Imbéciles, cretinos, necios e insensatos. Ingratos, olvidadizos, desagradecidos y egoístas. Mentecatos, zopencos, majaderos. Torpes, ineptos e idiotas. Aprovechados. Codiciosos y desaprensivos. Pero de todo ello, lo que yo peor llevo es que son mentirosos y desleales. No hace falta que diga de quien hablo. Todos los identificamos cuando nos los encontramos en cualquier esquina. Van por la calle con aires de grandeza y presumen de miopía cuando no te saludan porque dicen que no te han visto. Entran en los mismos bares a los que nosotros vamos pero nunca invitan, aunque se pegan siempre al que tiene la educación de hacerlo a veces.
Del otro lado estamos los ingenuos, los bobos y los cándidos. Estamos los que nos quedamos con cara de tontos. Los que quizás ya no creemos en cuentos de hadas, aunque sí seguimos creyendo en la caballerosidad. En el valor de una promesa. En la fuerza que tiene que una persona dé su “PALABRA DE HONOR” porque seguimos respetando el honor de una persona. Seguimos teniendo fe en la raza humana.
Yo acostumbro a dar siempre las gracias de corazón, porque solo así son de verdad las gracias. Soy de los que pienso que las cosas se hacen cuando se quiere y se quiere con el corazón. Si tú tienes un gesto hacia mí que has hecho con el corazón, a mí solo me queda agradecértelo del mismo modo; con un músculo sano sin venenos engendrados por odios y rencillas. Si me saludas con un abrazo sincero, yo deberé darte dos besos indicando en el remite que son de mi alma y no de Judas.
Esto deberá cambiar. Si los primeros continúan con sus pérfidas acciones, los segundos seremos los que tendremos que cambiar la bondad por la desconfianza, el altruismo por lo que llegarán a llamar tacañería; aunque simplemente se trate de amor por lo propio y por uno mismo. Dicen los expertos que algún día volverá a suceder un gran maremoto, un interminable diluvio, un cataclismo desproporcionado; sin acertar cómo sucederá ni cuándo. Permítanme aventurarme a decirles que el desastre será de esta manera y pronto.
Permítanme que a pesar de todo yo pida para mí que si algún día se me para el corazón, que sea por haber sido desgastado después de haber amado.
Fran J. Lestón