Revista Cine

IDFA - Parte 4: Mirando desde la ventana

Publicado el 01 diciembre 2020 por Enprimerafila

Aunque el Festival de Documentales de Amsterdam concluyó sus proyecciones oficiales este fin de semana, la programación continúa disponible online hasta el 6 de diciembre, por lo que seguiremos ofreciendo crónicas de las películas más destacadas de sus diferentes secciones. De alguna manera, el confinamiento provocado por la pandemia del coronavirus se ha convertido en una representación dentro del género documental, aunque más en la forma que en el contenido, por el momento. Hemos visto estas últimas semanas algunas producciones relacionadas con el tema, como la excelente 76 days (Hao Wu, Chen Weixi, 2020), nominada a los Gotham Awards, que pasó por la programación del Festival de Estocolmo, o la producción española recientemente estrenada 2020 (Hernán Zin, 2020), con mayor tendencia al retrato convencional y sentimentaloide.  

Competición Largometrajes

Ganadora del Premio IDFA a la Mejor Fotografía, Nemesis (Thomas Imbach, 2020) también pasó por los festivales Visions du Réel y Locarno. Se trata de un documental que su director ha tardado siete años en completar, y aunque se ha realizado fuera del confinamiento (la grabación se desarrolló entre 2013 y enero de este año), la propuesta podría ser perfectamente un ejemplo de ese cine hecho desde la ventana que ha dado lugar a varias propuestas más o menos logradas en estos meses. Thomas Imbach es más conocido por sus películas de ficción, como Mary Queen of Scots (2013), que estuvo en la Sección Oficial del Festival de Locarno. Pero entre su trabajo habitual, ha desarrollado una suerte de mirada hacia el exterior desde la ventana de su estudio que ha dado lugar a dos documentales. El anterior, Day is done (2011), fue el resultado de once años de grabación. 

A partir de la demolición de una antigua estación de trenes comerciales en Zurich, que fue polémica porque estaba considerado un importante legado arquitectónico, Thomas Imbach coloca su cámara de 35 mm. en la ventana de su estudio para contemplar la destrucción y también la nueva construcción de una cárcel en el solar. En cierto modo, la propuesta nos recuerda al documental En construcción (José Luis Guerín, 2001), al tomar como base un trabajo mecanizado para hablar de temas más universales. Contemplamos, al principio, un espacio ocupado por máquinas, en el que los seres vivos parecen casi inexistentes.Poco a poco, la presencia de elementos vivos ocupan el espacio, como varios zorros que buscan cobijo y, finalmente, la aparición de los obreros que crearán el esqueleto de la nueva prisión. En sus imágenes, el director juega con los ritmos, con la cámara acelerada, casi como en una película de humor de Jacques Tati. 

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La voz del narrador, el actor Milan Peschel, que colaboró con el director en su última película de ficción, My brother, my love (2018) introduce otros elementos de reflexión, trasladando los pensamientos del director, pero también haciendo referencia a historias recogidas en un centro de deportaciones en el aeropuerto de Zurich. Estos relatos de prisioneros sin delitos, ofrecen una mirada crítica a la construcción de la cárcel. El documental también introduce una visión de cómo el espacio urbano se transforma: primero ocupado por la antigua estación y finalmente por la prisión, pero en medio el solar sirve como aparcamiento, como escondite de los zorros, como espacio para un Festival de Street Food, como lienzo para graffitis... Es especialmente destacable el diseño de sonido de Peter Bräker, utilizando efectos de sala (foley) para recrear los sonidos de la obra y sus trabajadores, ya que el director grabó las imágenes sin sonorizar. Pero esto permite crear una ambientación sonora que aporta a veces alguna dinámica divertida, y en otras subraya una expresión irónica sobre las propias imágenes. 

Un documental tiene sentido si plantea preguntas, si reta al espectador a la reflexión. Esto lo consigue sin duda Guerra e pace (Massimo D'Anolfi, Martine Parenti, 2020), que se presentó en la Sección Orizzonti de la Mostra de Venecia. La película plantea cuestiones en torno a la representación de la guerra a lo largo de los años, comenzando con las imágenes de archivo que se conservan en el Instituto Luce sobre la Guerra de Libia en 1911, un conflicto ítalo-turco que no es la primera representación de imagen en movimiento de la guerra, pero sí es la primera utilización de las imágenes con un punto de vista cinematográfico. El documental tiene una estructura clara y modélica, dividido en cuatro partes: Pasado remoto, Pasado próximo, Presente y Futuro, que también se desarrollan en espacios diferentes: El Instituto Luce, el Ministerio de Asuntos Exteriores, la Unidad de Crisis que ayuda a italianos que están en zonas de conflicto y una Escuela Militar de Cine.

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Las imágenes de archivo se representan en la pantalla, y son incluso interpretadas por los técnicos: "Especialmente al comienzo, el cine era como una navaja. Una navaja que corta, una y otra vez. No creo que el cine de los inicios fuera inocente. Creo que es duro, feroz. Aquí podemos ver la ferocidad del cine". Lo interesante de la propuesta de los directores es presentar imágenes que nos llevan a hacernos preguntas. ¿Adónde nos lleva la preservación de las imágenes de la guerra? ¿Cómo percibimos desde el presente los archivos del pasado? ¿De qué forma se presentan estas imágenes? También se pueden ver estas visiones de la guerra a través de los ordenadores de la Unidad de Crisis del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia, testigos de acciones violentas al otro lado del mundo que se ven en una pantalla dentro de una oficina. 

En la última parte, el campo de visión se expande para salir de Italia y acabar en una Escuela Militar de Cine en Francia. Allí, el espectador ocupa un lugar más observacional, mientras vemos los entrenamientos de los soldados. Pero no deja de resultar intrigante la existencia de un lugar en el que se enseña cómo representar la guerra, cómo filmar o fotografiar el conflicto. En el aula, se analiza el cuadro de Diego Velázquez "La rendición de Breda" (1863), se estudia cómo la posición de las lanzas o la postura del general Ambrosio Spínola, que recibe las llaves de la ciudad, refleja ese momento de comprensión frente al derrotado. Los jóvenes soldados escogen una fotografía del archivo militar y explican por qué la han seleccionado, a veces por la composición, otras por cómo se percibe su imagen. El punto de vista es la clave, la manera en que cada uno de nosotros vemos e interpretamos. 

First Appearance

En la Sección First Appearence se presenta Divinazioni (Leandro Piccarella, 2020), una producción italiana que discurre en una Sicilia con acierto aire de ensoñación. Al principio del documental, las palabras de Empédocles resuenan sobre imágenes de fraguas y fuego. Empédocles fue un filósofo que vivió en Sicilia y cuyas enseñanzas filosóficas estaban relacionadas con el pitagorismo. Es la conexión con el pasado de un documental que habla precisamente de pasado y presente, que mezcla realidad y ficción para componer una película singular, un documental creativo, que va más allá de su propia narración. Uno de los protagonistas es Achille, un echador de cartas que regresa a su vida social tras haber permanecido en la cárcel durante varios años. Es la vuelta a su contacto con una sociedad que sigue necesitando de la magia, pero que es ahora más incrédula. 

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El director traza un paralelismo con otro personaje, Moka, que parece más un personaje de ficción, una conexión con el fuego y con la magia. De hecho, la película se va haciendo cada vez más filosófica, los elementos mágicos van absorbiendo progresivamente la narración. Hay imágenes antiguas de actos de brujería, la realidad se transforma en una especie de ficción en la que también el personaje más auténtico acaba participando. Curiosamente, las escenas protagonizadas por Achille, el pitoniso, son las más mundanas, las que están más pegadas a lo terrenal. Es un documental que juega con diferentes planos y que consigue esa sensación de estar viendo algo que contiene magia, que transmite la fe en los elementos sobrenaturales. 

En Everything will not be fine (Adrian Pirvu, Helena Maksyom, 2020), se presenta una realidad compleja en torno a la generación del desastre de Chernobyl, los jóvenes nacidos alrededor de 1986 que sufren secuelas físicas debido a la radiación a la que estuvieron expuestos sus padres. Ganador de los Premios a Mejor Película Nacional y Mejor Director en el Festival de Odesa, esta producción rumano-ucraniana comenzó como una investigación de Adrian Pirvu, que sufre glaucoma en uno de sus ojos, en torno a los jóvenes que tienen estas secuelas. En su caso, no está realmente claro que su dolencia sea consecuencia directa de la radiación, pero su madre está convencida de que un viaje que realizó a Rusia en 1986, año del nacimiento de Adrian, fue la causa. Y arrastra un sentimiento de culpabilidad por ello que de alguna manera es algo irracional. Ciertamente, no es lo más importante, porque el documental no se centra tanto en las causas, sino en cómo vivir con una dolencia que necesariamente obliga a visitar hospitales y realizarse operaciones. 

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En su investigación, una de las entrevistadas fue Helena Maksyom, joven ucraniana que sufre de dolor crónico en su espalda. Y finalmente ella compartió el proyecto y se convirtió en co-directora. De forma que el documental camina por dos niveles temáticos: la investigación y entrevista a jóvenes afectados por la radiación, y la relación personal entre los dos directores-protagonistas. En este último enfoque, el resultado es irregular, porque aunque resulta interesante conocer cómo es una vida que está sometida al dolor físico y a los reconocimientos médicos (a veces en diferentes países donde se encuentran los mejores tratamientos, como Lituania, Ucrania o Alemania), la relación de ambos protagonistas aparece algo desdibujada, sufre de carencia de una apertura emocional más sólida. Hay, no obstante, secuencias notables, como la visita que realizan a las antiguas casas cercanas a la central nuclear, ahora sepulcros de la memoria, llenos de objetos carcomidos por el tiempo, que muestra de forma tangencial esa especie de turismo del desastre, aunque sea viéndose expuestos a los todavía elevados niveles de radiación de la zona. 

Competición Mediometrajes

Uno de los lugares que más atraen la atención de la comunidad internacional en torno a la persecución de gays y lesbianas es Chechenia. El documental Welcome to Chechnya (David France, 2020), desde su presentación en Sundance y Berlín parece que tiene posibilidades de cara a los Oscar. Y casi funciona como una perfecta ampliación del tema Silent voice (Reka Valerik, 2020, una coproducción franco-belga que aborda de nuevo esta denuncia contra el régimen autoritario de Ramzán Kadýrov. El protagonista de este mediometraje es Khavaj, un joven luchador de artes marciales que llevaba una trayectoria notable como deportista en Grozni hasta que su familia descubrió que era homosexual. Tras sufrir una acoso del que no se explican muchos detalles, el trauma le provocó la pérdida de la voz. El documental comienza cuando una asociación belga de ayuda a homosexuales en situación de peligro consigue mantenerle escondido en Bruselas, frente a la persecución a la que ha sido sometido. Como en el documental de David France, provoca estupor que en la actualidad pertenecer al colectivo LGBT+ suponga un peligro de muerte. Un peligro que es real, porque el joven debe huir precipitadamente del lugar donde se esconde cuando algunas personas acuden a las oficinas de la ONG en Bruselas preguntando por él. 

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Esta pérdida de la voz es una metáfora muy clara de cómo un país como Chechenia somete a una parte de su población al silencio. Y aunque da la impresión de que hay cierta representación de la realidad en este documental, cierta construcción de escenas, esto no elimina la impotencia que provoca la situación que describe. A lo largo de su estancia en un apartamento, escuchamos los mensajes que su madre le deja en el contestador del móvil. Ella es la voz, pero sus palabras provocan pavor. A veces recriminándole, otras pidiéndole ayuda porque él era el único sustento de la familia, en ocasiones recordándole los tristes años de la guerra, otras pidiéndole que se "cure de su enfermedad". La madre representa el lavado de cerebro, expone el conflicto familiar, conduce la narración de una vida sepultada por el odio. La situación provoca escalofríos, conmueve hasta lo más profundo. 

En construcción se puede ver en Filmin. 


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