Por: Felipe de J. Pérez Cruz/Tomado de Cubainformación
En los últimos tiempos, hay analistas de la izquierda, unos al Sur y otros más al Norte-Norte, que han retomado la tarea de levantar, personalizar y subrayar críticas a la Revolución Cubana, y como parte de sus estudios, intentan colocar bajo lupa la labor histórica del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Que la Revolución y su líder histórico sean sujetos de intelección y debate resulta un hecho de indiscutible legitimidad, que sin dudas puede aportar al conocimiento de la historia del movimiento revolucionario y a su prospectiva. El problema está en que salvo contados enfoques de seriedad historiográfica, con harta frecuencia abundan los juicios superficiales, cuando no erróneos, contaminados por prejuicios e ideologizaciones de matriz liberal.
El interés de develar errores y tomar distancias, coincide con momentos en que el imperio incrementa la agresión ideológico-cultural contra el país, y en tal propuesta resulta un objetivo central demeritar y ensombrecer la imagen de Fidel.
Para los cubanos que hemos acompañado en vida la obra de Fidel, esta convence por sí sola, y en tal criterio no siempre atendemos la necesidad de fijar una opinión sobre el asunto. Sobre todo hemos sido muy poco dados a polemizar, compartir y publicar, si de nuestro inmenso paladín se trata.
En la lucha insurreccional
Fidel fracasó en su primer intento de tomar una fortaleza militar, el 26 de julio de 1953, estuvo a punto de ser asesinado, y como muchos otros revolucionarios, conoció la prisión. Pero a diferencia de los dirigentes revolucionarios que el imperio y la reacción lograron encarcelar y aislar de las masas, en la mayoría de nuestros países, el líder cubano supo convertir el revés en una extraordinaria victoria nacional de carácter político-estratégico. La labor de organización previa al asalto, la selección y formación de la primera vanguardia de combatientes, resultó el punto de despegue para hacer de la cárcel una nueva trinchera de lucha.
Fidel volvió a estar a las puertas del fracaso en el México de 1956, cuando la persecución de los servicios de inteligencia de la dictadura y el imperio, pagaron la traición, y los preparativos de la salida del yate Granma, con los expedicionarios que reiniciarían la guerra revolucionaria en Cuba, corrió el grave peligro de ser abortada. El 2 de diciembre de ese año Fidel cumplió su promesa de regresar a pelear por Cuba Libre, pero el desembarco del Granma, casi se convirtió en naufragio, y sin aún reponerse, la tropa expedicionaria fue golpeada y dispersada por un Ejército bien armado y entrenado por sus amos yanquis. Luego de sobrevivir la embestida represiva, la presencia del líder revolucionario en territorio cubano, desató la confianza y el hacer comprometido de las masas. De nuevo el trabajo de organización anticipado, el tejido clandestino, y los contactos y acuerdos con las otras fuerzas revolucionarias, le permitieron a Fidel recibir los primeros apoyos.
A partir de solo doce hombres, Fidel logró reponerse, re articular el destacamento guerrillero, establecer los contactos con la resistencia interna, y forjar la cooperación con las más diversas fuerzas, organizaciones y partidos, que tenían una posición anti dictatorial. Cinco años, cinco meses y cinco días después de su primera derrota Fidel alcanzó la rotunda victoria del 1 de enero de 1959.
En la construcción socialista
Desde el enero de victoria hace medio siglo, hasta la actualidad, la praxis revolucionaria cubana encabezada por Fidel– realizada frente a los colosales obstáculos del subdesarrollo, la agresión y bloqueo imperialista y lo inédito de la construcción que nos propusimos realizar-, nos ha conducido a afrontar una compleja lógica de logros y reveses, avances y estancación, rectificaciones y cambios. Pero no ha sido el error lo característico del curso histórico cubano. No puede ser acusada la consecuencia del no saber, del aprendizaje en las circunstancias y de la propia experimentación. No son responsabilidad de los revolucionarios, los imprevistos de los acontecimientos mundiales, y sus consecuencias en la configuración de escenarios sumamente adversos a la sobrevivencia y el avance de la Revolución.
En todas las circunstancias, la tendencia prevaleciente en la dirección cubana, ha sido la inconformidad, la autocrítica y la búsqueda constante de nuevos espacios de realización. Fidel de hecho se ha equivocado, afortunadamente muy poco, pero en cada uno de estos momentos ha ido al seno del Partido, al pueblo, con gran humildad, con confianza en el juicio histórico de las masas cultas e informadas. Además de ser un crítico severo de las insuficiencias en su propia obra, demostró en la práctica de la confianza otorgada, una insuperable capacidad para construir el camino de victoria en el propio proceso de análisis de los errores y dificultades. Junto al pueblo y a la dirección revolucionaria, Fidel convirtió en victoria cada revés, transformado lo adverso en realidades positivas, palpables y trascendentes para la vida cotidiana y la espiritualidad de las cubanas y cubanos.
La Zafra de los Diez Millones
Viví muy joven, entre el mar de pueblo, la autocrítica de aquella tarde de mayo de 1970, cuando Fidel anunció que no alcanzaríamos los Diez Millones de toneladas de azúcar, meta de honor en que se había comprometido el trabajo entusiasta de la nación. Como sabemos, Fidel ofreció la alternativa de entregar su cargo y ante el reclamo de confianza del pueblo, se comprometió a convertir el revés en victoria.
El fracaso en la producción del los Diez Millones de toneladas de azúcar ha sido para nuestros críticos “la prueba” por excelencia del “voluntarismo” de Fidel Castro. Sobre el tema, y en general sobre los debates que se dieron en la dirección de la Revolución, alrededor de la estrategia económica para la segunda mitad de la década del sesenta, con el concurso por entonces de importantes y reconocidos especialistas extranjeros que fueron invitados a Cuba, muy poco se conoce. Si, en la medida que nos adentramos en el tema y se hace luz sobre la problemática, confirmamos que lejos de voluntarismo, primó en la dirección revolucionaria la evaluación colectiva y el debate intenso. Fallaron las herramientas de análisis, la información y la organización suficiente, el método de la consulta y la atención al saber masivamente acumulado en el mundo del trabajo…. La mayoría temas analizados autocríticamente en el Primer Congreso del PCC realizado en 1975.
Nada justifica las lecturas superficiales, y menos el intentar forzar la historia en interés de adversar el proyecto, pero ello no excluye nuestra responsabilidad. A los historiadores revolucionarios, y más a los compañeros que guardan celosamente la documentación histórica de la época, nos incumbe el hecho de que a falta de suficientes elementos, pervivan lecturas unilaterales y subjetivistas sobre la batalla de los Diez Millones, y otros hechos complejos de la Revolución.
El proceso de rectificación
No titubeó Fidel en plantear la necesidad de una sesión diferida del III Congreso del PCC realizado en febrero 1986, para profundizar en la situación real del el país. Fidel dio a conocer al pueblo los duros debates realizados durante el II Pleno del Comité Central del PCC en octubre, que continuaron con la segunda cita congresional de noviembre del propio año. En estas reuniones se precisó que los problemas que veníamos confrontando a la fecha, no estaban solo en la dirección de la economía, sino en la debilidad del modelo de socialismo que habíamos importando, y que no se trataba solo de rectificar en política económica, sino de realizar una revolución conceptual profunda y abarcadora. Para ello el jefe de la Revolución, planteó la necesidad de iniciar un proceso de rectificación de los errores y tendencias negativas, que frenaban y deformaban los principios vitales de la Revolución socialista
Fidel enfatizó la magnitud y naturaleza de nuestros propios errores, con convicción y seguridad en las calidades y posibilidades revolucionarias del pueblo cubano. “Ningún enemigo nos va a criticar mejor que lo que nos criticamos nosotros…. antes que la suciedad nos sepulte, es mucho mejor lavar los trapos al aire libre”, declaró públicamente el líder de la Revolución.
La rectificación frenó la importación mimética de las prácticas que definitivamente vaciaron la naturaleza humanista y revolucionaria del proyecto socialista en la URSS. Entonces la Revolución Cubana adelantó su “perestroika”, antes de que se levantara esta bandera en la Unión Soviética, y que de hecho, lejos de una rectificación revolucionaria, se diera paso a un camino de renuncias y traiciones. A diferencia, la rectificación cubana comprendió el alcance enajenador de los mecanismos que entorpecían el desarrollo de las fuerzas productivas del llamado socialismo real, y sobre todo, defendió el criterio de que la construcción socialista es ante todo –y primero que una carrera por igualar el consumismo capitalista-, un hecho de enriquecimiento cultural, un resultado de conciencia política. Desde la profundidad de su pensamiento, Fidel pudo vaticinar la caída de la URSS y encabezar la resistencia heroica del pueblo cubano en el período especial.
Resulta interesante que nuestros críticos mientras enfatiza el “voluntarismo” y los “errores” de Fidel, callan las certezas. Toda la claridad teórico-práctica de la rectificación cubana, la lucidez de su conductor, y su trascendencia para el movimiento comunista y revolucionario mundial, permanecen en el silencio. Menos hablan de la estrategia política de sobrevivencia y victoria de los años más cruentos del Período Especial, cuando la unidad del pueblo y el liderazgo, hizo la maravilla –para no pocos el milagro- de la resistencia, la acumulación de fuerzas y el repunte económico que permitió salvar la Revolución.
La historia por hacer
La historia por hacer nos permitirá poseer un juicio más claro de los acontecimientos no felices y de los errores. Fidel no se percató -humanamente no era posible-, de varios cursos conflictuales que transcurrieron en paralelo –o en confluencia-, con las más decisivas y urgentes batallas de clase, y en consecuencia estas problemáticas no fueron atendidas, dentro de sus prioridades. Habrá que determinar quienes no hicieron lo que les correspondía. En tal perspectiva no se podrá prescindir de deslindes, entre los que no sabían que no sabían, y los que sabían y no actuaron en consecuencia.
Hay compañeros que afirman que el principal error de Fidel, reside en la confianza depositada en personas, que luego no han estado a la altura ética y política de la misión otorgada. Y es que la Revolución Cubana, no ha estado libre de varios especímenes del oportunismo: Los “eficientes” sujetos que siempre coinciden con el jefe, y cumplen cartesianamente sus orientaciones; los que callan la discrepancia y hasta la buena idea distinta, para no disgustar “ni marcarse”; y los que esperaban paciente-impacientemente que les llegara el turno “al bate” para que le “dieran la bola”, mientras disfrutan de las mieles del poder. También vivimos la plaga de los funcionarios, que ante el surgimiento de elementos contradictorios y criterios discrepantes en las bases, en vez de analizar y tomar partido, han optado por acudir al juicio de autoridad: “esto lo orientó Fidel”, “esta es una idea del Comandante”, para relevarse del pensar propositivo y “protegerse” con cobardía frente a cualquier responsabilidad.
Tendremos que profundizar en cómo y dónde se malograron los sujetos de la inconsecuencia, y qué hicieron para esconder sus reales naturalezas, engañar, ocupar cargos de relativa importancia, y llegar a estar algunos en las primeras instancias de dirección, y más, en las cercanías del jefe de la Revolución. El juicio histórico tiene que colaborar al perfeccionamiento de los sistemas de selección, formación, promoción y atención de los cuadros del Partido y el Estado.
Aún se escuchan entre los cubanos y cubanas, las frases que durante muchos años reflejaron la inconformidad, la crítica y a su vez, la confianza en el Comandante: Si Fidel conociera esto!… Si Fidel pasa por aquí se resuelve el problema!…. El pueblo sabía que Fidel no podía estar en todas partes, y con tales comentarios motivaba y exigía la vergüenza del cumplir con sus obligaciones a los funcionarios y directivos que no lo hacían. Es que la ineficiencia, el pancismo y el burocratismo, el aburguesamiento y la corrupción, han sido enemigos de la certeza y el bien hacer de la Revolución y de Fidel.
No solo precisamos personalizar el sujeto colectivo de dirección en la Revolución, para evaluar lo errático. La presencia histórica del líder, deber ser revalorada con el hacer de sus compañeros y compañeras en la conducción del Partido, las organizaciones revolucionarias y el Estado. Cuando esta historia pueda conocerse, sabremos más del aporte inmenso de los revolucionarios que han acompañado a Fidel en la toma de decisiones, lograron multiplicar sus ideas y orientaciones, y las enriquecieron con sus propios saberes y acciones.
El parto de la Revolución Cubana con Fidel y en Fidel, lo ha sido también de héroes, de gigantes del pensamiento y la actitud revolucionaria, del hacer talentoso, el trabajo abnegado y el actuar comprometido: Del Comandante Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Juan Almeida, Osvaldo Dorticós, Haydee Santamaría, Celia Sánchez, Vilma Espín, Blas Roca, Juan Marinello, Lázaro Peña, Faustino Pérez… de los titanes de la generación histórica que aún están entre nosotros, y no menciono para no herir sus continuos ejercicios de modestia.
Es que lo definitivo en Fidel no ha sido la confianza traicionada, sino la confianza retribuida en trabajo honrado y realizaciones de muchos revolucionarios de todas las generaciones. Por cada compañero o compañera que ha dejado de ser fiel a su responsabilidad, hubo y hay en Cuba, miles, millones de combatientes por el socialismo, que todos los días realizan sus deberes patrióticos, fidelistas.
El error fundamental
En el Aula Magna de la Universidad de La Habana, 17 de noviembre de 2005, el Comandante en Jefe preciso su visión para la época que se avecinaba, y partió de la autocrítica más incisiva sobre los errores de la Revolución, que hasta el momento había sido realizada: Fidel consideró que el error más grave cometido en la Revolución fue el de “creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo”.
El discurso de ese noviembre del 2005, no solo fue una alerta contra el “consignismo” y la apología, y la ratificación de que la Revolución se podía perder por nuestros propios errores, entendida la responsabilidad del liderazgo y del todos y todas los cubanos y cubanas revolucionarios, como sujeto colectivo de responsabilidad histórica. Fidel se dirigió a los jóvenes por además, para convocarlos de manera expresa a que no asumieran los errores cometidos por los hombres que dirigían la Revolución, como faltas intrínsecas al socialismo, sino atribuibles a las circunstancias objetivas y subjetivas en que se ejerció el liderazgo, comprometiéndolos en tanto sujetos colectivos e individuados, a ser parte activa de la tomas de decisiones sobre el presente y el futuro.
Lo infalible del método
El mérito de Fidel ha estado en cómo ha logrado orientarse y vencer en las más adversas circunstancias, con un elevado espíritu autocrítico, y confianza en el Partido y las masas populares. Esta posición de principios frente al error, lleva al Comandante en Jefe a realizar en cada momento, una muy seria evaluación de la situación, a precisar las debilidades y fortalezas y otear los retos. Pero sin dudas Fidel se ha equivocado mucho más que la mayoría de sus críticos de izquierda, porque en lo fundamental ninguno de ellos ha liderado una Revolución la ha conducido hasta el presente durante 63 años.
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