El Pacto de Munich: los jefes de gobierno británico y francés, Chamberlain y Daladier, traicionan con su firma ante Hitler y Mussolini a la URSS, Checoslovaquia y la paz mundial. Stalin tomó nota.
Como se sabe, los resultados principales de la Segunda guerra mundial fueron definidos en los acuerdos de los países líderes de la coalición anti-hitleriana en las conferencias de Teherán, de Yalta y de Potsdam. En ellos están fijadas la capitulación incondicional de la Alemania fascista y la victoria de los países de la coalición anti-hitleriana. La Alemania hitleriana está reconocida como la instigadora, la agresora, la culpable del desatamiento de la Segunda guerra mundial, y todas las formaciones de las SS y las organizaciones nazis reconocidos criminales. La invariabilidad de los resultados de la Segunda guerra mundial y de las fronteras establecidas entre los estados fue confirmada también por los acuerdos internacionales en Helsinki en 1975.
En los últimos años todo esto se está comenzando a poner en duda. Renacen abiertamente y se glorifican los vlásovets, bandérovets, ex-formaciones de la SS y otras organizaciones nazi, que lucharon durante la guerra de parte de Hitler. Tanto en el exterior, como en Rusia se edita en enormes tiradas y se divulga literatura de todo tipo, que disculpa a los líderes nazis y a los colaboracionistas. Se destruyen de una manera bárbara monumentos a combatientes-liberadores.
En el apogeo de esta nueva guerra informativa, iniciada en el Occidente, la asamblea Parlamentaria de la OSCE aprobó la resolución, en la cual se pone el signo de igualdad entre el fascismo y el estalinismo. El parlamento europeo propuso declarar el 23 de agosto, el día de la firma del pacto Mólotov-Ribbentrop, como el día de la memoria paneuropea de las víctimas del estalinismo y el nazismo. Aunque la delegación rusa en la APCE votó formalmente en contra de esta resolución, los parlamentarios rusos y el MINREX de la FR hicieron poco para prevenir la aprobación del documento profano, un sacrilegio de la gran Victoria.
La agresión informativa respecto al pasado histórico de Rusia no encontró hasta ahora una resistencia debida. Aún más, en la “Rossíyskaya gazeta” (23.07.2009) en el artículo de V.Dimárskiy esta agresión encontró un apoyo total (???). Su óbolo abundante a esta causa lo invierten también los medios liberales de la comunicación masiva.
Estoy profundamente convencido: sobre los acontecimientos en la víspera de la Segunda guerra mundial, incluso el tratado soviético-germano de no agresión, es inadmisible juzgar sin tener en cuenta la complejidad exclusiva de la situación político-militar, que se formó en aquel tiempo en el mundo. Y todo, lo que tuvo lugar en 1939, ocurrió no por sí sólo, como si Stalin decidiera de repente virar hacia Alemania.
La Unión Soviética no tuvo mucho de qué elegir. El primer estado socialista en el mundo colaboraba con aquellos, quienes lo querían. Una amplia colaboración con Alemania se realizaba aún en los años 20. En el año 1934 el gobierno soviético emprendió una serie de pasos diplomáticos para normalizar las relaciones con la nueva dirección alemana, en primer lugar para lograr la seguridad para su país, y en la medida de lo posible de defender los países bálticos y Polonia de una expansión alemana. Sin embargo Berlín no emprendió en aquel tiempo serios pasos recíprocos.
Los alemanes tenían otros planes. Después de la guerra se supieron las palabras de Hitler, pronunciadas al comisario superior de la Liga de las naciones en Danzig, K. Burkhard: “Todo, lo que estoy haciendo, está dirigido en contra de Rusia. Si el Occidente es tan tonto, para no entenderlo, me veré obligado a aceptar el compromiso y asestar primero un golpe contra el Occidente. Después haré caer todas mis fuerzas contra la URSS. Necesito Ucrania, para que nadie nos obligue al hambre, como había sido durante la guerra anterior”.
Pero Hitler enmascaraba por el momento sus planes. Incluso la decisión sobre la guerra con Polonia fue adoptada por él en abril de 1939. Así que el tratado soviético-germano de no agresión, concluido más tarde, no podía influir a esta decisión. Lo que necesitaba Hitler, era precisamente una derrota destructora, sorprendente de Polonia para intimidar a todos los demás. “Lo que ocurrirá en el caso de una guerra con Polonia, superará y opacará a los hunos,- decía él.- Esta impetuosidad en las acciones militares germanas es necesaria, para demostrar a los estados del Oriente y Sud-oriente en el ejemplo de la destrucción de Polonia, lo que significa en las condiciones del día de hoy contradecir al deseo de los alemanes y provocar Alemania a la introducción de las fuerzas armadas”.
Es bien sabido también, cómo transcurrían las negociaciones del gobierno soviético con los representantes de Inglaterra y Francia por los problemas de la prevención de la guerra en el continente Europeo. Las democracias occidentales no se proponían concluir con la Unión Soviética ningún acuerdo serio, dirigido a prevenir la agresión hitleriana. Es más, como confirmó Múnich, ellos hacían prácticamente todo, para “pacificar” al agresor, dirigiendo su golpe al Oriente.
Un hecho importante: los generales germanos L. Bek, E. von Vitzleben y otros con la participación del jefe del estado mayor general de las tropas terrestres F. Galder organizaron a finales de agosto de 1938 un complot con el objetivo de arrestar a Hitler, en cuanto él firme la orden de agresión a Checoslovaquia, por el intento de sumir Alemania en una nueva guerra europea. Ellos informaron de eso a los altos líderes de Inglaterra y Francia, pero los últimos, ciegos en su hostilidad a la Rusia soviética, ignoraron el aviso y prefirieron concluir el acuerdo de Múnich, obligando a Checoslovaquia a someterse a la voluntad de Hitler. Aquella situación hizo a los conspiradores a rechazar su plan.
Digo más: aún en el caso de que la Unión Soviética hubiera concluido algún acuerdo con Inglaterra y Francia, esto difícilmente habría cambiado la situación de los hechos. Porque anteriormente había sido firmado el acuerdo entre la URSS y Francia de ayuda a Checoslovaquia, pero en 1938 París se negó de él, poniendo su firma al pie del acuerdo de Múnich.
Y las democracias occidentales no se proponían a defender a ningunos polacos. El embajador de EEUU en Londres, J. Kennedy, estaba convencido, que a los polacos hacía falta abandonarlos a una arbitrariedad del destino y darles la posibilidad a los nazis a realizar sus objetivos en el Oriente. El conflicto entre la URSS y Alemania, según sus palabras, “traería un gran provecho a todo el mundo occidental”. El embajador de EEUU en Berlín, J. Wilson, también consideraba como la mejor variante la agresión de Alemania a Rusia con el tácito consentimiento de las potencias occidentales “y hasta con su aprobación”.
Y la propia Polonia hizo un aporte a la tarea de suspender los esfuerzos, dirigidos a frenar la agresión fascista.
Aún en 1934 fue concluida la declaración polaco-alemana, que se hizo la primera brecha abierta en la causa de la creación de la seguridad colectiva en Europa. Cuando en 1938 el gobierno soviético declaró su disposición de prestar ayuda a Checoslovaquia en el caso de una agresión alemana, el embajador polaco en París, Y. Lucasevich, declaró el 25 de septiembre de 1938 en una conversación con su colega norteamericano W. Bullit: “Comienza una guerra religiosa entre el fascismo y el bolchevismo, y en el caso de que la Unión Soviética le preste ayuda a Checoslovaquia, Polonia está dispuesta a luchar contra la URSS hombro con hombro con Alemania”.
Una gran cantidad de otros documentos confirman, que Polonia se proponía a intervenir del lado de Alemania tanto en la división de Checoslovaquia, como en la lucha contra la Unión Soviética. El gobierno polaco se negaba a hacer pasar en ningún caso a través de su territorio de las tropas soviéticas en el caso de la agresión de Alemania contra Checoslovaquia. Y sin esta condición cualquier ayuda militar a los aliados potenciales por parte del ejército Rojo era imposible.
Los polacos confiaban completamente a la ayuda inglesa y francesa, pero cuando el 1 de septiembre de 1939 comenzó la agresión alemana, Inglaterra y Francia, al declarar formalmente una guerra a Alemania, se negaron prácticamente a luchar, escondiéndose detrás de la línea de Maginot. Las democracias occidentales liberales entregaron Polonia a Hitler, sin embargo por una razón inexplicable nadie en la APCE levanta un escándalo con ese motivo.
La Unión Soviética no se entrometía en la guerra hasta el 17 de septiembre. Y sólo en el último momento, cuando el gobierno polaco abandonó el territorio de Polonia, abandonando a su pueblo a una arbitrariedad del destino, las tropas soviéticas fueron introducidas al territorio de Bielorrusia Occidental y Ucrania Occidental con el objetivo de no permitir su ocupación por Alemania y liberar las tierras, arrebatadas ilegítimamente por Polonia en 1920.
El ex-premier británico D. Lloyd Jorge escribía en septiembre de 1939 al embajador polaco en Londres: “Los ejércitos rusos entraron a los territorios, que no son polacas, y las que habían sido anexadas por Polonia por fuerza después de la Primera guerra mundial. La diferencia entre los dos acontecimientos se hace más evidente para la opinión pública británica y francesa. Hubiera sido una locura criminal ponerlos sobre una tabla”. Pero hoy esta locura se está realizando.
Hasta en el período de las relaciones soviético-británicas más tirantes, W. Churchill decía en su intervención por la radio el 1 de octubre de 1939: “Aquello, que los ejércitos rusos tenían que encontrarse en esa línea, era completamente necesario para la seguridad de Rusia en contra de la amenaza alemana. En todo caso, las posiciones están ocupadas, y creado el frente Oriental, el cual la Alemania nazi no se atreve a atacar”.
En el plano del derecho internacional estos territorios fueron fijados como parte de la URSS por los acuerdos de 1945-1947. Aún con menos razón puede tratarse de alguna agresión respecto a los países Bálticos y Rumania, ya que a la entrada de los ejércitos soviéticos en sus territorios le habían precedido las negociaciones diplomáticas, que concluyeron con la aprobación por los gobiernos de ambos países de la variante soviética de la solución del problema en las relaciones bilaterales.
Y he aquí algunos ejemplos de la historia de otros países. EEUU en 1942 desembarcó en Marruecos, sin pedir permiso ni al sultán marroquí, ni el gobierno de Vichy, con el cual ellos mantenían relaciones diplomáticas. El comando de EEUU lo explicó por la necesidad de asegurar una imprevisión estratégica.
Cuando en 1941 surgió una amenaza fascista para Irán, Inglaterra y la URSS se pusieron de acuerdo sobre la introducción de sus tropas al territorio iraní.
Últimamente se hizo frecuente la afirmación de que “el complot” de Hitler con Stalin dizque desató las manos al fuhrer, coadyuvó a la agresión contra Polonia, a la derrota de Francia en 1940 y al comienzo en general de la Segunda guerra mundial. El 5 de mayo de 2005 la dieta polaca se dirigió a la dirigencia rusa con la exigencia de condenar a I. Stalin por apoyar en 1939 a Hitler en la guerra contra Polonia. De igual manera pronto a los rusos les ofrecerán pedir perdón por llevar a Hitler al suicidio.
En el II congreso de los diputados populares de la URSS en 1989 se destacó: “El congreso de los diputados populares de la URSS acepta la opinión de la comisión, que el tratado con Alemania de no agresión se concluía en la situación política internacional crítica, en las condiciones del crecimiento del peligro de la agresión del fascismo en Europa y del militarismo japonés en Asia, y tenía como uno de los objetivos el de desviar de la URSS la amenaza de una guerra inminente… El congreso considera, que el contenido de este documento no contradecía a las normas del derecho internacional y de la práctica de los acuerdos de los estados, aceptada para las regulaciones semejantes”. Aunque, simultáneamente aquel congreso condenó el protocolo adicional, en el que se delimitaban las esferas de los intereses de las partes, que se estaban poniendo de acuerdo. Sin embargo estas acusaciones son absolutamente infundadas. Todo el proceso de la creación en Europa de la seguridad colectiva había sido coartado, y el chance decisivo de Hitler para su marcha al Este había sido dado mucho antes – por los acuerdos de Múnich de 1938. Son precisamente ellos, los que obligaron la URSS de aceptar la conclusión del pacto de no agresión con Alemania en aras de su propia seguridad.
Hasta el verano de 1941 una amenaza singular la representaban las negociaciones secretas anglo-germanas. El ministro de exteriores de Inglaterra, E. Halifax, visitó personalmente a A. Hitler y H. Himmler. N. Chamberlain realizó tres viajes a Hitler. Pero los mismos dirigentes británicos no quisieron ir a las negociaciones a Moscú.
Un hecho muy significativo: para el 23 de agosto había sido nombrado el encuentro de Herring con Chamberlain en Londres, – y fue suspendido sólo por la llegada de Ribbentrop a Moscú. Si la Unión Soviética no hubiera concluido el pacto de no agresión con Alemania, se habría encontrado ante la amenaza de una guerra hacia dos frentes con los enemigos más fuertes en el occidente y en el oriente. Porque fue precisamente en el verano de 1939, cuando tenían lugar los combates en Jalkin Gol, donde el ejército Rojo tuvo que rechazar la agresión japonesa.
Resumiendo, para el verano de 1939 el Kremlin fue puesto ante el dilema: o quedarse completamente aislado en las condiciones, cuando Hitler, apoyado directa o indirectamente por los principales países occidentales, se precipitaba al este, o concluir con Berlín un tratado de no agresión, para aplazar el comienzo de la guerra y ganar tiempo para preparar una resistencia a una agresión inminente. La decisión, que Stalin tomó hace 70 años, en agosto de 1939, en el minuto de la dificilísima alternativa para el país, era desde el punto de vista de los intereses nacionales de Rusia diplomática y estratégicamente impecable. Y la conclusión del pacto de no agresión con Alemania ayudó también a concluir el acuerdo de neutralidad con Japón.
Si la URSS no hubiera concluido el tratado de no agresión con Alemania, entonces de toda manera no se habría logrado evitar la guerra con Hitler, pero con esta variante las potencias anglo-sajonas habrían podido realizar su objetivo – lograr el debilitamiento recíproco de Alemania y Rusia, y ocupar gracias a esto la posición dominante en Europa.
Con eso, la Unión Soviética, quedándose dentro de los límites de sus fronteras, se hubiera vista obligada a resignarse a la ocupación por Alemania de Polonia, los países bálticos y otros estados, aledaños a las fronteras soviéticas. El Vermacht hubiera recibido la oportunidad más ventajosa, que en 1941, para crear la situación estratégica para agredir la URSS, y la Unión Soviética hubiera tenido que luchar sola contra la Alemania hitleriana y sus aliados no en el año 1941, sino mucho antes.
Tampoco han sido inusitados los acuerdos secretos sobre la división de las esferas de influencia con Alemania. Las negociaciones secretas con la conclusión de los acuerdos respectivos se estaban llevando a cabo entre Inglaterra y Alemania. El acuerdo polaco-inglés del 25 de agosto de 1939 también tuvo un anexo secreto, en el cual Lituania, en particular, se declaraba perteneciente a la zona de los intereses de Polonia, y Bélgica y Holanda – de Gran Bretaña. Letonia y Estonia firmaron en agosto de 1938 acuerdos secretos sobre las garantías de sus fronteras con Alemania. Los acuerdos de I. Stalin con F. Roosevelt y W. Churchill sobre la división de Europa en Yalta y con G. Truman en Potsdam en 1945 también quedaban siendo secretos durante una serie de años. Hasta ahora son vigentes los anexos secretos al acuerdo norteamericano-japonés de la seguridad del año 1951, etc.
La conclusión: las resoluciones del Consejo Supremo de la URSS del año 1990, dictados por la agrupación de M.Gorbachov – A.Yákovlev, que pusieron en duda el acuerdo soviético-germano del año 1939 y los acuerdos secretos a él, son absolutamente infundadas. Aquellas resoluciones fueron tomadas en la situación de la ofuscación mental general de “la intelectualidad”, de la presión psicológica del Occidente y del desenfreno de “los maestros de obras de la perestroika”
Majmut GAREEV – general del ejército, doctor en ciencias militares y doctor en ciencias históricas, presidente de la Academia de ciencias militares de la Federación Rusa.
Tomado de Sociología Crítica