Por Felipe de J. Pérez Cruz/ Tomado de Rebelión Desde la segunda mitad del Siglo XX, Fidel Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana y fundador del Partido unido y del Estado Socialista, ha marcado la historia política de Cuba, América Latina, África y el mundo. He expresado mi criterio sobre la importancia de publicar una y muchas biografías de Fidel, pero sin dudas la biografía como género y resultado historiográfico, no agotan la necesidad de conocimiento y rescate de la memoria colectiva sobre el Comandante en Jefe. Siempre quedará un amplio campo de estudio para avanzar en la sistematización de su legado y en la reflexión sobre su pensamiento.La investigación y el estudio de la vida y obra de Fidel no puede ser un fin en sí mismo, será solo el camino para que el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana perviva en la Historia, para que Fidel continúe acompañándonos, para estar orgullosos y comprometidos con nuestros logros, exhortándonos a pensar propositivamente, a luchar contra nuestros errores, a mantener incólumes los principios martianos y socialistas de justicia social, emancipación y dignificación humana, para crecer y vencer.
El valor del ejemplo
“Hacer es la mejor manera de decir”, definía José Martí en La Revista Venezolana en 1881, y de tal máxima Fidel Castro Ruz ha hecho una escuela. Fidel no dijo “hagan”, sino “síganme”, y marcó el camino marchando a la vanguardia de la Revolución.
Al asalto del Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, fue Fidel como jefe y combatiente. Su comando tenía la difícil tarea de tomar la posta de entrada a la fortaleza. Ante la posibilidad de perder la iniciativa del factor sorpresa, dispara, inicia el combate, y le hace la primera baja al enemigo. Cuentan que al ordenar la retirada, en medio de la fuerte respuesta de los soldadesca de la tiranía ya organizada, el joven líder estuvo de pie, desafiando las balas enemigas, en lo que se aseguraba que los autos evacuaran a sus compañeros, así quedó solo en medio de la calle, y en el último de los vehículos se retiró.
La vida de Fidel en la guerrilla que a golpe de inteligencia y bravura se transformó en Ejército Rebelde, da para una leyenda. La primera y la única “conspiración” a “espaldas” de Fidel durante la guerra de liberación, fue la carta que circuló y firmó la oficialidad del Ejército Rebelde, para obligar a su jefe a que protegiera más su vida en los combates.
Luego en la victoria, sus hechos de audacia se hicieron cotidianidad. Fidel en el propio 1959, que organizó y ejecutó el primer cerco que se realizó para apresar a un grupo de contrarrevolucionarios “alzados” en armas. Luego miles de batallones de milicianos le seguirían en la epopeya de la Limpia del Escambray, y en la liquidación de las bandas de asesinos, creadas, dirigidas y avitualladas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos en casi todas las provincias del país.
Cuando la invasión mercenaria, en abril de 1961, Fidel llegó hasta las arenas de Playa Girón junto a los soldados, policías rebeldes y milicianos, porque cuentan que era imposible mantenerlo en el Puesto de Mando del Central Australia. Allí estuvo a tiro de una escuadra de invasores, que carentes de valor optaron por no hacer fuego.
Afrontando el peligro
Contra Fidel, la CIA y su Entente de terrorismo anticubano, radicada en el territorio estadounidense, han puesto en ejecución no menos de 640 planes de asesinato. Fidel ha vivido con la responsabilidad de afrontar estos peligros. Sabemos que no se inmutó en aquella conferencia de prensa en el Chile de 1971, a sabiendas que frente a él estaba un asesino de la CIA, con una cámara a la que se había acoplado un arma. También conocía la seguridad cubana de otros probables planes de magnicidio, pero nada pudo impedir que el Comandante de la Revolución Cubana recorriera junto al Presidente Salvador Allende toda la geografía del hermano país.
En septiembre de 1973, en plena guerra de liberación contra los agresores estadounidenses, Fidel Castro se convirtió en el primer y único jefe de un Estado extranjero que visitó las zonas liberadas de Viet- Nam del Sur. Así también Fidel viajaría a Angola en 1976, a brindar con su presencia cumplido homenaje a los primeros combatientes que pararon la invasión sudafricana a las puertas de Luanda, derrotaron el plan de la CIA y los racistas para impedir la real independencia del país victoria política de Agostinho Neto y el movimiento revolucionario que lideraba.
Lo recordamos pleno a sus 68 años, liderando al pueblo que salió a las calles el 5 de agosto de 1994, para rechazar a la horda de antisociales que manipulados por los servicios enemigos y la emisora contrarrevolucionaria, provocaron disturbios y atacaron instalaciones turísticas y comerciales cercanas al malecón habanero. Fidel llegó a la intersección de las calles Galiano y San Lázaro, frente al Hotel Deauville, minutos antes apedreado, con sus escoltas sin armas, a dar su cuota de pelea. Su marcha para llegar a la zona de enfrentamientos en el cercano Paseo del Prado, convocó a su paso a un mar de pueblo, dispuesto a defender a la Revolución y su Comandante. Mientras, delincuentes y contrarrevolucionarios, huían despavoridos.
Veinte nueve años después de su visita a Chile, seguía Fidel con la misma audacia, y los confirmados planes para asesinarlo no lo hicieron desistir de viajar a la Cumbre Iberoamericana de Panamá, y allí en el Istmo, con su denuncia, desbarató el dispositivo terrorista y obligó a poner presos a los criminales. Esta vez los criminales planificaban una masacre, al planificar explotar poderosos explosivos en un auditorio de la Universidad panameña, que iba a esta repleto de jóvenes estudiantes, profesores y amigos de la solidaridad con Cuba.
La construcción socialista
Fidel ha hecho del heroísmo cotidiano, del reclamo de su hermano de luchas el Comandante Ernesto Che Guevara, un asunto de principios. La primera Zafra del Pueblo lo tuvo de machero, abriendo con su ejemplo la movilización de miles de trabajadores voluntarios hacia los cortes de caña.
Fidel ha estado de promotor y entusiasta hacedor en la creación de la base técnico material del socialismo en Cuba: Desde las primeras tareas de la mecanización agropecuaria y el desarrollo de la ganadería integral en los pasados años sesenta, hasta los complejos científico- tecnológicos de investigación-producción ya a las puertas del siglo XXI. La ligazón de Fidel con el mundo del trabajo, de la ciencia y la tecnología, es un escenario de relación y conocimiento que une al líder con la nueva clase obrera, y con su intelectualidad científico-técnica. Es una relación íntima, que comparte y disfruta junto a los trabajadores, por cada nueva realización.
Ahí ha estado Fidel saltando de alegría por Ubre Blanca y sus records mundiales en litros de leche; alegre, jubiloso, como un muchacho con un nuevo juguete, al “probar” una nueva combinada para cosechar la caña de azúcar. Fidel fue quien primero nos habló de computación e informatización por el año 1971, cuando nos recuperábamos del revés de la zafra de los Diez Millones. Lo conocimos “conjurado” con los químicos, para hacer un nueva cerveza y sorprender con esta innovación a los jóvenes de las Brigadas Técnicas Juveniles…. Fidel es la magia de dibujar el futuro de un centro de biotecnología, cuando apenas sobrevivíamos la crisis y el doble bloqueo de los años iníciales del período especial. Y ante las desiertas y lúgubres instalaciones de una abandonada base soviética, pensar la maravilla de una universidad de punta –de hermoso y colorido diseño-, dedicada al estudio, la investigación, los servicios y la producción en el mundo de las nuevas tecnologías de la informatización y las comunicaciones.
La articulación de Fidel con los planes de salud, educación y cultura, supera en su vínculo con el sentir nacional, cualquier evaluación que un “historiador” pueda intentar realizar. Ahí está su fiebre por sembrar a Cuba de hospitales, policlínicos, casas del médico de la familia, escuelas, institutos y universidades, museos, teatros, gimnasios y salas polivalentes. Fidel lideró la batalla contra la falta de maestros y el analfabetismo, y fijó el hacer del arte y la literatura en la Revolución, con sus palabras a los intelectuales. Fue el artífice de la Revolución Educacional, de los programas de las escuelas en el campo, de la fundación del Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domench”. Lo recordamos en sus visitas a los círculos de interés y apoyo a la actividad vocacional. Fidel fundó con el Comandante Ernesto Che Guevara, la medicina social cubana, y multiplicó la extensión y la calidad de los servicios de salud.
El deporte y al recreación física renacieron en Cuba con la Revolución, y han contado con el empuje protagónico del Comandante. Con el juego entusiasta del equipo de beisbol Barbudos, junto a Camilo Cienfuegos, Fidel fijó el contenido de disfrute masivo de deporte revolucionario. Mis compañeros de la generación de los setenta, aún sueñan al Comandante en las tardes de básquet en la Secundaria Básica en el Campo “Ceiba 1”, donde reía y peleaba por el balón como un adolescente más, y “gardeaba” duro, sin hacer de su físico imponente, un obstáculo de fuerza. El deporte cubano pasó al medallero Olímpico, regional y mundial, cada medalla fue una alegría para Fidel, pero siempre insistió que lo más importante es competir con honor y patriotismo.
Por estar a la vanguardia a favor del pueblo, Fidel hasta ha desafiado a la naturaleza. Desde el ciclón Flora en 1963, hasta los últimos huracanes que cruzaron el país en su mandato como Presidente, lo vimos desafiando los vientos, en los lugares de más peligro. Chequeando las medidas de defensa civil, orientando, y sobre todo dando confianza y cariño.
El protagonismo de Fidel superó su propio horizonte de partida, ha sido el promotor de los diseños estratégicos, y a la vez el articulador del día a día de estas las realizaciones.
El Comandante
Fidel es un hombre que reúne en sí las excepcionales cualidades del conductor de pueblos, del pedagogo y el educador social. Posee una indiscutible capacidad como dirigente, inteligencia, estudio y experiencia, que ha desarrollado a la par de un ejercicio ético de dignificación humana, con una extraordinaria dedicación al trabajo e inquebrantable voluntad de lucha.
Fidel es un modelo de tenacidad y compromiso revolucionario, símbolo de modestia, intransigencia y audacia, de constante preocupación por el estudio, la investigación y superación profesional, de servicio a la causa del socialismo y entrega absoluta a los intereses nacionales, populares e internacionalistas. Fidel ha demostrado ser capaz de adelantarse a los acontecimientos, y se le reconoce un maestro en el difícil arte de la estrategia política.
Fidel ha mantenido un régimen de trabajo diario alucinante, con apenas tres o cuatro horas de sueño, ocupándose de todos los problemas nacionales e internacionales que puedan imaginarse. Lector incansable, el estar bien informado ha sido una ocupación cotidiana.
Quienes seguimos a Fidel durante más de medio siglo de batallas, tenemos sobradas razones para saber que es un hombre profundamente solidario, con una sólida convicción sobre la centralidad que deben tener, los principios de la emancipación, la justicia social y dignificación humana. Precisamente desde tales convicciones se hizo revolucionario, luego “socialista utópico”, después definitivamente marxista y leninista convencido, comunista, antes y después, siempre, martiano.
Precisamente en el pensamiento de Fidel, sobresale una finalidad doctrinal perfectamente determinable acerca de la emancipación efectiva de la persona en diversas dimensiones: productivo-laboral, socioclasista, generacional, genérica, espiritual. A la persona la sitúa en su plena dignidad, y asume que esta es la finalidad real de toda la actividad social revolucionaria.
Fidel es capaz de sentir y expresar las más íntimas necesidades y valores de sus compañeros y pueblo.
El método y el estilo fidelista
Fidel ha vivido convencido de la responsabilidad que le otorgaba su condición de líder de un pueblo. Sabe que los latinoamericanos tenemos una larga tradición de líderes carismáticos y siempre ha cuidado que su cuota de poder sea compartida, en primer lugar con el pueblo, con el Partido y sus compañeros de la dirección política. Son abrumadores los testimonios de su modestia. Nunca ha dejado de sentirse y de actuar como un servidor de la impronta histórica y la voluntad popular. Son abrumadores los testimonios de su modestia.
No somos los cubanos un pueblo de seguidores acríticos. Fidel lo sabe y ha cultivado. La Revolución nos hizo cultos, para hacernos libres. Fidel no dijo “crean”, sino “lean”.
Fidel ha hecho de la persuasión un arte: Si se estudia su método de comunicación tanto en privado como en público, nos percatamos de su inteligente labor para establecer la mutua confianza, la intimidad de verbo y pensamiento. En cada conversación, en sus discursos y actos sobresale su pedagogía revolucionaría, su condición de educador social.
Su estilo de dirección es democrático, de búsqueda de asesoramiento y saberes, de consulta perenne con las masas. Tiene ganada fama de ir hasta el más pequeño detalle en todo lo que se propone. Es capaz de escuchar durante horas a un interlocutor, al que solo interrumpe para hacerle cada vez preguntas más incisivas sobre el tema que comparten. A la vez sabe ser un jefe firme en la toma de las decisiones, en la orden, y en la asunción de su responsabilidad personal. Su fiel de actuación ha estado en búsqueda constante de soluciones posibles –ante todo prácticas- para cada problema. Desde la década del sesenta del pasado siglo, su crítica al burocratismo y a la burocracia, ha definido un sentido de hacer.
No afecta a Fidel la contradicción, ni la discrepancia o la crítica. Si es implacable con la improvisación, el desatino de juicios y acciones, la negligencia o la chapucería. Aborrece la adulación y la mentira. Nunca pierde la perspectiva de que lo fundamental está en transformar, en educar. Develar el error, sancionarlo, y respetar y salvar al ser humano, ha sido su divisa.
Desde joven se destacó como polemista. Su respuesta al adversario es siempre contundente, sobresalen la fortaleza moral, la solidez de la argumentación y la mesura de la forma.
La Revolución no solo ha sido una consecución de conquistas, la personalidad de Fidel las ha dotado de un goce particular, de un cariño compartido
La teoría como praxis
El protagonismo del Comandante se asienta en un profundo conocimiento de la Historia, en el análisis y el juicio prospectivo. De la Historia y en la historia Fidel obtuvo las razones para actuar. El encuentro raigal con el pensamiento emancipador de José Martí, y la asunción temprana del marxismo y el leninismo, le permitieron la claridad política, la fortaleza cultural y la certeza científica, sobre el pasado, y en tanto, la comprensión de su presente, y la proyección de la necesidad del destino futuro de la nación. El tránsito dialéctico de Martí a Carlos Marx y Vladimir Ilich Lenin, y el retorno de estos, con más certezas y convicción, a Martí, le permitieron evadir las lecturas sectarias y dogmáticas prevalecientes a mediados del siglo XX en el movimiento comunista internacional. Desde entonces fue un constante promotor de la criticidad y fertilidad del marxismo.
El Comandante nos ha brindado como síntesis perfecta de su visión de praxis revolucionaria, el concepto complejo y multidimensional de Revolución: “Revolución –precisó el 1ro de mayo del 2000- es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo.”
No mentir ni violar jamás principios éticos
La historia del movimiento revolucionario y comunista está jalonada de heroísmo y entrega patriótica e internacionalista, pero como síntoma de lo que no se ha logrado, en el tránsito de los líderes y combatientes a la cultura de la emancipación, se han manifestado una y otra vez problemas donde se percibe que las viejas tradiciones, los prejuicios y miserias de la idealidad burguesa, persisten en la mente y el hacer de los sujetos en Revolución. En ocasiones los fines revolucionarios se han enarbolado para justificar métodos y medios turbios, la verdad ha sufrido, los intereses individuales se han antepuesto, las contradicciones y las imprescindibles luchas políticas e ideológicas dentro de los partidos y movimientos, se han intentado resolver con exclusiones y purgas.
La Revolución Cubana -puede probarse-, ha sido un procesos caracterizado por la transparentes y la integridad, pero no hemos estado exentos de tales fenómenos negativos. El hecho más conocido –y manipulado por la propaganda anticomunista-, fue la separación de Julio Antonio Mella por sus compañeros de Partido en 1926. En la etapa posterior a 1959, fenómenos adversos como el sectarismo y la microfracción, encubaban prácticas en las que se evidenciaban los citadas debilidades. Si tales peligros fueron cortados en la raíz, para solo sobrevivir como fenómenos a escala reducida en tiempo y espacio, ello se debió a la colosal acción política y pedagógica de Fidel, como constructor de la unidad de todos los revolucionarios alrededor del Partido y de la Revolución.
Fidel como martiano consecuente, es un ejemplo de político revolucionario, y desde su hacer personal y liderazgo, creó una escuela de ética revolucionaria, en la que se han formado y deben crecer las nuevas generaciones de dirigentes cubanos. Esta escuela de pensamiento y acción, parte de la defensa y culto de dos ejes ideológicos fundamentales: Nunca mentir, nunca violar principios éticos.
La ética fidelista de la política ha sido compartida con la militancia revolucionaria y el pueblo, que la conoce y sustenta, y la exige a sus continuadores. Se han creado instrumentos legales y códigos de ética, pero el impacto fundamental está en la elevación de la cultura de la crítica y el hacer del pueblo, en el fortalecimiento de las relaciones realmente emancipadas del socialismo cubano.
Un hombre sagrado
Vivo convencido de que los cubanos tenemos el privilegio de contar en la Revolución, con uno de los más brillantes revolucionarios de todos los tiempos. La impronta de Fidel está en lo grueso y lo fino de la Revolución. Se ha forjado y cultivado junto a su pueblo, en la dirección de una guerra revolucionaria, la forja de una nación, un Estado y un Partido de nuevo tipo, en el vencer todos los días al imperio y sus planes genocidas, para adentrarse en el parto internacionalista de este mundo en transición.
¿Idealizamos a Fidel? ¿Es una “renuncia” a la crítica del hombre, y por lo tanto un determinismo sobre el ser falible que necesariamente es Fidel? Hombres como Fidel Castro Ruz merecen, aún en la diferencia, el respeto y la consideración por lo que han sido, hacen a diario y representan.
Fidel es la historia compartida de nuestros pueblos latinoamericanos con su peculiar relación líder –masa, carisma ético, caudillo y pueblo, desde Enriquillo y Tupac Amaru a Simón Bolívar, José de San Martín, Miguel Hidalgo, José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo, Augusto C. Sandino, Jorge E. Gaitán, Salvador Allende y Hugo Chávez.
Por el acumulado de experiencias y el sentido histórico que posee, por ser un hombre que al decir de Martí lleva dentro de sí “ un pueblo entero”, “la dignidad humana”, Fidel es un hombre sagrado.
Archivado en: Cuba Tagged: 90 cumpleaños de Fidel, cuba, fidel castro, Fidel y la CIA, Líder de la Revolución cubana