Espiritualidad a la luz de la luna llena
Un año más volvemos a Noches del Botánico, nuestro lugar favorito para pasar la canícula en un recinto perfecto para disfrutar de la música. Como siempre el cartel es apabullante y de gran variedad estilística, y en nuestra primera visita a la Ciudad Universitaria madrileña damos la bienvenida al verano con Imelda May.
La presencia en el público de animal print y love tattos de gran variedad ya presagiaban una noche de culto a la irlandesa. Una artista de inmenso talento que ha marcado el paso de su carrera de manera muy diferente a otras divas, sin que la industria le impusiese tiempos para tener hijos, cambiando radicalmente de género musical o incluso editando un libro de poesía.
Estamos en 2022 y hace ya muchos años que el tupé rockabilly se convirtió en rock maduro con flequillo, lo que no nos esperábamos era una nueva vuelta de tuerca en su imagen. Una oscuridad totalmente explícita, con densas ambientaciones escenográficas, vestuarios de femme fatale decimonónica y hasta un símbolo que elegiría un grupo heavy gótico-sinfónico.
El inicio con "11 Past The Hour" y "Levitate" fue demasiado espeso para un público sobreexcitado y hasta May disculpó su lento comienzo: "un concierto es como hacer el amor, empezamos poco a poco hasta alcanzar la belleza al final". El misticismo de la nueva propuesta escénica hace juego con la noche de luna llena reinante y no resta un ápice a su carisma e inapelable presencia. La cosa fue mejorando con "Black Tears", que consiguó arrancar las primeras lágrimas con su perfecta interpretación vocal y el slide guitar quejumbroso tocado en disco por Jeff Beck.
El respetable agradeció los cambios de tercio con el músculo guitarrero de "Just One Kiss" y "Big Bad Handsome Man" (¿El feo fuerte y formal irlándes?). Antes de volver a las baladas en bluses encubiertos y los interludios grabados con las poesías de su disco "Slip Of The Tongue" de spoken word. "Different Kinds Of Love" fue su enésima demostración de técnica vocal, de inmensurable registro y hechizantes dinámicas, mientras que en "Should've Been You", de frágil belleza, su voz osciló entre la melancolía y la rabia con maestría.
Observando el currículum, la voz e incluso el físico de Imelda es sencillo llegar a comparativas con una de las más grandes, Chrissie Hynde, lideresa de The Pretenders. De ella nos acordamos durante "Made To Love", himno que da nombre a su presente gira y que podría haber sido compuesto en la edad dorada del new wave inglés. El final del recital no pudo llegar más alto con recuerdos a "Mayhem", "Tainted Love", un sentido y cantado homenaje a Meat Loaf con "I'd Do Anything For Love (But I Won't Do That)" y una última revisión a su sexto y último disco de estudio con "Diamonds".
No todo fue perfecto, el sonido del micro sufrió muchos cortes y la mezcla fue bastante desafortunada con unos subgraves que desvirtuaron muchos momentos íntimos. Y qué decir de las cotorras, infrahumanos adalides del odio al arte.
Imelda May ha cambiado mucho a lo largo de su carrera, ahora sus canciones son más introspectivas y personales, da más importancia a las historias y emplea todo tipo de recursos del soul, gospel o blues - todo estilos espirituales- para enriquecerlas. Haga lo que haga, sea cual sea su siguiente transmutación, tenemos claros los aspectos que nunca cambiarán: la maestría vocal, el buen gusto y la perfecta ejecución. Y los tacones de aguja, claro.
ELI PAPERBOY REED
Antes de la céltica abrió la noche el bostoniano Eli "Paperboy" Reed, con corbata de bolo para dar un toque western a su camisa de verano y sus gafas de sol. El estudioso del soul empezó fuerte con la energía de "Cut ya Down" o la mística "Your Sins Will Find Out" antes de presentar algunos cortes de su nuevo plástico. En "Down Every Road" versiona al artista country Merle Haggard, con rendiciones a su clásico "Mama Tried" o la reconversión a tremendo blues de "Somewhere Between", que en directo resulta en una exhibición prodigiosa del de Massachusetts a la guitarra y la voz.
Pese a que su éxito no fue suficiente para una discográfica grande, sus hits "Name Calling" y "Come And Get It" siguen desmontando caderas 12 años después, con sus estribillos entusiastas y sus arreglos bailongos. Asiduo en las noches españolas -comentó que lleva desde 2010 viniendo todos los años, incluso como DJ-, su scream soul guiado por un excelso batería, mecido por el groove del bajo y aderezado por los vientos hacen de Reed una feliz constante en nuestros escenarios.