Revista Salud y Bienestar
Acaba de celebrarse la segunda edición del maratón de Murcia y vienen muchos recuerdos a mi memoria. Cuando vine a Murcia en 1974 tenía el record regional de 5.000 mts y venía con multitud de patrones de comportamiento clásicos en atletas del norte de España. Entrenaba en Santander con los planes de entreno que me enviaba en preparador del Club de atletismo de Getxo. Llegaba habituado a hacer kilómetros corriendo muchas veces bajo la lluvia por caminos flanqueados por pequeñas barreras pétreas que separaban las fincas en donde las vacas pastaban libremente. Murcia, entonces, era una ciudad en expansión, con la huerta, casi a pie de casa, una huerta impenetrable llena de pequeños y atrincherados limoneros y la pequeña casa de labranza. La federación de atletismo era un despacho dentro de unas oficinas de la delegación de deportes, con evidentes vestigios de la cultura deportiva de la dictadura, es decir, mucha burocracia, jefes y jefes y nada de actividades.
Intenté mantener el ritmo de entrenamiento y comencé a utilizar las zonas del río para hacer las series de interval training y corría por el malecón saliendo desde casa de mis padres en el puente nuevo. No hace falta decir que ver a un joven en chándal corriendo por la calle era tal novedad que los chiquillos (que entonces jugaban en las calles) me tiraban piedras o se ponían a correr a mi lado simulando competiciones de velocidad. Todo era inimaginable, el ambiente, el calor, la incomprensión….
Fundamos el primer club de atletismo (Albatros), limpiamos la pista deportiva (de ceniza) que tenía el complejo de Espinardo (un lugar de acogida de ancianos y disminuidos) y hablamos con el gobernador civil para que nos permitieran competir en la pista de atletismo (de tartán) que tenía el ejército del aire en San Javier.
Llegó la transición y se reivindicó la Región de Murcia como ente autonómico con su gobierno local, lo que supuso el traspaso de funciones de la anterior delegación de deportes a una Dirección General de Deportes dependiente de la Consejería de Cultura. Fue una época interesante, con multitud de cambios y con unas enormes ganas de hacer cosas, muchas de ellas en el terreno deportivo. Se construyeron instalaciones deportivas, se crearon competiciones y se potenciaron las federaciones y los clubes. Llegó la primera maratón de Murcia (en realidad una media maratón popular) en la que quedé primero en mi categoría y comenzaron a verse personas corriendo por las calles de la periferia y por el malecón, particularmente en fin de semana. Algo estaba cambiando, afortunadamente.
Ahora han pasado muchos años y muchas cosas, ha cambiado la ciudad y se ha tragado la huerta, se ha transformado la gente y se han eliminado tabúes y patrones absurdos y limitantes. Dentro de esos cambios, celebramos nuestro maratón por las calles y podemos disfrutar con la fiesta del deporte popular.
Desde los primeros maratones (años ochenta) hasta ahora, he participado como corredor o como médico en bastantes de ellos y he ayudado a prepararse a decenas de corredores de todos los niveles. He dado conferencias en Congresos nacionales e internacionales y he respondido decenas de veces a preguntas sobre el propio carácter popular de una carrera tan dura. Recuerdo al respecto la conferencia que di en París a los corredores franceses del maratón de Nueva York en el año 1985, haciendo hincapié en la patología por calor (eran épocas en las que era habitual atender a corredores con problemas derivados del aumento de temperatura de su cuerpo). He visto (y sufrido personalmente) lo que hace la preparación y la competición en ese tipo de pruebas de larga distancia a los cartílagos de la rodilla. En fin, he acumulado años y años de experiencia.
¿Qué se puede decir ahora cuando un hombre (generalmente) de unos cincuenta años te dice que quiere correr un maratón con un equipaje de pocos años de carrera continua y apenas experiencia competitiva?
El platillo del balance de los “pros” es mucho más pesado que el de los “contras”. Durante cientos de miles de años se han creado mutaciones genéticas para adaptarnos al desafío creado por nuestro salto evolutivo de primates arborícolas, a depredadores. La carrera lenta ha sido el sistema empleado para rastrear, seguir y dar caza a nuestras presas. Durante cientos de miles de años se han reproducidos los más capaces en llevar a cabo esta función, de ese modo hemos desarrollado una fantástica capacidad termorreguladora y una extraordinaria adaptación al terreno (por ejemplo, adaptando nuestros pies al trote por terrenos irregulares y pedregosos).
Tenemos magníficos preparadores, estupendos medios diagnósticos para detectar problemas que nos pudieran generar problemas graves en los entrenamientos o en la competición. Materiales de última generación que minimizan los impactos y suplementos para evitar los desequilibrios alimenticios de una dieta de país industrializado. Es mucho más fisiológico prepararse un maratón que ser sedentario, no hay duda al respecto. Por otro lado, La carrera continua es nuestra actividad física por excelencia, aquélla para la que estamos mejor dotados y en la que le podemos hablar de tú a tú a los animales que pueden ser nuestras presas.
Vivamos y aprovechemos la fiesta del deporte popular con la presencia de corredores en nuestras calles y celebremos que, en este sentido, el cambio ha sido para mucho mejor.
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