Ignacio Di Tullio, Aquel difuso ser que no soy
A través de la oscuridadA través de la oscuridadveo la percha
colgando de la puerta del placard.
Mi uniforme de hombre
prolijamente dispuesto
como cada noche:
pantalón, camisa
y un saco arrugado por el cansancio
esperan que dentro de cinco horas
alguien les preste un cuerpo.
Una humanidad duplicada
ficha y cumple horarios,
los trabajos nocturnos
a espaldas del mundo.
Son las dos:
aquel difuso ser que no soy
cuelga de una percha.
Se cobra cada hora
y espera a que se hagan las siete
para que alguien me vuelva a llamar
como dicen que me llamo.El sudor de mi padreCuando yo tenía siete años, todas las mañanas después del ejercicio, mi padre dejaba su remera colgando del perchero, secándose. Mientras se duchaba, yo entraba a su habitación y olfateaba con curiosidad biológica. Varias veces al día regresaba a comprobar cómo variaba el olor del líquido seco en su ropa. No tenía la violencia del uniforme de los desconocidos. Con el correr de las horas, la ropa de mi padre se transformaba en el sudor seco de sus respiraciones. Mismas ropas, vueltas a sudar, cada día, durante semanas. Otras veces, después del trabajo, en sus camisas, la calle: los lugares donde había estado. Cuando yo tenía doce años, en la intemperie seca en su ropa, la esencia densa y concentrada de quien él era. Mi padre, sus jugos: no recuerdo el día exacto en el que todo el proceso fisiológico se convirtió en un solo aliento. El día de la transpiración, cuando agua y palabras brotaron de una misma sangre. Ignacio Di Tullio (Villa Adelina, 1982).