Hasta el momento el género documental constituía el terreno más propicio para el mejor cine independiente nacional. Sólo algunos valientes (ya sabe que muchos son los llamados y muy pocos los elegidos en nuestras salas de cine) se atrevían a adentrarse en el peligroso y resbaladizo terreno de la ficción. Daniel Castro no sólo se ha lanzado con su primer largometraje sino que, por los tres premios recibidos Zonazine del Festival de Málaga –mejor película, guión y Jurado Escuelas de Cine- y la acogida del público, lo ha hecho pisando fuerte y con la intención de quedarse para un buen rato.Su ópera prima tiene todo para agradar al público: inteligencia narrativa, referencias cinéfilas, guiños a la más ardiente actualidad, cameos divertidos e interpretaciones convincentes de amigos, actores y directores (entre ellos, soberbio David Trueba e insuperable Víctor García León) y un protagonista tan tierno como, por momentos, insufrible.
El mismo Daniel Castro se encarga de dar vida a un guionista y cineasta que se las ve y se las desea para encontrar financiación para su largometraje. Un proyecto ambicioso que tiene por objetivo devolver a este país un poquito de alegría e ilusión en el futuro, a través de una conmovedor momento histórico nacional, los Pactos de la Moncloa pero, abróchense los cinturones, en versión musical.
Como es imaginable, un planazo para cualquier productor y un seguro éxito de crítica y público. Daniel Castro compone un personaje muy próximo a Buster Keaton: inflexible en sus sueños, elástico frente a las numerosas adversidades, insoportable en su egoísmo creativo y tierno en su ingenua personalidad. La elegancia de la narración reside en que, como los niños o los borrachos, el protagonista se permite soltar unas verdaderas como puños sin ni siquiera despeinarse.Un excelente debut en una duración entre largo y mediometraje que suma una virtud carente, por lo general, en los primeros trabajos. El cineasta cuenta lo que quiere narrar y no se va por los cerros de Úbeda, queriendo abarcarlo todo en su primera película. Su metraje, un poco más de una hora, es perfecto. No hace falta ni más ni menos y Daniel Castro ha tenido la honestidad de no alargarlo, lo que aporta a la historia un ritmo perfecto en el Madrid más cinematográfico que se haya visto últimamente.
Cada vez más, en los márgenes del sistema tan estrecho actual de producción y distribución española, están apareciendo personalidades, como Daniel Castro, que aportan un poco de oxígeno al panorama nacional de cine. Con temáticas y tratamientos más cercanos al espectador acostumbrado al buen cine de autor, humor, ironía e inteligencia van encontrado su público, a pesar (la película lo confirma) de que hasta la CIA (la otra) pueda estar empeñada en que se silencien estas historias.Menos mal que el Equipo A de la CIA española (la buena), los compañeros de Márgenes (donde podéis ver sus cortometrajes), y ese maravilloso espacio de libertad y descubrimiento que es Cineteca, se empeñan en seguir agitando la creación audiovisual del país. Y cómo nos gusta el movimiento. (¿Y qué pinta aquí Michael Haneke, tan enfadado? La ilusionada respuesta se encuentra en la película… para descubrirlo habrá que ir a verla).