Revista América Latina

Identificaron a otro soldado caído en la guerra de Malvinas: Julio Cao, el maestro que fue como voluntario a las islas

Publicado el 04 junio 2018 por Sofogebel
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Ya son 92 los soldados identificados en el marco del Plan Humanitario. La historia del maestro de Laferrere que eligió ir a defender la Patria, la conmovedora carta a sus alumnos, y las lagrimas de la hija que nunca conoció.
Julio Rubén Cao era maestro. Amaba ir todas las mañanas hasta
la Escuela N°32 de Gregorio de Laferrere y saludar a sus alumnos
de 3° D. Cada día, antes de partir, le hablaba a la panza de su mujer Clara
Barrios: él creía que iba a tener un varón y murmuraba con una
sonrisa "Hola Torito te estamos esperando". Estaba feliz: iba a 
ser padre y soñaba con una familia numerosa. Era pacifista y admiraba a Ghandi. Sus héroes eran San Martín 
y Belgrano. Lucía con orgullo su siempre almidonado guardapolvo
blanco: desde que tenía memoria había querido ser maestro.
La guerra lo encontró enseñando, y algo le golpeó el corazón:
"No puedo quedarme acá, tengo que ir a defender la Patria",
pensó. Julio Rubén Cao tenía 21 años cuando le comunicó a su familia que
había decidido ir de voluntario a las islas Malvinas. Partió el
12 de abril de 1982 hacia Puerto Argentino junto al Regimiento de
Infantería Mecanizado N° 3 del Ejército. Al despedirse le dijo a su madre Delmira: "Como maestro y como 
ser humano, con valores, no puedo dejar de ir. ¿Cómo me 
siento después detrás de un escritorio si ahora me escondo 
debajo de la cama?". La dejó con lágrimas en los ojos. Delmira  mantiene viva en su
memoria una frase que le dijo antes de dejar su hogar en Ramos
Mejía: "¿Ves ese pino que está ahí? lo planté yo. Ahora voy 
a tener una hijo y solo me falta escribir el libro. Lo voy a 
hacer cuando vuelva de Malvinas y voy a contar todo lo 
que viví". Pero Julio no volvió. Cayó en la batalla de Monte Longdon el 
10 de junio de 1982. Nunca pudo conocer a su hija: la niña
nació el 28 de agosto, poco más de dos meses después de
finalizada la guerra. La bautizaron Julia María en honor a su 
padre. Hoy, la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de
la Nación le comunicó a su familia  el resultado positivo de la
identificación de Julio en en el marco del Plan Humanitario 
Malvinas. El equipo interdisciplinario integrado por profesionales del Centro
Fernando Ulloa, del Equipo Argentino de Antropología Forense
(EAAF), del Ministerio de Desarrollo Social y de la Escribanía
General de Presidencia, se reunió esta tarde con Delmira, su
madre, para notificarla sobre el hallazgo. Con este caso, ya son 92 los soldados argentinos 
identificados en el Cementerio de Darwin: aún faltan identificar
30 héroes de Malvinas, tarea que continúa llevando adelante
Claudio Avruj y la Secretaría, para poder dar respuesta a todas
las familias de los caídos que durante 35 años yacieron bajo una
placa que rezaba "Soldado argentino solo conocido por Dios". Antes de caer, el soldado maestro Cao le escribió una carta 
a sus alumnos. Hoy la escuela lleva su nombre. Con letra prolija,
cuidada, exacta, les mandó un mensaje de amor y patriotismo: "A mis queridos alumnos de 3ro D: No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido 
preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me 
encuentro cumpliendo mi labor de soldado:Defender la Bandera. Espero que ustedes no se preocupen mucho por mi porque 
muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar 
los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos 
a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que como 
ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas. Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos 
a perder. Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto 
cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; 
cuando me duermo sueño que estoy con ustedes. Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un 
soldado que los quiere y los extraña. Ahora sólo le pido a Dios 
volver pronto con ustedes. Muchos cariños de su maestro que 
nunca se olvida de ustedes. Julio" En medio de los bombardeos, Julio también le escribió a las
autoridades de su escuela, relatando en primera persona las
tremendas vivencias de la guerra. Estos son algunos de los
párrafos más salientes de esa extensa misiva. "Formo parte de la sección Atam. (sic) del Regimiento de 
Infantería mecanizada 3. Nuestra misión es dar apoyo de artillería 
a la primera línea de las compañías de Infantería de nuestro 
regimiento que se encuentran sobre las costas. Nosotros nos 
encontramos 100 o 150 metros a retaguardia, prácticamente 
en el frente". "Estamos a unos 3 km del Puerto Rivero (Stanley), en la isla 
Soledad y vivimos en pozos de 1 m por 2 m (sic) aproximadamente 
(pozos de zorros) en parejas, de a dos soldados; la humedad de 
la tierra es nuestro mejor compañero. Comemos bien, pero la 
ansiedad hace que sintamos mayor apetito, no hay comida que 
alcance. Hace frío, frío, mucho viento y el clima en general es 
muy húmedo. Las noches son muy largas y se hacen más largas 
porque cumplimos 2 hs de guardia". "Releyendo la carta me doy cuenta de que los estoy describiendo 
un panorama para nada alentador, pero la realidad es que no es 
nada que no pueda soportarse; principalmente porque la moral de 
la tropa es muy alta en general". "Recibimos las informaciones de la radio local que no son otras que 
las que 'la superioridad' quiere que sepamos; sobre el ataque a las 
Georgias y demás, en general muy escasas" "Ya hubo enfrentamientos acá en la isla Soledad que no sé si son 
de dominio público: el día 27 de abril a las 21.30hs, comenzamos a 
oír que la artillería que se encuentran a retaguardia tiraba sobre las 
costas; recibimos órdenes de alistarnos y de mantenernos atentos 
dentro de las posiciones. No teníamos otra información más que el 
hecho de que el fuego continuaba ininterrumpidamente. Nos 
encomendamos a Dios y esperamos. No sé si temblaba de frío o 
de miedo, pero temblaba". "Hasta las 3 30 hs del día siguiente continuó el fuego y algunos 
tiroteos aisladosque seguramente eran producto de algún miedoso 
(que constituyen un verdadero peligro) a las 4 hs aproximadamente 
recibimos noticias de que el peligro había pasado y podíamos 
dormir" En 1991, Delmira y Julia -que solo tenía 9 años- viajaron por 
primera vez a las islas. En el cementerio de Darwin no 
encontraron el nombre de Julio. Recorrieron las 230 cruces
blancas buscándolo, pero no estaba: el cuerpo de Julio no había
sido identificado, al igual que los de otros 122 caídos. "Me impactó muchísimo. Me generó muchos sentimientos de 
rencuentro con la figura mi papá, desde el lugar íntimo. Ese
lugar paterno que yo a mi manera construí sin tenerlo", confesó
Julia  hace algunos años en una entrevista. Para ella, quizás hoy es un día distinto. Su padre ya no es un
Soldado solo conocido por Dios. Fueron años y años de dudas.
Delmira durante mucho tiempo no quiso la identificación: tenía
miedo, no conocía la verdad, los falsos rumores angustiaban 
su corazón de madre. Y eso lastimaba a toda la familia. Pero el
 trabajo, que comenzó Julio Aro -con el apoyo del coronel británico 
Geoffrey Cardozo, el músicoRoger Waters y esta periodista
– tuvo el final deseado: que cada héroe pueda recuperar el nombre
que perdió el día que murió en Malvinas. De alguna manera, quizás, Julia reencontró al padre que nunca
conoció. El árbol que plantó Julio en el patio de la casa de su madre ya mide
diez metros. Floreció, robusto y firme. "Es un símbolo de lo que 
él fue y de lo que también trascendió después de muerto. 
Creció incluso cuando él ya no estaba", se emociona su hija. Fuente: infobae.com

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