Revista Educación

Ignorancia y racismo

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Pongamos que va usted, con su hijo pequeño, en el metro de una ciudad europea, digamos que británica. Pongamos que su hijo, dirigiéndose a usted en castellano, le dice que quiere sentarse al lado de una señora anglosajona con un perfil parecido al de las anglosajonas que vemos mucho por el sur de estas islas. Pongamos que la señora, al percatarse de que son ustedes españoles, increpa al niño y le dice que de sentarse nada, que menuda falta de vergüenza, que encima de que los ingleses les dan a ustedes de comer o les pagan la sanidad, que les atiende mejor que a ellos, lo que le faltaba era que el niño ocupara un asiento. Pongamos que la señora, a pesar de que el resto del pasaje (ya lo he dicho en otras ocasiones, estas cosas me hacen reconciliarme con los humanos) le afea la conducta, sigue en sus trece con su discurso racista.

Este episodio, como muchos sabrán, ocurrió hace unos días pero no en el Reino Unido, sino en el metro de Madrid. La protagonista viene a ser el equivalente español de la británica y el niño, en este caso una niña, era de origen sudamericano.

Este tipo de ejemplares, y me refiero a la 'señora', claro está, desafortunadamente no son raros de encontrar ni están en peligro de extinción. Me los topo con frecuencia, y no en parajes lejanos y recónditos, no, sino a mi alrededor, entre amigos y familiares. Confío en que muchos de ellos son racistas (aunque lo nieguen, de la misma manera que los machistas niegan su machismo) por ignorancia, que no es excusa pero sí atenuante. Les han repetido hasta la saciedad, con fines políticos, que los inmigrantes nos quitan el trabajo, las casas, la sanidad, las mujeres y que tienen la culpa hasta del toro que mató a Manolete. Y ahí entra en juego la imperdonable ignorancia de no haberse molestado en informarse de si este mensaje que tan bien viene para jugar al despiste y echar tierra sobre otros temas cruciales es cierto o no. Basta con teclear en Google para acceder a informes que aportan datos fiables sobre si estas creencias xenófobas son ciertas o no, pero la información no es el fuerte del racismo ignorante.

En un país y en unas islas en las que, quien más quien menos ha tenido y tiene en su familia migrantes que se han buscado la vida en otras partes del mundo es aún más vergonzoso que existan este tipo de actitudes (los racistas ignorantes esgrimirán aquí el argumento de que no es lo mismo, se ve que no han echado un vistazo a las fotos de aquellos barcos que partían repletos de canarios necesitados para Venezuela, por ejemplo, tras la Guerra Civil).

Este episodio podría haber pasado perfectamente en el metro de una ciudad británica, de hecho han ocurrido acontecimientos similares y entonces esos racistas ignorantes ponen el grito en el cielo porque los afectados podrían haber sido sus hijos o sus nietos. La buena noticia es que, igual que en Madrid, el resto del pasaje también salió en defensa de los españoles. La mala es que ni los racistas británicos ni los españoles conocen lo que es la empatía.


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