Revista Cultura y Ocio
Desde los tiempos perdidos de la civilización, el hombre comprendió que dios estaba en comunicación con la imaginación. Las culturas ancestrales entendieron que sólo a través de la meditación se podía llegar hasta su profunda sabiduría. Pero el tiempo y la soberbia del poder fue borrando todas esas tradiciones místicas de comunicación con ese más allá dentro de uno mismo. El Hombre se fue alejando de sí y entró en adorarse a como propio dios. Perdió el vínculo de la imaginación astral por el de la lógica de la supervivencia y la ley del más fuerte. Desde el umbral oscuro de las cavernas la imaginación intentó resistirse, pero la fuerza que guía a los más fuertes se apoderó de ella y la acotó al ámbito del arte. Las legendarias visionarias se relegaron a lugares inhóspitos en donde las vírgenes hacían preservar esas técnicas de imaginación divina. Y finalmente, cayeron en el más siniestro letargo. La persecución. La condena. Y el olvido. Como nacido del propio recuerdo de tiempos remotos e insondables, Shakespeare sólo tuvo que encontrar un verbo copulativo para resumir la existencia del conflicto emocional más trascendental del alma humana: "To be, or not to be, that is the question". Hamlet desveló el secreto del poder de la imaginación mientras miraba fijamente a los ojos de una sabia calavera, y se forjó, sin duda, el soliloquio más famoso de todos los tiempos.