Por Iván Rodrigo Mendizábal
(Publicado originalmente en revista internacional Amazing Stories, el 8 de septiembre de 2016)
Recordar la primera transmisión de la serie de Star Trek –8 de septiembre de 1966– supone también pensar como esta puso en la pantalla el tema de la interculturalidad en un momento, la década de 1960, cuando todavía existían ciertos tabúes, no obstante las buenas intenciones sociales y políticas tanto en EE.UU. como en el mundo entero.La interculturalidad hoy en día es más actual y cada vez menos una palabra retórica porque la globalización, posiblemente, sin ser su objetivo, hizo que esta sea uno de los ejes de las dinámicas sociales. La interculturalidad incluso en varios países de Latinoamérica es una política de Estado y esta es reclamada con fuerza en función del reconocimiento y la inclusión del Otro.
El concepto de interculturalidad, en efecto, supone la interrelación igualitaria de los distintos, de la congregación entre desemejantes reconociéndose entre ambos. Implica que no hay una cultura única, del mismo modo que un solo pensamiento o cosmovisión, por el contrario, la diversidad de culturas, como riqueza de un país o de un territorio, hacen que prevalezcan variedad de voces que, aunque a veces discordantes, erigen una especie de concierto que reclaman más horizontalidad y democracia. En realidad, la interculturalidad es producto, no tanto de la globalización, sino de nuevos tiempos en los que las voces distintas, las denegadas por los sistemas o aparatos de poder, las cuestionan. Es el logro de la emergencia de actores sociales deprimidos.
¿Es otra forma de comunicación? ¿Es la interrelación entre culturas? ¿Es el respeto y la aceptación de la otredad? ¿Es la constitución de un nuevo saber reconociendo lo no hegemónico? Puede que estas preguntas no sean suficientes para comprender la interculturalidad, pero también pueden dar, cada una, las pautas de la construcción de algún tipo de definición. No quiero aventurarme a elaborar una, ni repetir alguna ya dada porque cualquiera que se escriba o que se quiera plantear habla de una realidad: la interculturalidad es tanto proceso, así como resultado entre formaciones culturales y sociales, entre grupos humanos, entre complejidades; por lo tanto, es el corazón de las sociedades actuales desfronterizadas, desterritorializadas, desnacionalizadas.
La ciencia ficción en cierta medida es quizá un interesante ejemplo de las representaciones de interculturalidad. Viajar y conocer mundos distintos, inimaginables –por lo menos para una mentalidad convencional–, y encontrar en ellos las configuraciones de otros sistemas de vida, de organización, de corporalidades, etc., han sido las premisas presentes en las historias de ciencia ficción. Es decir, distinto a las novelas históricas o de otro género, la ciencia ficción, se podría decir, ha puesto en consideración la posibilidad de algún tipo de diálogo con esa otredad circundante o lejana. Alguien dirá que la ciencia ficción es apenas el reflejo de las sociedades actuales, vistas desde un descentramiento, desde una distancia, pero habría decir que, incluso tomando en cuenta esta estrategia, en mucha literatura se constata otras lógicas, las que aparecen como cuestionadoras de las lógicas convencionales. Este es un hecho que vale la pena considerar.En este marco, quizá las que mejor pudieron proponer senderos de algún diálogo intercultural son las obras sociológicas o antropológicas de ciencia ficción. Y dentro de ellas me atrevo a proponer la serie de televisión norteamericana Star Trek. Creo que esta serie va más allá o supera a un rango de obras de ciencia ficción donde el otro es visto como exótico –que bien puede remitirnos a la obra entera de Jules Verne– o peligroso –sobre todo los invasores marcianos de H.G. Wells en War of the Worlds–, o donde lo exterior es semejante a una caterva de insectos a los que se debe extinguir no tanto por ser amenaza, sino cuanto por ser la expresión de la emergencia de identidades que pueden destruir la “civilización occidental” –pienso por ejemplo en la ciencia ficción militarista de Robert Heinlein, particularmente Starship Troopers–.
Sin duda Star Trek es distinta y es un hito. Esta serie apareció en 1966, ideada por Gene Roddenberry; fue emitida hasta 1969, siendo 79 los capítulos los canónicos –cabe decir que luego la serie produjo una industria propia con dibujos animados, películas, juguetes, etc.–. El modelo de la serie era el del soap-opera, una serie de aventuras espaciales en un universo poblado, diseminado, con culturas distintas, algunas viviendo y formando comunidades estelares, aunque otras actuando en el margen: no se trataba de viajes de ordenamiento, de control, de disciplinamiento, más al contrario, tales viajes implicaban la causa y el aprendizaje de las tensiones, de las rivalidades, de la comunidad de acuerdos, etc. Se sabe que la serie tenía la intencionalidad de mostrar los modos de enlazar, de comprender los mecanismos de enlazamiento, de conexión, de comunicación, rompiendo con los estereotipos de la ciencia ficción; esto costó que las audiencias norteamericanas sintiesen que la serie, por más atípica, en cierto modo no les identificaba. Y probablemente esa fue la señal de su inicial fracaso y su posterior recuperación como serie de culto, como serie memorable. De acuerdo a ello, digamos que un país donde el status quo exige que el otro sea considerado como amenaza, la serie no era funcional a ese tipo de constitución social. ¿Por qué a Star Trek posteriormente se le levantó el velo de su inquietante imaginario de un futuro de diversidad cultural? Porque resistió a esa presunción de que la televisión y sus imaginarios deben estar acorde con tal status quo; es decir, hizo se eco de las realidades internas, en el seno de la sociedad norteamericana, de comunidades “otras” que consecutivamente, que por décadas, estaban luchando también por su reconocimiento. Es el caso de las comunidades afroamericanas, de los nuevos migrantes, de los pueblos originarios, etc. Star Trek no podía seguir levantando las banderas del werstern donde el occidental terminaba domesticando al salvaje “otro”. Su respuesta fue contundente.
En este sentido, Roddenberry, sin ser tampoco un sociólogo, era un observador de la realidad. Él puso dentro de los argumentos de Star Trek, temáticas que en su momento estaban presentes, de modo escondido, o de modo “tabuizado”, temáticas que hoy atañen a la interculturalidad. Así, los fans y los historiadores de la televisión, así como los de la ciencia ficción, reconocen la inclusión de otras voces dialogantes –a pesar de la Guerra Fría–, como los rusos o los asiáticos, representados en personajes dentro de la nave Enterprise, y sobre todo, la integración de la primera mujer astronauta de origen afro, sin descontar el primer beso interracial televisado. Para una revisión de estos datos y otros, recomiendo la entrada sobre la serie en The Encyclopedia of Science Fiction, escrita en 2015 por los académicos Peter Nichols, John Brosnan, David Langford y Nick Lowe: Star Trek. Si bien se puede hablar de una intención intercultural en los símbolos inscritos en la serie, tampoco podemos exagerar su connotación, porque ciha serie, no obstante sus logros, para ser televisada, para ser finalmente admitida por el status quo, debió también mostrarse “norteamericana”. Por ello, los citados académicos dicen que: “The defect in this liberal internationalism was that all these characters behaved in a traditional White Anglo-Saxon Protestant manner: only Spock was a truly original creation”. Es decir, la serie trasuntaba en efecto, el liberalismo internacionalista por lo cual sus personajes, la manera de representar ese mundo “otro”, ese tejido intercultural, también tenían que actuar, ser interpretados, ser codificados dentro de la tradición cultural blanca-anglosajona y protestante. Se puede decir, no obstante este hecho, que Star Trek es intercultural en tanto, desde la matriz cultural norteamericana, usando sus estrategias de integración o inclusión “controlada”, insertaba la necesidad de pensar y admitir que las voces minoritarias en el interior de EE.UU., no eran tan minoritarias, sino de multitudes emergentes. Y he ahí entonces el valor histórico de la serie de acuerdo al tiempo en el que se produjo. Es evidente la necesidad de pensar a Star Trek fuera de las convenciones estéticas o del fanatismo consumista: hay que empezar a reflexionarla en su dimensión simbólica en ruptura con el tradicionalismo conservador. Este artículo es apenas un esbozo de tal pretensión. Un apunte final: Star Trek fue una serie que personalmente –junto a mis hermanos– la veía los domingos en horario estelar en la televisión boliviana. Era aún un niño –o quizá estaba bordeando la adolescencia–; era una serie esperada, me llamaba la atención. Probablemente no me atraía la relación intercultural, porque no era un tema que a un niño le interese mucho, pero sí me atraía el que el capitán Kirk y compañía vayan de planeta en planeta y se encuentren seres distintos, con perspectivas de pensamiento diferentes, con sus conflictos y cómo ellos respondían coherentemente, antes que “guerrear”. Me llamaba la atención la comunicación, el contacto, así como, cómo la tripulación del Enterprise entraba en conflicto con dicho contacto. ¡Era una perspectiva nueva! Y hoy lo pienso: no era una serie de televisión sobre el imperialismo cultural, sino sobre las culturas distintas que estaban allá, en el espacio exterior, ni siquiera desafiando a tal imperialismo cultural –ese “liberalismo internacionalista” planteado por los académicos de la SFE–, sino haciendo sus vidas distintas a tal imperialismo al cual asimismo ignoraban, quizá consciente o premeditadamente. Pienso que ahí radica la naturaleza de la interculturalidad latinoamericana –aunque también pueda estar equivocado–, es decir, los recientes estudios de la cultura nos hacen caer en cuenta que la emergencia del otro es un proceso en el que el centro del poder ya no es importante, sino ver a ese otro como otra centralidad. De este modo, vale la pena celebrar que Star Trek inauguró, sin tenerlo presupuesto, un camino, el de la interculturalidad en la ciencia ficción televisiva.Archivado en: Ensayo, Entradas del autor, Serie televisión, Televisión Tagged: David Langford, Gene Roddenberry, H.G. Wells, Interculturalismo, John Brosnan, Jules Verne, Nick Lowe, Peter Nichols, Robert A. Heinlein, Star Trek, Viajes interestelares