Revista Cultura y Ocio

Imperio romano: El triunfo del Cristianismo

Por Manu Perez @revistadehisto
Tiempo de lectura: 12 minutos

El pueblo hebreo se  podía  dividir en dos grandes partidos: los saduceos y los fariseos. Los saduceos eran los nobles, la casta política y sacerdotal dominante y que tras la llegada de los romanos procuraron estar de su parte por propia conveniencia, no creían en una vida después de la muerte. Dios premiaba las buenas acciones en esta vida y si  ellos eran poderosos y ricos era por  simplemente porque ése era el deseo de Dios. El pueblo no los apreciaba  por su sumisión a Roma que suponía anteponer las costumbres romanas a las judías.

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El partido de los fariseos estaba compuesto por la pequeña burguesía y los comerciantes, creían en una vida tras la muerte, estaban mucho más cercanos al pueblo y trataban de conservan la esencia de las tradiciones judías y sus ritos. Procuraban no mezclarse con los “gentiles” que no pensaban como ellos para preservar la pureza de sus creencias.

Imperio romano: El triunfo del Cristianismo

Por eso la llegada  de aquel nuevo predicador judío llamado Josué (Jesús para nosotros) enfureció tanto a fariseos como a saduceos. Jesús decía abiertamente a sus seguidores que no debían parecerse a unos ni a otros. A los fariseos, a los que llamó “sepulcros blanqueados”, por ocuparse solamente de cumplir los ritos y olvidar el amor que todos debían tener hacia sus semejantes y a los saduceos por su falta de creencia en que Dios recompensaba sus buenas obras en la otra vida y por su entrega al poder romano.

Sus enseñanzas sencillas tan cercanas al pueblo que hablaban del amor de Dios, de amar al enemigo y de perdonar “hasta setenta veces siete”, le granjearon numerosos seguidores. Hasta entonces la idea de Dios para los judíos era  la de un ser poderoso, cruel y vengativo que sólo miraba por el pueblo de Israel, el pueblo elegido. Pero Jesús decía que Dios amaba a todos, judíos o gentiles y eso era inaceptable.

Temerosos de que creara un nuevo y poderoso “partido político” que disminuyera su poder ya  que sus seguidores aumentaban peligrosamente de día en día,  saduceos y fariseos se unieron por una vez y lo acusaron de sedición ante los romanos. La oposición al poder romano era una acusación   muy grave castigada con la muerte, así que Jesús fue crucificado cuando Poncio Pilatos era el gobernador de Judea como un vulgar delincuente. El imperio romano dominaba entonces gran parte del mundo conocido, desde Europa hasta Asia y norte de África.

Su poder era indiscutible y  había comenzado 39 años antes del nacimiento de Jesús con  el primer emperador romano, Octavio Augusto, que dominaba su imperio con mano de hierro y que logró imponer en sus territorios la Pax Romana,  un periodo de paz que  promocionó un  gran auge del comercio, una pax rota de vez en cuando por la insurrección  de algún país dominado, como Judea.

En el año 70 d.C, los judíos se rebelaron. Tito, el hijo del emperador Vespasiano,  marchó contra ellos  y destruyó Jerusalén y el segundo templo que Herodes el Grande había  reconstruido, también Masada fue tomada y destruida ( Herodes era judío de religión pero no de raza ya que era idumeo, a pesar de su conocida crueldad rayana en la locura, fue un gran constructor, no sólo reconstruyó el Templo de Jerusalén, también edificó la ciudad de Cesárea,  la  impresionante fortaleza-palacio de Masada y Herodión, su tumba)

Tras la  derrota más de un millón  y medio de judíos fueron masacrados o vendidos como esclavos. Los que pudieron  escapar marcharon a otros países constituyendo la primera diáspora y los saduceos desaparecieron ya que su poder político ya no le era necesario a Roma.

En el año 135 los judíos volvieron a rebelarse. Adriano como venganza  eliminó la  provincia romana de Judea y anexionó sus tierras a la provincia romana de Siria   Palestina prohibiendo a lo judíos su entrada en Jerusalén. Adriano tenía una educación helenística y algunas costumbres, como la circuncisión,  le parecían  propias de pueblos bárbaros.

Muchos de los  desolados seguidores de Jesús también habían abandonado Judea tras la muerte del Maestro y   se habían esparcido por todo el mundo conocido  llevándose  con ellos aquella nueva forma de pensar que llamaron cristianismo (seguidores de Cristo) y que muchos gentiles adoptaron.

Los cristianos no siempre fueron bien tolerados a pesar de que los romanos  aceptaban sin prejuicios otras religiones, allí estaba todo el panteón romano y griego, la religión egipcia, la religión mitraica de origen persa que adoraba al sol y a la que muchos militares pertenecían y los zoroastristas entre otros, todas  las religiones convivían en armonía en el imperio romano.

Pero los cristianos tenían un problema importante: no aceptaban la idea de que el emperador era el máximo representante político y religioso y por lo tanto  debía ser adorado como una divinidad, para ellos sólo había un Dios y el emperador no era sino un hombre, así que fueron perseguidos y muchos de ellos murieron de una forma brutal por no renunciar a sus ideas. Fueron encarcelados, crucificados o usados en los juegos circenses para ser devorados por las fieras o asesinados por los gladiadores y sus bienes pasaron al erario público. Contra todo pronóstico la sangre derramada  de aquellos mártires lejos de acabar con el cristianismo ayudó a su pervivencia.

Algunos de sus seguidores trataron de escribir lo que se podría llamar una biografía sobre la vida de Jesús para que su doctrina no se olvidara, pero para entonces  habían transcurrido más de cien años de su muerte y  ninguno de  aquellos  bienintencionados escritores  había conocido personalmente a Jesús, es muy probable que muchos hechos  de su vida se hubieran magnificado o contado sus enseñanzas a modo de “parábolas”, narraciones muy del gusto oriental que acababan con  una sentencia moral  para adoctrinar a los oyentes. Estos escritos se llamaron Evangelios ( buena nueva) y había 270 de diferentes autores, algunos muy diferentes entre sí.

El imperio romano también había cambiado, tras la muerte de Teodosio el imperio se había dividido( aunque sólo a efectos administrativos) en el imperio romano de Oriente y de Occidente. En el año 306 Flavio Valerio Aurelio Constantino,  fue aclamado emperador de Occidente por sus tropas tras la muerte de su padre Constancio Cloro que en aquel momento estaba luchando contra los pictos en Britania. Constantino estableció su capital en Mediolanum (Milán)

Comenzaron entonces unos años de luchas entre los diferentes candidatos al poder, de forma que en el año 310 había nada menos que siete augustus, pero las luchas entre ellos los redujeron a tres: Majencio, Constantino y Licinio. Dos años  después Roma nombró emperador a Majencio así que Constantino y Majencio se enfrentaron por el mando de Occidente en la batalla del Puente Milvio y Constantino fue el vencedor,  durante la batalla Majencio cayó al  Tiber y se ahogó, había reinado durante seis  años.

Aunque Constantino atribuyó  su victoria a un milagro del dios cristiano la verdad era que Majencio tenía un ejército muy inferior al de  Constantino, apenas contaba con sus pretorianos, Roma estaba escasa de dinero. Ahora sólo quedaban Constantino como emperador de Occidente y Licinio, que era su cuñado, como emperador de Oriente

En el año 313 Constantino y Licinio promulgaron el Edicto de Milán  por el que se prohibía perseguir a los cristianos y a otros grupos religiosos minoritarios. Pero  los cristianos no eran  ya ni mucho menos un grupo minoritario. Existían en el imperio 1.500 sedes episcopales y unos seis millones  de habitantes de los cincuenta con que contaba el imperio practicaban el cristianismo.

Sin embargo este edicto de tolerancia no fue respetado en numerosas ocasiones y  los cristianos siguieron siendo perseguidos y ejecutados, sobre todo en el imperio de Oriente en el que mandaba Licinio. Eso le dio la excusa a Constantino para comenzar la guerra contra su cuñado, en el año 324 marchó a Oriente y le venció en la batalla de Crisópolis. A  pesar de su promesa de respetar su vida, Licinio fue asesinado por Constantino.

Ahora todo el imperio le pertenecía y era importante que  los habitantes de Oriente y Occidente  se sintieran igualmente romanos, unidos por la misma lengua y la misma religión. ¿Pero qué religión elegir?

Él mismo pertenecía a la religión mitraica que adoraba al sol como muchos militares porque  esta religión exhortaba al valor, a la honradez y al compañerismo, valores fundamentales para un soldado. Mitra era un dios  joven, austero y puro

El mitraismo era de origen persa y  no tenía una doctrina escrita, era la tradición oral la que la trasmitía. A ella sólo eran admitidos los hombres y su acto principal era un banquete en el que se consumía pan y vino como en la religión cristiana y también como en la cristiana había ritos y misterios que no debían ser desvelados a los paganos. Tenían una trinidad de dioses como ellos, existía un rito de  iniciación muy semejante al bautismo y  eran ungidos en la frente.  Creían que Mitra era un dios salvador que daría su recompensa tras la muerte y que sus seguidores debían llevar una vida ejemplar.

Su día festivo era el domingo, día del sol y no el sábado como los judíos. El 25 de diciembre se consideraba el día del natalicio del sol ( solsticio de invierno) y festejado  por su gran sacerdote que portaba los tres  símbolos sagrados: gorro frigio, vara y anillo mientras que los obispos cristianos llevaban mitra, báculo  y anillo, es decir, prácticamente lo mismo.

Pero había algo en el cristianismo que le hacía  superior al mitraismo: admitían a las mujeres en su culto y  los cristianos eran mucho más numerosos, sobre todo en Oriente y él pensaba trasladar la capital   del imperio a Bizancio. Sería la Nueva Roma y se llamaría Constantinopla en su honor, a fin de cuentas él había nacido en Naissus, ciudad situada en los Balcanes a medio camino entre Europa y Asia. Además la nobleza romana no le era muy propicia.

Por otra parte los mitráicos no superaban los 10.000 en todo el imperio y en la parte oriental eran muy escasos. No ocurría lo mismo con  los cristianos,  era  una opción más segura apoyar al cristianismo,  esa opción  afirmaría su masiva lealtad.

Así que cuando pensó en una religión común se decidió por el cristianismo, a fin de cuentas era muy semejante a la suya propia (tanto que siguió siendo mitráico hasta el final de sus días y sólo fue bautizado poco antes de morir)

El cristianismo se había convertido en unos  primitivos ritos judíos mezclados con creencias helenísticas, lo que hacía que fuera bien aceptado por mucha gente, Pablo de Tarso había predicado el  cristianismo a los gentiles y conseguido muchas conversiones, sus preceptos eran ampliamente asumidos por todas las razas y culturas, ahora  no era sólo una religión judía.

Comenzó a preparar su conversión a la nueva religión pero su dignidad como emperador no  podía consentir que un hombre inferior a él le hubiera iluminado: su nueva fe debía venir directamente de Dios, así que declaró que antes de la batalla de Milvio, al mirar al sol, cosa que hacían los mitraicos para pedir su protección, vio dibujarse en el cielo un cruz ( es decir, que vio un  destello del sol que le deslumbró) esto  significaba que con la protección del nuevo Dios ganaría la batalla, como así fue (y  a lo que  también ayudó mucho el hecho de que Majencio tuviera un ejército muy reducido, prácticamente su guardia pretoriana y poco más)

Después de la batalla mandó modificar los lábaros (estandartes) del ejército romano que estaban coronados por el águila imperial para sustituirla  por el crismón, una X y una P, primeras letras de la palabra griega Cristo  como muestra de su respaldo a la nueva fe.

Pero no pudo sustraerse totalmente a los antiguos dioses: el arco de Constantino construido en Roma para  conmemorar su victoria, tiene labrados en sus piedras los dioses paganos Apolo y Diana y también a Hércules, pero no hay en él ninguna simbología cristiana.

Al cristianismo le habían surgido problemas, había en su seno  distintas corrientes encontradas y las refriegas entre los obispos eran frecuentes y a veces violentas. Constantino, como emperador designado por Dios, convocó el primer Concilio  Ecuménico ( universal) de Nicea en el 325 para poner orden en “su” iglesia.

Constantino presidió el concilio ricamente vestido a la usanza persa, con telas bordadas en oro y  cubierto  de joyas  como “Pontificex Máximus”, es decir, como el mayor  representante de Dios en la tierra, un  título fue luego  heredado por los papas  de Roma.

Pero esta vez los cristianos no protestaron de aquel esplendor tan contrario a la sencillez de la primitiva iglesia: de los 300 obispos asistentes la mayoría eran griegos (sólo cinco no lo eran) y  ya se sabía cuánto amaban el lujo  los griegos. Además  Constantino se hizo cargo de los gastos de comida , alojamiento y transporte de todos ellos. En este concilio se condenaron la ideas de Arrio, presbítero de Alejandría que sostenía que Jesús no tenía la misma condición divina del Padre sino que era inferior a él.

Atanasio, obispo de Alejandría  opinaba sin embargo que Padre , Hijo y Espíritu Santo tenían la misma condición divina y constituían la Santísima Trinidad. Arrio fue vencido, sus ideas fueron consideradas sacrílegas y todos sus escritos quemados. Pero en el fondo de su corazón Constantino pensaba como Arrio, de forma que la aplicación de la sentencia fue muy benevolente y los arrianos siguieron existiendo dentro del seno de la iglesia.

Se redactó el primer credo griego que contenía los dogmas de fe de la doctrina cristiana. Hay que hacer constar que Constantino tenía unos muy pobres conocimientos de teología, cosa que a nadie le importó mucho. “Doctores tenía la iglesia ”para subsanarlo.

También se pusieron de acuerdo en declarar el 25 de diciembre Pascua o festividad de la Navidad  como día del nacimiento de Jesús, casualmente para los mitraicos  el solsticio de invierno era el día más importante del año: el día del Sol Invictus.

Ya unos años antes una orden suya incitaba a cristianos y no cristianos a considerar el domingo como  “venerable día del sol “  y de descanso para todos y lo constituyó como primer día de la semana.

Ese día no se podía trabajar y talleres , mercados y oficinas estaban cerrados, era la primera vez en la historia de la humanidad que se instituía un día de descanso para los trabajadores y fue la iglesia católica la que lo impuso.

Otra cosa que hizo este concilio fue elegir de entre los 270 evangelios los que contuvieran la verdad El método fue, por lo menos, original: se colocaron  todos los evangelios bajo una mesa en una habitación cerrada con llave y durante la noche Dios elegiría los verdaderos evangelios, el resto serían quemados. A la mañana siguiente sólo cuatro evangelios  estaban sobre la mesa: los conocidos de Mateo , Marcos, Lucas y Juan, el resto se consideraron  equivocados y fueron quemados Nunca se ha sabido quién custodiaba la llave aquella memorable noche.

Los obispos también sufrieron cambios. Hasta entonces todos los obispos eran igual de importantes, pero a partir de Nicea los obispos de Alejandría, Roma y Jerusalén serían   considerados superiores a los demás  obispos y se llamarían Patriarcas. Se justificaron en la importancia  de sus ciudades y  en la antigüedad de su tradición cristiana.

¿ Y Constantinopla?

Pues desde luego que  no tenía ninguna tradición cristiana anterior, pero también tuvo su patriarca, no iba a ser menos que Roma, Alejandría o Jerusalén. Ni qué decir tiene que las luchas entre los cuatro patriarcados fueron frecuentes.

Un año después, en el 326, las  ideas de Constantino se hicieron muy poco tolerantes: mandó destruir las imágenes de los dioses paganos y en el 330 confiscó cuanto había en los ricos templos de Grecia. Estatuas, ornamentos de oro y cuanto había en los templos paganos viajaron  hasta oriente para adornar la Nueva Roma que era Constantinopla.

Ahora fueron los cristianos los que persiguieron a los paganos, derribaron sus templos y asesinaron a sus sacerdotes, el mismo Constantino mandó destruir el templo de Esculapio de Aigeia y otros muchos templos. Pero Constantino no podía llegar a separar del todo el paganismo del  cristianismo, las familias romanas paganas siguieron teniendo presencia en a corte y cuando se “reinauguró”  Constantinopla se puso una cruz sobre el carro del sol que presidía la plaza del mercado.

Desde luego se prohibió la crucifixión por motivos obvios y  se sustituyó por la horca. Constantino favoreció el auge del cristianismo construyendo iglesias por  todo el imperio. San juan de Letrán  en Roma se  erigió sobre un palacio que pertenecía a la guardia pretoriana de  su enemigo Majencio, también prohibió la magia y los sacrificios a los dioses y  concedió grandes ventajas fiscales a la iglesia cristiana.

Un año más tarde, en el 337 murió después de  reinar 31 años,  antes de morir fue bautizado y curiosamente lo hizo un obispo arriano. Fue enterrado en Constantinopla, su ciudad, en la iglesia  de los Santos Apóstoles,   una pequeña iglesia con planta de cruz griega y coronada por cinco cúpulas, en un sarcófago de pórfido colocado en el espacio central y rodeado por las estatuas de los doce apóstoles.

Él fue llamado por la iglesia bizantina “ el decimotercer apóstol”. El mausoleo se hallaba en  una colina cercana a las murallas, la  iglesia no se ha conservado, sólo tenemos la descripción que de ella hizo Eusebio de Cesárea. La iglesia ortodoxa no tardó mucho en declararle santo,  lo mismo que a su madre Helena, pero la iglesia de Roma no le santificó, lo de su bautizo por un arriano les escocía, además  de que la iglesia bizantina había recibido  muchas más prebendas que la romana, cosa que  les escocía todavía más.

También el hecho de que hubiera asesinado a su cuñado, a su hijo y a su segunda mujer pesaban en su historial. Aunque verdaderamente el hecho de sorprender juntos en la cama a su hijo y a su madrastra fuera una injuria difícil de perdonar aún siendo cristiano. Pero a pesar de todos los beneficios otorgados a la religión cristiana, Constantino no  la declaró  religión oficial, fue el emperador Teodosio el que lo hizo cuarenta y tres años más tarde por el edicto de Tesalónica.

Teodosio era español y había nacido en Segovia, fue el último emperador de todo el imperio romano, a su muerte el imperio romano se dividió  en  Imperio de Oriente y de Occidente. Con el respaldo del poder oficial la iglesia  cristiana creció triunfalmente. El paganismo, en medio de prohibiciones de culto incluso de forma privada y falto de apoyo económico y expoliado de todos sus tesoros, se fue hundiendo lánguidamente  en el olvido.

Autor: Níssim de Alonso para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

ISAAC ASIMOV. CONSTANTINOPLA. EL IMPERIO OLVIDADO.

METAHISTORIA. CONSTANTINO EL GRANDE.

HISTORIA CLÁSICA . EL CONCILIO DE NICEA.

APOLOGIA- LA IGLESIA SURGIDA DEL CONCILIO DE NICEA.

NATHIONAL GEOGRAPHIC. TEODOSIO EL GRANDE Y EL TRIUNFO DEL CRISTIANISMO.

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