Revista Opinión

Idus de Marzo en Barcino. Cuentos de la peste

Publicado el 10 diciembre 2013 por Icaro @ateneo

aureo-alejandro-severo-anversoNuevamente te escribo amigo mío, puntual a mi cita. Aunque nos encontramos en un mes de buenos augurios; debo confesar cierto desasosiego en mi espíritu. Me aburre Roma y su imperio. Quizás pueda hablar así -con semejante desdén- por ser un ciudadano libre, educado y de familia patricia, pero lo cierto es que me siento prisionero de la historia. A menudo imagino mi vida en otras tierras, otros mundos, pero ¿a dónde ir? Todo está visto, no existe nada nuevo sobre el sol. Que mis palabras no te inquieten amigo mío, quizás sean los idus de marzo o este viento de poniente lo que me hace escribir así.

Ayer me desperté antes del amanecer y en mi cabeza retumbaban de forma incesante las palabras “vivo sin vivir en mí” y, aunque me esfuerzo, no consigo recordar el autor de semejante pensamiento. Tu ayuda para conocer al autor, en caso de ser posible, será bien recibida. Tengo la sensación de repetirme constantemente y, cuando menos, quisiera conocer al dueño de tal pensamiento.

¿Recuerdas nuestros paseos por Rodas? Piedras y más piedras delimitando el camino, esclavos y más esclavos amontonando piedras que delimitan el camino de los hombres libres… y cuando no son piedras son crucifixiones. Pensaba que podía escapar de todo aquello y comenzar una nueva vida aquí, en Barcino, pero todo es igual, todos los romanos son iguales, aquí y en Roma.

Barcino, la ciudad debe tener cerca de treinta mil habitantes y, aunque demasiado húmeda en verano, los inviernos son apacibles y cálidos. Me preguntabas en tu última carta por mis poemas y debo confesarte que los he abandonado. Hago lo posible por acercarme al arte pero éste apesta, me provoca nauseas y, narcotizado por su olor, sólo se me ocurre construir máquinas horribles. Todo mi empeño pasa ahora mismo por construir ingenios.

Entre engendrar palabras o hijos, decido engendrar máquinas que puedan moverse por sí mismas; y que, al hacerlo, se encuentren tan solas como yo y en su soledad ayuden al hombre a matarse o construir acueductos por donde pasará el agua de nuestras vidas. He visto el estado del pergamino con el transcurrir de los años, amarillento se deshace en las manos como hojarasca en otoño.

Me reconforta pensar que nuestro mundo será deconstruido algún día por otras civilizaciones, aunque debo recocerte, mi amado Bruto, que no soy optimista y seguramente nuestro mundo perdure por los siglos de los siglos, pues hace tiempo que los hombres caminamos por la misma senda bajo el yugo de la codicia y la cobardía. 
 
Ayer noche intenté romper en pedazos el busto de mi amado progenitor. De repente, se me antojó imposible encontrar algún parecido entre aquella adusta expresión romana de bronce y la hermosa sonrisa del hombre que fue mi padre. ¿Acaso los romanos no reímos y lloramos? ¿Por qué siempre tan horrible imagen de distinción? ¡Y qué decir de los horribles mosaicos! Finalmente mandé fundir todos los bustos de la villa y hacer monedas con ellos, doscientas treinta monedas en total. Cuatro generaciones de romanos equivalen a poco más de doscientas monedas de bronce.

Navegué mar adentro y las arrojé, una a una, en lo más profundo del abismo para que nadie jamás las pueda encontrar. Las vidas de mis antepasados merecían mejor tratamiento que una presunta eternidad de bronce.

Creo que ésta es la vez que más cerca he estado de hacer arte.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog

Revistas