Revista Filosofía

Idem non mutatur per seipsum

Por Daniel Vicente Carrillo

Idem non mutatur per seipsum
Nadie puede ser a un tiempo agente y paciente de sus propios actos, hacer y ser hecho, refutar y ser refutado. Por ello, la naturaleza, si es siempre móvil, no puede ser el único motor.
"La naturaleza -escribe d'Holbach- es un taller inmenso que fabrica los instrumentos de los que se sirve". Es decir, es el fabricar antes que lo fabricado, el colorear antes que el color, el mover antes que el móvil.
Ser agente y paciente a un tiempo es un absurdo, como un pincel que se pinta o unas fauces que se devoran. Así, nadie puede ser objeto de sí mismo en idéntico grado en que es sujeto. No puedo aleccionarme ni abrazarme sin contradicción, pues ¿cómo me proveeré de una sabiduría que no tengo o rodearé mis brazos con mis brazos? Tal repugna a la lógica. Por el mismo motivo, la naturaleza no puede ponerse en movimiento por sí sola, porque para empezar a obrar necesita un objeto heterogéneo. Y puesto que sólo hay naturaleza en la naturaleza, tal objeto no existe. De donde se sigue que, si la naturaleza es el objeto, no puede ser el sujeto.
No es menos incomprensible el moverse a sí mismo que el crearse a sí mismo. Si me muevo a mí mismo, altero mi estado. Pero para alterar mi estado como paciente, antes tuve que alterarlo como agente. Es decir, tuve que ser algo antes de serlo y hacer algo antes de hacerlo.
Decir que una parte de la naturaleza mueve a otra no equivale a afirmar que la naturaleza es semoviente. La extrapolación es errónea, al proceder de las partes al todo. Por tanto, o se mueve sin causa y sin explicación posible (lo que es evitar un absurdo para caer en otro), o la mueve algo extraño a la naturaleza.
Niego, en suma, que exista algo así como una causa de sí mismo (causa sui), no sólo en el sentido radical de autogenerarse, sino también en el relativo de autoimpulsarse. Otro tanto vale para ser fin de uno mismo. La inmanencia es inconcebible, pues todo obedece a causas externas, ya sean eficientes o finales.
Así pues, la naturaleza, si fuera un sujeto, sería autocontradictorio. Podría afirmarse a la vez que mata y le dan muerte, que pare y es parida. Luego no es un sujeto. Si no es un sujeto, evidentemente no puede ser verdadera ninguna proposición en que la naturaleza aparezca como tal. Y, por tanto, es falsa la proposición la naturaleza se mueve a sí misma. Ergo, tertium non datur, es verdadera la proposición la naturaleza es movida, si por tal movimiento entendemos el de la creación, esto es, el paso del no ser al ser.


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