Enclavado hoy en día en una medianía ajardinada de la calle Julia Mayoral Márquez de Guareña, un contrapeso labrado en granito perteneciente a una antigua prensa olearia romana, hallado en 2.004 durante las excavaciones arqueológicas efectuadas en la cercana villa romana de El Pozo de la Cañada, nos habla tanto del pasado romano de la región, dependiente esta zona del territorio emeritense dentro de la provincia hispana de Lusitania, como de la vida rural que por entonces se articulaba en torno a las villas y al cultivo de la tríada mediterránea, antecedente de las explotaciones agropecuarias actuales que en ciertos aspectos ha variado escasamente con los siglos, entre ellos un prensado de la aceituna que en lo elemental poco difiere del que ejecutase este pieza que ahora observa desde su nueva ubicación urbana al viandante.
Revista Arquitectura
(Excavada por Francisco Javier Heras Mora entre los años 2.002 y 2.005 mediante pequeñas campañas de urgencia, ante la inmediata acometida de los planes de regadío que iban a afectar la zona en que se hallada el yacimiento, de la villa romana de El Pozo de la Cañada se sacaría a la luz parte de su pars rústica -ya documentada a comienzos del siglo XX por el erudito José Ramón Mélida una pars urbana centrada por un peristilo de doce columnas, cuyo enclave exacto es hoy desconocido-, destacando el habitáculo destinado a almazara datado entre los siglos I y III d.C.-donde fuese descubierto el expuesto contrapeso granítico-, así como un contiguo posible lagar que vendría a relevar tras tales centurias al primero una vez en desuso el mismo, en una reorganización de la explotación que vendría apoyada a la par por el cambio de técnicas funerarias arqueológicamente documentadas, pasando de la incineración a la inhumación, hallados vestigios de la primera y catorce enterramientos siguiendo la segunda, barajándose un final en la ocupación del enclave en torno al siglo IX, habiendo sobrevivido su poblamiento y explotación en mayor o menor grado durante las épocas de gobierno visigodo y primeros años de la ocupación musulmana, a raíz de las revueltas y consiguientes represiones que viviesen Mérida y sus aledaños en tal centuria, conllevando la destrucción de las murallas de la ciudad y la construcción de la alcazaba emeritense por el emir cordobés Abderramán II).
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