Revista Cultura y Ocio

Imaginar o no imaginar; esa es la cuestión.

Publicado el 26 octubre 2014 por Wig
Desde los tiempos perdidos de la civilización, el hombre comprendió que dios estaba en comunicación con la imaginación. Las culturas ancestrales entendieron que sólo a través de la meditación se podía llegar hasta su profunda sabiduría. Pero el tiempo y la soberbia del poder fue borrando todas esas tradiciones místicas de comunicación con ese más allá dentro de uno mismo. El Hombre se fue alejando de sí y entró en adorarse  a como propio dios. Perdió el vínculo de la imaginación astral por el de la lógica de la supervivencia y la ley del más fuerte. Desde el umbral oscuro de las cavernas la imaginación intentó resistirse, pero la fuerza que guía a los más fuertes se apoderó de ella y la acotó al ámbito del arte. Las legendarias visionarias se relegaron a lugares inhóspitos en donde las vírgenes hacían preservar esas técnicas de imaginación divina. Y finalmente, cayeron en el más siniestro letargo. La persecución. La condena. Y el olvido. Como nacido del propio recuerdo de tiempos remotos e insondables, Shakespeare sólo tuvo que encontrar un verbo copulativo para resumir la existencia del conflicto emocional más trascendental del alma humana: "To be, or not to be, that is the question". Hamlet desveló el secreto del poder de la imaginación mientras miraba fijamente a los ojos de una sabia calavera, y se forjó, sin duda, el soliloquio más famoso de todos los tiempos.

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