Aunque ya sé que nunca aprenderemos y que siempre seremos igual de imbéciles(1), me enfado cada vez que tengo noticia de un nuevo episodio, pero es siempre el mismo.
Hoy toca hablar, de nuevo, de políticos emocionados con el arte. Pero si no entienden nada, si no saben nada, si no les importa ni un poquito. ¿Para qué destrozan? ¿Para qué ofenden? ¿Para qué vandalizan? No ayuden, por favor, pero tampoco estorben ni arruinen.
Que a los políticos no les interesa el arte, la arquitectura, el diseño ni la cultura es notorio. Ya nos hemos resignado a ello. Pero cuando se entusiasman con algo es peor; es para salir corriendo.
Ya hablé aquí del vergonzoso episodio del "vandalismo artístico" de los silos castellanos. Ahora toca cargarse el faro de Ajo (Cantabria).
En esta foto tenemos a una caterva de impresentables haciendo el ridículo y posando ante la nueva agresión que van a perpetrar. Y tan contentos. Y con esa cara tan grimosa de "¿pero no decías que no nos interesaba el arte contemporáneo?; pues aquí nos tienes".
Uno enrojece, mira hacia abajo, humillado y cansado, y dice: "No es eso. No es eso".
No se enteran de nada. En su inconcebible ignorancia omnímoda escuchan siempre al cantamañanas y nunca al artista, siempre al demagogo y nunca al riguroso, afrontan proyectos absurdos y nunca los verdaderamente válidos y necesarios. Tienen un radar infalible: Apunta siempre al revés. Si caminaran hacia el lado contrario del que les dicta su instinto acertarían siempre.
Podríamos volver a poner como ejemplo a la insigne política que dijo que quería un urbanismo como los decorados de la serie "Mujeres desesperadas". (Ni eso siquiera: Tuvo que preguntar a uno de sus lacayos: "¿Cómo se titula la serie esa que me gusta?")(3).
Ese decorado falso y grimoso es el urbanismo que quería la
inolvidable presidenta de la Comunidad de Madrid
Y cuando por fin la pusieron delante de una obra realmente valiosa dijo que qué horror y que a los arquitectos había que matarnos. (Aquí).
Ya digo: La aguja de la brújula al revés. Teniendo en cuenta esa inversión funciona sin un solo fallo.
El otro ínclito e incombustible presidente autonómico dice que tiene verdadera devoción por el artista que va a perpetrar lo del faro: "A mí todo lo que hace Okuda me maravilla". Pues ya está. Si a usted le maravilla no se hable más.
Ahí están todos esos adefesios con mascarillas diseñadas por el artista, y oye, tú, para diseñar mascarillas me vale, aunque todos tengan un aspecto de villanos de la Marvel. Pero es alegre y curioso. Venga. Estupendo.
Pero el espacio público y el paisaje son otra cosa. No se pueden hacer esas chorradas con ese huevismo tan primario.
Y encima dicen que lo hacen porque es un lugar maravilloso (era) y con esos colorinchis va a atraer mucho turismo. Ay, el turismo. Ya estamos.
Si realmente eso va a atraer a los turistas que no es capaz de atraer esto otro:
,
si verdaderamente la gente prefiere la planeada agresión (que yo diría que sí) es que ya no podemos hacer nada. Constantemente vemos sitios más que dignos pero que no interesan a nadie, y es adulterarlos y trivializarlos con tres chorradas repugnantes y empezar a tener éxito. La gente es así: Usamos la misma marca de brújula que quienes mandan. Por eso todo es perfecto.
Verdaderamente, uno ve esta última foto con ese faro, ese cielo y ese mar y llega a la conclusión de que es demasiado hermoso y sencillo, y puro, y peligroso, y heroico para que nos guste. Somos más de gominolas y lucecitas de colores.
Addenda:
Como no merece una entrada aparte, aprovecho para citar aquí otro ejemplo del gusto artístico de los políticos y del trágala que nos meten.
El Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) consiguió en muy pocos años ser un referente europeo en el arte moderno. Hizo unas exposiciones tremendas, que por sí solas justificaban viajar a Valencia, tan merecedora de atención por otras muchas causas.
Era algo verdaderamente fantástico.
Hasta que a los políticos de turno les hizo gracia un mamarracho
(a quien, entre otras cosas, encargaron una estúpida escultura en el estúpido aeropuerto de Castellón(4)),
le compraron obra hasta que se aburrió (y en eso ni el uno ni los otros eran de aburrirse) y le acabaron dedicando una exposición antológica en el IVAM, destruyendo así de un plumazo la ejemplar trayectoria de esa institución y su excepcional prestigio, y desoyendo, como de costumbre, los argumentos de los técnicos y de los expertos, críticos, teóricos, etc., para solo mirarse el ignorante ombligo y escucharse los propios eructos de misticismo chabacano.
No tenemos arreglo.
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(1).- Hablo en primera persona del plural porque cada vez estoy más convencido de que esta gentuza nos representa; es más: de que esta gentuza somos nosotros. Y hablo de nosotros como sociedad y como colectividad. Hablo de nosotros, que no queremos saber nada por más facilidades que tengamos, que tiramos las mascarillas al suelo, que aparcamos en doble fila estorbando, que no esperamos el turno, que no reciclamos nuestros residuos, que no respetamos a los demás y que no nos preocupamos por nadie(2).
(2).- No cometo ninguno de esos vicios que acabo de enumerar, y sin embargo sigo usando la primera persona del plural. De alguna forma toda esa gente incívica y bruta me incluye.
(3).- La anécdota me la dio José María Echarte.
(4).- Son pocas veces las que se da tal coherencia entre forma y función, entre significado, destino, uso, símbolo... Realmente si el aeropuerto de Castellón merecía una escultura era esa.