Hubiera copiado entero el texto escrito por Ignacio Aréchaga sobre lo que el peculiar escritor Sánchez Dragó menciona en un nuevo libro, y luego aclara que es una "anécdota literaturizada" de un "coqueteo sin importancia" con dos "lolitas" japonesas en 1967, y el inmediato y abrumador ruido de rasgaduras públicas de túnicas de los mismos que desde la progresía política vieron como algo natural y obligado el aprobar la mayoría de edad sexual a los 13 años, y el aborto asegurado en anonimato caso de concebir un hijo.
Pero sólo sigue a continuación la segunda mitad, más o menos. El razonamiento y sus muchos implícitos no tiene desperdicio:
(...) habría que recordar que la mayoría de edad sexual en España son los 13 años. Y que cuando, en la última reforma del Código Penal aprobada este año, el Partido Nacionalista Vasco propuso elevar la edad de consentimiento sexual de los 13 a los 16 años, esa misma izquierda que ahora presume de velar por las menores se opuso. A lo mejor es que le preocupan más las adolescentes japonesas que las españolas.
Si se trata de las españolas, la gran preocupación de los ahora escandalizados ha sido dar por supuesta su temprana iniciación sexual y garantizarles un sexo seguro y a sus anchas. Las “niñas” de 13 años se convierten entonces en jóvenes que ejercen sus derechos sexuales. La píldora, cuanto antes mejor. La del día siguiente, sin receta. Y, como tarifa de último recurso, el aborto sin autorización paterna y a cargo del erario público. Evidentemente, esto a quien más favorece es al adulto que se encuentra con alguna “lolita”. Es más, cabe decir que desde el estereotipo de adolescente sexy que pintan las revistas juveniles a la educación de sexo recreativo que se quiere imponer en la escuela, lo más probable es que triunfe el modelo “lolita”.
Pero si luego el escritor maldito confiesa sus aficiones habrá que reprobarlo. Algunas librerías han decidido no vender los libros de Sánchez Dragó, e incluso he visto alguna en la que hay un cartel que lo advierte. Una decisión muy respetable. Cada uno es muy libre de no vender lo que considera nocivo. Supongo que también apoyarán a las farmacias que no despachan la píldora del día siguiente. Por una vez, la objeción de conciencia no plantea problema.