volverá a dejarse comida en la mesa. Lo que no podemos hacer es darle lo que pida sin tener en cuenta los horarios, porque entonces será imposible sentarlo y que coma.
Dejando que coma lo que necesite, respetando su ritmo y dentro de un horario establecido, sin castigos ni amenazas, la hora de la comida dejará de ser la tortura que es para muchas familias.