Asisto asombrado al histérico alborozo general causado por el inglés pobre y sobreactuado de Ana Botella. Días después los improperios contra un viejo (que es rey) y debe volver a operarse parecerían sacados del humor más casposo de Benny Hill. Recuerdo con asco ciertas reacciones irracionales y miserables al terrible accidente, casi mortal, que tuvo este verano una responsable política madrileña. Caca, culo, pedo y pis. Pero con mucha mala baba, con una crueldad inusitada, sin complejos, sin matices. Y todos descojonados, por el suelo, riendo sin parar, como putos imbéciles, mofándonos de las miserias de los que, al fin y al cabo, no son más que personajes secundarios en el drama real de un país que está destrozado, hundido, en el que cada día somos testigos de los estragos de una crisis que no es ya tan sólo económica, sino también moral. Como no tenemos narices para salir definitivamente a la calle y destrozar realmente el chiringuito que el capitalismo 2.0 ha construido sobre nuestros cadáveres laborales, parecemos conformarnos de nuevo con eludir la realidad, pero de manera diferente a como lo hicimos hasta hace muy poco. Parece ya inviable poder evadirse de las consecuencias sociales de la crisis y de la realidad que la misma determina, por lo que muchos pretenden volver a escapar de su responsabilidad social participando en un estado de regresión infantil colectivo enfocado a destruir a personas más o menos insignificantes en patéticos linchamientos virtuales que sirvan para sublimar la rabia y la vergüenza por no poder cambiar las cosas. Chistes, fotomontajes, videomontajes, chanzas, insultos… Todos tan ingeniosos como estériles, tan estúpidos en el fondo como brillantes en la forma. Cuando uno se para un momento a analizarlos se siente invadido por la pereza más infinita, la cacofonía es angustiante, nunca nada fue tan plano, tan superficial, tan inútil y tan gilipollas. Sí, estoy hasta los huevos de escucharlos, verlos y leerlos. Nadie puede creer seriamente que de esta ridícula venganza sobre nuestros enemigos ideológicos se pueda obtener algún rédito. Cuánta estupidez y cuánto tiempo derrochado en redes sociales que sólo sirven para amplificar una lastimosa idiocia colectiva. Mientras nos siguen machacando recortando las pensiones, ampliando el copago a enfermos de cáncer, destrozando la educación, privatizando la sanidad…
Sigamos emulando a Boabdil, aunque de manera diferente: "riamos como imbéciles lo que no supimos defender como hombres".
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