Revista Cine

IDFA 2022 - Parte 1: Nuevos caminos

Publicado el 25 noviembre 2022 por Enprimera

Comenzamos las crónicas que dedicaremos en los próximos días al Festival Internacional de Cine Documental de Amsterdam, IDFA 2022, que se ha celebrado hasta el pasado 20 de noviembre. El festival, con la normalidad plenamente recuperada tras ediciones anteriores híbridas o digitales debido al confinamiento, recoge cada año los estrenos de documentales relevantes que marcarán el calendario de las muestras cinematográficas durante 2023, pero también ofrece una retrospectiva de algunas de las películas que han conseguido repercusión en un otoño-invierno en el que tradicionalmente se celebran las citas más importantes en el panorama cinematográfico. Nuestra mirada se detiene hoy en películas que tienen como protagonistas a personajes que tratan de encontrar un camino vital con el que se sientan plenamente desarrolladas, lo que lleva en ocasiones al fracaso. La emigración de familias desde Zimbabwe, el crecimiento artístico de una joven que acaba identificándose con la directora, el contrapunto generacional en una escuela de arte o la negación a reconocer la derrota son algunos de los temas que abordan estas primeras películas que destacamos de la programación de IDFA 2022. 

IDFA 2022 - Parte 1: Nuevos caminos

Apolonia, Apolonia

Lea Glob, 2022 | Competición Internacional - Mejor Película | ★★★


La ganadora del premio a la Mejor Película en la Competición Internacional es un retrato íntimo de una artista a la que la directora Lea Glob (1982, Dinamarca) ha acompañado durante 13 años, un poco a la manera de los "time lapse documentaries" de la realizadora checa Helena Třeštíková, quien observa pacientemente a sus protagonistas durante varios años para componer profundas crónicas vitales. Apolonia, Apolonia (Lea Glob, 2022) tiene como personaje central a la pintora figurativa Apolonia Sokol (1988, Francia), cuya trayectoria y personalidad la hacen ciertamente merecedora de una película dedicada a ella. Porque es uno de estos personajes que conocen la cámara y prácticamente llevan en la sangre la exposición de su propia vida, que comenzó desde el instante en que su padre grabó su nacimiento. Apolonia es hija de dos artistas bohemios, que se dedicaron a grabar constantemente escenas de su vida cotidiana mientras vivían y regentaban un teatro independiente en un barrio marginal de París, "al otro lado del Sena", que por supuesto años más tarde acabaría sucumbiendo a la gentrificación. La directora y narradora del documental cuenta que la conoció cuando estaba preparando su proyecto de fin de carrera en 2009, pero se transmite una especie de fascinación por el personaje en una película que recorre más de una década y muchos vaivenes en la vida de una artista que, en un momento de frustración comenta entre sollozos: "No sé cómo convertirme en una buena pintora". 
El documental está producido por Danish Documentaries y HBO Max, y cuenta con dos editores, Andreas Bøggild Monies y Thor Ochsner, que han ordenado las numerosas horas de metraje con una estructura triangular que comienza en Francia, sigue en Estados Unidos y regresa a Europa, marcando tres actos perfectamente diferenciados que son también el reflejo del desarrollo de una artista. Pero por el camino encontramos también un proceso de identificación de la propia directora con el sujeto de observación, hasta el punto que ella misma se convierte en protagonista en el tercer acto. No solo asistimos a la vida de una joven aspirante a ser pintora, sino también a la sugestión que provoca en la directora, quien a través de su narración hace comentarios personales. Cuando Apolonia sale de la prueba de graduación en la École Nationale Supérieure des Beaux-Arts de París sin conseguir la máxima calificación para formar parte de una gran exposición de alumnos de la escuela porque, según los profesores "su personalidad es más interesante que su obra", Lea Glob comenta: "Me pregunto si eso mismo se lo hubieran dicho a un hombre". La carrera de Apolonia continúa en Estados Unidos cuando conoce al coleccionista de arte Stefan Simchowitz, a quien The New York Times calificó en 2015 como "El patrón satánico del mundo del arte". Pero ella está dispuesta a hacer un pacto mefistofélico y convertirse en un "producto industrial" para formar parte del controvertido mercadeo artístico del mecenas. Es la parte más floja del documental, la que de alguna forma cambia el punto de vista de la directora para hacerse menos íntimo, menos personal, como si observara desde la distancia en vez de desde la cercanía. Aunque Apolonia muestra aún el espíritu libre de su ascendencia bohemia queriendo posar desnuda para unas fotografías en un parque de Los Angeles, donde le advierten que pueden detenerla por escándalo público: "Puta América", dice. "Mientras veía a Apolonia desnuda, pensé que había sido testigo de que Apolonia, en vez de vender su alma al diablo, estaba usando su cuerpo como defensa", comenta Lea Glob. 
Apolonia, Apolonia funciona mejor, sin embargo, cuando el retrato de su protagonista está alimentado por la presencia de otras personas, especialmente cuando comparte su vida en el viejo teatro de París con Oksana Shachko, una artista y activista feminista de origen ucraniano que residió como refugiada en París y fue una de las fundadoras del Movimiento Femen. La relación entre Apolonia y Oksana es emocionante y transmite la intimidad de una juventud en constante rebeldía. Y el acercamiento de la directora a la trayectoria personal de Apolonia se desplaza a través de sus constantes vaivenes entre diferentes países, en una especie de búsqueda de un lugar al que llamar hogar, como lo fue el teatro de París en el que vivió en su infancia, y que está representado en la película por maquetas de los sitios en los que ha vivido la artista. Pero también la decisión de tomar el protagonismo del relato por parte de Lea Glob, especialmente a raíz de su complicado embarazo, refleja una identificación total, una transformación de la observadora en sujeto de observación (ella misma se graba reflejada en un espejo, adoptando las dos posiciones). Y es ahí cuando Apolonia, Apolonia traspasa los límites del subgénero de retrato documental para convertirse en una forma más personal de abordar no solo la evolución personal de la protagonista sino también la de la propia directora. 

IDFA 2022 - Parte 1: Nuevos caminos

Puerto deseado

Juan Manuel Bugarín, 2022 | Competición Internacional | ★★★


La Organización de Naciones Unidas considera a los archipiélagos de las Islas Malvinas como un territorio en disputa, administradas por Reino Unido pero reclamadas por Argentina como parte de su demarcación. La constante fricción en esta zona se encontró con una situación geopolítica singular a principios de los años ochenta que propició la entrada en una guerra entre ambos países, marcada por la dictadura argentina y por la situación de conflicto social que provocó el cierre de las minas de carbón en Inglaterra por parte del gobierno de Margaret Thatcher. La victoria inglesa estableció un sentimiento patriótico que ayudó a la reelección del gobierno conservador en 1983, contrarrestando la confrontación social, mientras que la derrota argentina aceleró la caída de la dictadura. El documental Puerto deseado (Juan Manuel Bugarín, 2022) no habla de este conflicto sino de sus consecuencias, especialmente en veteranos de la guerra que aún no han cerrado sus heridas. El protagonista es Marcelo Wytrykusz, un veterano que luchó en Las Malvinas y que ahora se dedica a su taller mecánico mientras anhela el momento en que termine de restaurar un viejo yate de recreo y pueda navegar hasta las islas sin pasaporte para colocar una bandera argentina. Se trata de una fantasía provocadora que refleja la frustración por la derrota, una cicatriz que permanece en Marcelo igual que todavía se encuentra alojado en su cuerpo un proyectil británico, como algo que no ha conseguido ser extirpado en cuarenta años. 
El documental es una mirada que tiene cierta tonalidad melancólica frente a una derrota no aceptada de una guerra que Margaret Thatcher utilizó como cortina de humo de su política antisocial pero que dejó 649 soldados argentinos y 255 soldados ingleses muertos. Y que fue una batalla en la que combatieron jóvenes argentinos obligados a entrar en un combate para el que no estaban preparados, como indica otro de los veteranos: "Ante el miedo que teníamos a la autoridad, era imposible desertar. Solo desertaron dos y les teníamos hasta desprecio". La guerra ha quedado incrustada emocional y físicamente en muchos ex-combatientes argentinos que, mientras los británicos celebran cada mes de noviembre la victoria, se reúnen también para recordar su derrota. En una conversación con uno de sus hijos sobre la vida, Marcelo le dice: "Hay que salir del eje", expresando con ello la necesidad de evitar la comodidad. Pero Marcelo no ha conseguido salir de su propio eje, esa obsesiva representación de la guerra que se muestra en las paredes de su taller de reparación de coches, el contacto permanente con otros compañeros para recordar anécdotas del combate y sobre todo esa fantasía de retar a la administración inglesa colándose en las islas desde el mar, aunque otros veteranos le advierten que no es una zona especialmente recomendable para navegar.  
Es interesante la mirada de la familia, especialmente la de los hijos de Marcelo, entre la niñez y la adolescencia. El director aporta en este sentido la perspectiva de una generación que no había nacido durante la guerra de las Malvinas y para la que las referencias de su padre son relatos sin interés. Sobrevuela también cierta incredulidad, como cuando dos de los hermanos hablan sobre una campera, una chaqueta que, según su padre, arrebató a un soldado inglés: "Para mí que esa campera la compró en una tienda", dice uno de ellos. La familia es un apoyo del padre pero también se mantiene a cierta distancia de sus obsesiones, y en cierta manera parecen acompañarle en esa pretensión de navegar hasta las Malvinas sin creer realmente que algún día vaya a dar el paso definitivo. Tomando su título de Port Desire, un puerto pesquero que sirvió como base militar argentina, Puerto deseado es una crónica sobre la derrota y sus cicatrices, una perspicaz mirada melancólica sobre el trauma de la guerra que está bellamente subrayada por la música de Gabriel Quebrado para violonchelo, trombón y violín, aunque los créditos finales están acompañados por el sonido de ese mar embravecido que soporta el peso continuo del conflicto. 

IDFA 2022 - Parte 1: Nuevos caminos

Art talent show

Adéla Komrzý, Tomáš Bojar, 2022 | Luminous | ★★★


En su libro El tiburón de 12 millones de dólares: La curiosa economía del arte contemporáneo y las casas de subastas (2009, Ed-. Ariel), el escritor Don Thompson realizaba un recorrido por las subastas de arte y trataba de explicar cómo funcionan, pero no conseguía responder por qué la obra más célebre del controvertido artista Damien Hirst había conseguido venderse por una cifra récord. La escultura, titulada "La imposibilidad física de la muerte en la mente de un animal" (1991), mostraba a un tiburón tigre disecado de 4 metros dentro de un tanque en el que parece flotar sobre una solución transparente de aldehído fórmico. Pero con el paso del tiempo, el animal comenzó a descomponerse, y tuvo que ser sustituido por otro tiburón, sembrando la polémica en el mundo del arte. En alguna de las conversaciones que mantienen los profesores con los aspirantes a ser admitidos en la Escuela de Bellas Artes de Praga, surge el nombre de Damien Hirst y otros artistas contemporáneos cuyas obras suelen estar rodeadas de controversia. El documental Art talent show (Adéla Komrzý, Tomáš Bojar, 2022) consiguió el Gran Premio de la sección Próxima, un galardón que habitualmente reciben películas de ficción, y el Premio FIPRESCI en el pasado Festival de Karlovy Vary, y se rodó durante la semana en que se desarrollan las pruebas de acceso a la Academia. A través de la observación, la película usa de forma inteligente la interacción de los alumnos con los profesores para elaborar una reflexión sobre el arte contemporáneo que al mismo tiempo sirve como balance de las preocupaciones de la sociedad actual. 
La entrada a la Academia de Bellas Artes de Praga está presidida por una recepcionista que parece formar parte del propio espacio, en una mirada irónica que de alguna manera marca el tono que veremos en la película. En sus diferentes disciplinas, los profesores establecen las pautas de las pruebas de acceso, en las que suelen plantear a los alumnos determinados temas sobre los que deben trabajar: desde el cambio climático hasta cuál fue el sueño que tuvieron la noche pasada. Kateřina Olivová y Darina Alster son las responsables del Departamento de Nuevos Medios, Marek Meduna y Petr Dub de Pintura, y Vladimír Kokolia de Diseño Gráfico. La película nació como un proyecto de encargo de la Academia a la directora Adéla Komrzý (1992, Chequia), que ha trabajado como asistente de producción en la miniserie de Agnieszka Holland Burning bush (HBO Max, 2013) y cuyo documental Teaching war (2016) fue premiado en numerosos festivales. Con la codirección de Tomáš Bojar (1981, Chequia), Art talent show toma como referencia la película Le concours (Claire Simon, 2016), en la que la directora francesa seguía el proceso de selección de los alumnos de La Fémis, la conocida escuela nacional de cine de París. 
Como un documental de observación, los directores colocan la cámara en planos fijos y captan las conversaciones entre profesores y alumnos en la parte más interesante de la película, cuando la interacción muestra las inquietudes de los aspirantes y las inquisiciones de los profesores, mostrando una profunda brecha generacional entre ambos. "Hay mucho yo, yo y yo en tu obra. Parece un autorretrato. Aquí está tu signo zodiacal, aquí está tu experiencia...", comentan Petr Dub y Marek Meduna, quienes gestionan desde 2018 el estudio de pintura IV en la Academia de Bellas Artes de Praga. La respuesta más obvia de los alumnos cuando se les pregunta para quienes desean hacer arte es "para mí, quiero expresarme a mí misma", dice una de ellas. Pero Petr Dub la interpela con cierto tono crítico: "Voy a ser un poco indiscreto. ¿Tienes una personalidad tan maravillosa que hace que los demás tengan deseos de conocerla? ¿Qué aportas a los demás? Es muy común querer expresar tus emociones pero, ¿en qué beneficia eso a otras personas?". Las preguntas son retos para la reflexión, pero también aportan una intencionalidad crítica. 
El también artista Vladimír Kokolia se queja de que en la actualidad hay demasiada preocupación por la individualidad: "Creemos que todo tiene que ser personal. Todo empieza en lo individual. Nos olvidamos por completo de pensar en dimensiones por encima de lo personal. Pensamos en si él es religioso o es miembro de un tipo de un culto o algo por el estilo". Y en cierto modo expresa también una frustración por la falta de interés de los artistas jóvenes en conocer su pasado, sin unos referentes concretos. En una de las sesiones de preguntas, la mayor parte de los alumnos desconocen a los grandes artistas checos a los que se refiere el profesor. En este sentido, los directores se centran en las desavenencias entre dos formas diferentes de ver el arte, en una representación de la brecha generacional. El proceso de selección de los artistas del futuro está marcado por la visión de los artistas del presente, lo que de alguna manera muestra las limitaciones que se imponen, aunque no sean del todo conscientes, dentro del mundo académico. Y es uno de los aspectos más interesantes de una película que utiliza un espacio concreto y la envoltura de las disciplinas artísticas para abordar en realidad algunas de las fracturas más inquietantes de nuestra sociedad. 

IDFA 2022 - Parte 1: Nuevos caminos

Transactions

Rumbi Katedza, 2022 | Luminous | ★★★☆☆


Generation Africa es un proyecto panafricano que desarrolla STEPS, una empresa de medios sin ánimo de lucro con sede en Ciudad del Cabo que utiliza los documentales para contar historias sobre la diáspora africana que reflejan las inquietudes del que está considerado como el grupo demográfico juvenil más grande del mundo. En 2018 STEPS realizó una convocatoria de historias sobre inmigración que recibió más de 180 propuestas, de las que se han seleccionado 45 para ser producidas. Actualmente, el catálogo de Generation Africa está compuesto por 25 largometrajes, mediometrajes y cortometrajes, entre los que se encuentran títulos que han tenido un notable éxito en festivales, como The last shelter (Ousmane Samassekou, 2021), que ganó el premio al Mejor Documental en CPH:DOX y estuvo seleccionado en el Festival de Cine Africano FCAT, Zinder (Aïcha Macky, 2021), que participó en Visions du Réel y ganó el premio al Mejor Documental en el Festival de Reykjavik o No simple way home (Akuol de Mabior, 2021), ganador del Viktor Award al Mejor Documental en la última edición de DOK.fest Munich. La principal fuente de financiación de este proyecto proviene del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania, con la participación del canal ARTE y sus tres departamentos de documentales en Francia, Estrasburgo y ZDF/ARTE en Alemania. 
De algunas de sus últimas producciones iremos hablando en nuestras próximas crónicas, pero en esta ocasión nos centramos en la película Transactions (Rumbi Katedza, 2022), una producción de Zimbabue que habla sobre cómo las remesas de dinero enviadas por los emigrantes se ha convertido en la principal fuente de ingresos para muchos de sus habitantes, en un país afectado por la hiperinflación desde principios de 2000. En la actualidad, Zimbabue tiene una inflación del 190% y ha llegado a acuñar monedas de oro para mantener una reserva que no sea tan fluctuante, como se indicaba hace unos meses en El Comercio (26/07/2022). Este contexto es el que utiliza la directora Rumbi Katedza (1974, Zimbabue) para acompañar a una familia que se encuentra separada debido a la emigración de los hijos. Al comienzo de este documental de poco menos de una hora de duración se indica que en 2021 los migrantes enviaron 1,5 billones de dólares, la mayor parte de ellos a través de dispositivos electrónicos y móviles. MaMlilo es la matriarca de una familia que ha visto cómo la mayoría de sus hijos ha tenido que desplazarse a otros países, y sobrevive en la ciudad de Bulawayo gracias al dinero que le envían. Frank vive en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, escapando de la persecución que la comunidad LGBT sufre en Zimbabue, donde según una encuesta de 2018 el 50% de los hombres homosexuales han sido agredidos físicamente. Realiza varios trabajos como administrador de hoteles, actor y traductor freelance. Miles vive en Londres con su esposa y su hija, trabajando como asesor tecnológico, pero también se dedica a bailar danzas tradicionales africanas, mientras que Portia trabaja como cuidadora y estudia en la Universidad en la ciudad inglesa de Luton. La única de las hermanas que permanece en el país es Kiki, que vive y trabaja como consultora de VIH en la capital Harare, pero es precisamente su madre la que la empuja a preparar la documentación para conseguir el pasaporte con el que emigrar a Polonia, porque la única salida laboral de los jóvenes zimbabuenses es la emigración. 
La directora se centra no solo en la conexión familiar a través de las remesas que envían para ayudar a sus familiares, sino en cómo la tecnología se ha convertido en el principal nexo de unión entre ellos, también a través de las reuniones por videoconferencia que organizan de vez en cuando, para las que cada vez es más difícil encontrar el momento en el que todos los hermanos y la madre puedan coincidir. Aunque casi toda la película se desarrolla en los lugares donde viven o trabajan los protagonistas, la directora aporta detalles concretos que se muestran brevemente pero que suministran información adicional: en Bulawayo, los locales en los que se reciben las transacciones por móvil están llenos de personas esperando las remesas, en la casa de Frank se enfoca un medicamento para el tratamiento del VIH... Precisamente Frank quiere que su madre le visite en Ciudad del Cabo, pero las reuniones físicas son cada vez más difíciles, y se hacen imposibles cuando estalla la pandemia del Covid-19, lo que afecta también al trabajo de Kiki, el único sustento que tiene en su país. Miles habla sobre la responsabilidad que los emigrantes adquieren con sus familiares: "Te acabas haciendo responsable de la vida de mucha gente. Cada mes siempre hay alguien que necesita dinero", mientras que Frank se lamenta de que "siempre estamos pensando en lo material. Pero las relaciones deben ser más importantes que las cosas", especialmente cuando su madre le dice que no puede viajar a Ciudad del Cabo porque tiene que pintar la casa que se está construyendo con el dinero que sus hijos le envían. Hay algunos aspectos en los que no se profundiza y eso hace que la película a veces parezca demasiado superficial; no se cuenta nada, por ejemplo, sobre cómo reacciona la familia frente a la homosexualidad de Frank. Pero al final del documental queda un poso de pesimismo sobre la forma en que las relaciones personales y familiares se convierten en una simple cuestión de dinero, sobre cómo la emigración separa, no solo físicamente. 

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