Enclavada en un rincón primordial de la población zahinera, entre el palacio consistorial y la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, anexa a la neurálgica plaza de Extremadura, de la que fuese fortaleza de la población apenas resta hoy en día el torreón cilíndrico, para muchos primitiva torre del homenaje de tal castillo, que defendiese la esquina nororiental de la fortificación que, sobre un altozano inscrito en plena estribación noroccidental de Sierra Morena, protegiese los límites del reino castellano en su cercanía a la vecina frontera lusa, paulatinamente desmantelado hasta restar a finales del siglo XVIII solamente la actual atalaya, emblema primordial del patrimonio histórico de la localidad.
Zahínos (Badajoz). Finales del siglo XV-inicios del siglo XVI (posible reconstrucción ejecutada sobre presunta fortaleza de fábrica templaria previa); estilo gótico.
Arriba: con 12,75 metros de altitud, y 29,50 metros de perímetro, sobre planta circular instaurada sobre podium se eleva recio, aunque no macizo, el torreón de Zahínos bajo un imponente aspecto castrense que nos permite verificar, a pesar de haber quedado desprovisto paulatinamente y hasta su totalidad de toda arquitectura militar contigua -ya aislado y en propiedad de Dña. Florencia Pizarro Piccolomini de Aragón y Herrera, III marquesa de San Juan de Peñas Albas, en el momento en que se realizase, en 1.791, el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura-, su inclusión dentro de una primitiva fortaleza que defendiese el lugar, mencionada por primera vez en la escritura de particiones que en 1.510 cumplimentase el testamento otorgado en 1.504 por D. Juan de Sotomayor, II Señor de Alconchel y primer poseedor del mayorazgo que relativo a tal Señorío fundase su padre, D. Gutierre de Sotomayor, tras recibir por parte del monarca Juan II la villa de Alconchel junto a la Dehesa de Zamoreja y el lugar de Zahínos, impulsándose entonces la colonización de un enclave hasta ese momento carente de población, interesándose por tal motivo la elevación de un edificio defensivo del caserío que comenzase a erigirse entre fines del siglo XV e inicios del siglo XVI, quizás reaprovechándose los vestigios de algún otro inmueble de similares características con que los Templarios, custodios iniciales del lugar tras la Reconquista, salvaguardasen la zona de incursiones lusas que amenazasen la cercana Jerez, urbe capital dentro del Baylío por tal Orden regentado.
Abajo: escoltando posiblemente una desaparecida puerta de acceso a la población, inscrita entre el torreón y la inmediata parroquia del lugar, la subsistente torre zahinera contaba como defensa propia no sólo su sobria constitución, a base de pétrea mampostería, sino también la elevación muy por encima del nivel del suelo de la puerta de acceso desde el exterior a la misma -con accesos internos a través al parecer de diversas galerías subterráneas-, siguiendo una conocida costumbre edilicia castrense, hoy salvado el desnivel gracias a una escalera metálica que bordea parte del inmueble por su cara suroriental, eliminado el edificio que por esta zona unía el monumento a las casas consitoriales, dando paso desde el portón enmarcado entre piezas de granito y arco escarzano al piso intermedio de los tres en que se divide el espacio interno de la que, por tal motivo, fuese considerada torre del homenaje o donjón del primigenio castillo, dispuesto en su planta baja un amplio espacio destinado a calabozo, almacén, bodega o caballerizas, comunicado el superior por escalera con la terraza que supedita la bóveda de coronamiento de la atalaya, convertida tras la restauración del edificio en mirador de la localidad, como antaño fuese otero desde el que poder vigilar los contornos ante posibles huestes enemigas.
Abajo: contrario al ventanal que supedita la elevada puerta de acceso al torreón por su planta intermedia, como éste y mencionada portada muestra el vano que mira hacia la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios sus contornos entre piezas graníticas, a modo de alféizar, jambas y dovelas, recuperado éste tras haber servido tal punto concreto del edificio, desde su colocación en 1.808, como puesto expositivo del reloj público que permitiese conocer la hora a los lugareños, bautizado por tal motivo como Reloj de la Villa, desaparecido pocos años atrás mientras se conservaba, por el contrario, la espadaña con única campana que sobre la terraza lo coronase, también respetada la posterior balaustrada latericia que en derredor de ésta salvase del vacío a los que, tras rehabilitarse el inmueble, llegasen a ella, ornamentada pautadamente con florones a lo largo de su pasamanos, preservada igualmente como sencilla decoración de la obra el esgrafiado que rodeando las piezas pétreas que componen la mampostería sobre la que se eleva la torre, aún puede apreciarse en diversos paneles murales de la atalaya.