Desde la distancia, veo al Palermo como un Vila-Real en Italia, un club joven (refundando en 1987) que ha vivido un crecimiento importantísimo en esta década hasta situarlo, desde luego no como un candidato al título liguero, pero sí como un animador del torneo que encuentra en las participaciones europeas un premio a su trabajo y un incentivo para seguir reclamando importancia en un fútbol tan exigente como lo es el italiano.
