Tras la Segunda Guerra Mundial el mundo comenzó a imaginar el futuro influenciado por la Guerra Fría, el poder de la destrucción nuclear y el desarrollo de la tecnología aeronaútica que propició el lanzamiento a la órbita de la Tierra y al espacio de satélites e incluso de naves tripuladas. Eso se transmitió a la literatura de ciencia ficción, que por otro lado llevaba décadas imaginando ese futuro lleno de viajes al espacio y ciudades de rascacielos infinitos. Hay ejemplos significativos como los de 2001, odisea en el espacio (1968) de Stanley Kubrick, o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick. Curiosamente ambas cumplen este 2018 cincuenta años y afortunadamente, o desgraciadamente según se mire, ninguna de las dos obras acertó en sus predicciones.
Siempre nos hemos imaginado el futuro de la humanidad de alguna forma. En muchas ocasiones lo hemos imaginado como un tiempo oscuro o casi apocalíptico. De ahí se puede evidenciar la tremenda influencia que ejerció la escalada nuclear entre la Unión Soviética y Estados Unidos en la sociedad de la época. Parece que en aquellas décadas todo el mundo esperaba una guerra nuclear, pero aquí seguimos en pie. Y ahora, con la amenaza nuclear casi en el olvido, y con el desarrollo tecnológico tan rápido que estamos viviendo, nos volvemos a imaginar el futuro. Muchos auguran que de aquí a unas décadas la inteligencia artificial lo controlara todo. Que ya no tendremos que trabajar porque unos robots o programas informáticos inteligentes lo harán todo por nosotros. Esto vuelve a ponernos en un dilema, ¿será esto bueno o malo para la humanidad?
Si uno toma los ejemplos creados por la ciencia ficción se dará cuenta que casi siempre pecan de optimismo. Estamos en 2018 y los coches no vuelan, o al menos no parece que vayamos a circular en las ciudades con artilugios voladores como los de Blade Runner. Todavía no hay ordenadores tan inteligentes como para llevarnos a través del Sistema Solar como en la película de Kubrick. Y de momento no hay androides que sean tan conscientes de sí mismos como para querer acabar con los humanos, como los famosos replicantes. Podemos esperar de todo. Ahora la amenaza es el cambio climático, la razón por la cual imaginamos un futuro lleno de energías limpias. También pensamos que en el futuro próximo cada vez seremos más y más personas, y que no habrá recursos para todos. Puede que esto se solucione con más tecnología e innovación en el campo de la genética de los cultivos. Pero quien sabe, tal vez no haya solución para la sobre población de la Tierra. ¿Veremos más guerras por el poder de los recursos? ¿Los flujos migratorios serán cada vez más frecuentes y elevados en número de personas?
La ciencia y tecnología actuales parecen querer decirnos que nuestro futuro es prometedor. Hay algunos que incluso afirman que de aquí a unas décadas los humanos alcanzaremos la inmortalidad. Hay otros que creen que colonizaremos Marte como primera etapa para conquistar el espacio. Pero es probable que, al igual que pasó con la ciencia ficción de hace décadas, se estén inflando las expectativas, incluso en los pronósticos más pesimistas en cuanto a nuestro futuro.
Lo que está claro es que nuestro futuro más cercano está girando alrededor de la red, y que ahí es donde se desarrollará casi todo. Y viendo como usamos hoy en día internet, con lo bueno y sobre todo lo malo que están trayendo las redes sociales, me pregunto si estamos dirigiéndonos hacia un futuro esperanzador o más bien oscuro, en donde las personas seamos esclavos de nuestra apariencia virtual. Si es ese nuestro futuro, casi que prefiero vivir en el universo de Blade Runner o de 2001.