La masacre de Annual, uno de los desastres bélicos más dramáticos de la historia de nuestro país, solo ha sido recuperado para la memoria colectiva en los últimos años, lo cual ha beneficiado a la hasta hace poco olvidada novela de Ramón J. Sender, uno de los mejores escritores españoles del siglo XX, que se lee muy poco en la actualidad. Aunque tuvo la suerte de no vivirlo en primera persona (Sender realizó su servicio en Marruecos poco después de la batalla), sí que tuvo oportunidad de conocer testimonios de primera mano, testimonios que sin duda son los que imprimen esa impresionante sensación de realidad al lector, por mucho que algunos hechos históricos estén alterados en la narración.
Imán puede considerarse un retrato de la verdadera España, de aquellos soldados procedentes de las posiciones más humildes de la sociedad que tuvieron que lidiar con las pésimas y caprichosas decisiones de sus gobernantes. Porque el Ejército español de África era un foco de corrupción que afectaba sobre todo al equipamiento y formación de sus soldados, una tropa numerosa pero mal mandada y peor organizada. Bastó una ofensiva decidida de la resistencia rifeña para desmoronar el frágil sistema defensivo español. Sobrepasados por la presión de las tropas de Abb el-Krim, los supervivientes emprendieron una huida desesperada, sabiendo que su destino, si eran capturados, era la tortura y la muerte: los campos alrededor de Annual quedaron sembrados de cadáveres mutilados de soldados españoles.
Imán cuenta la brutal experiencia de su protagonista, un soldado raso de la España profunda que no comprende muy bien el papel que él representa en esa tragedia, pero cuyo instinto de supervivencia le lleva a emprender una odisea para tratar de alcanzar la relativa seguridad de Melilla. La narración, en tercera persona (el narrador transcribe lo que Viance le va contando), es de un realismo atroz, abunda en detalles macabros y es capaz de transmitir en todo momento el estado, tanto físico como espiritual del protagonista. Escojo un párrafo al azar:
"Una lluvia de granadas precede al asalto. Hay en los moros una táctica desesperada. Una ola llega a la misma alambrada y se atrinchera en dos hoyos de granada, con un parapeto de cadáveres. Desde allí las granadas caen ya dentro de la posición y al telegrafista le parten un brazo. Con el otro sigue disparando y el dolor limpia de sombras la razón —el tópico del dolor moral que purifica es exacto en cuanto al dolor físico— y reflexiona. Si fuera una lucha entre ejércitos regulares, se entregarían y pasarían a la situación de prisioneros; pero aquí, después de lo que todos han visto —el martirio del oficial aviador—, no hay esperanza ninguna. Las granadas acaban de destruir la tienda de los heridos, derriban el parapeto por un lado y hieren a varios soldados. Viance tiene un balín clavado en la rodilla. Al alzarse los moros sobre las alambradas, las ametralladoras hacen un alarde vano y los cañones disparan un tiro, luego otro, muy espaciado. Vacilan los asaltantes y, por fin, avanzan decididos."
Uno siente un escalofrío cuando se acerca de esta manera al sufrimiento de un buen puñado de nuestros antepasados, hombres voluntariosos a los que hacían ir en alpargatas a una guerra que se disputaba en un páramo muy lejos de casa y por motivos que a la mayoría de los soldados se les escapaban. Solo un amargo sentido del humor y brotes de camaradería podían hacer un poco soportable aquel infierno. Imán es un libro imprescindible para conocer un episodio muy poco glorioso de nuestra historia.